martes, 3 de mayo de 2011

¿Existe el "terrorista bueno" y el "terrorista malo"

Celebramos que ayer la presidente Cristina Fernández de Kirchner hay expresado  su rechazo al terrorismo a través de un tibio comunicado enviado a la Casa Blanca por la muerte de Osama Bin Laden.

Resulta una “paradoja” que este gobierne exprese que “La muerte de Osama Bin Laden coloca al terrorismo internacional, una vez más, como tema central de la sociedad. La República Argentina manifiesta su profundo rechazo a quienes utilizan la política o la religión para cometer acciones criminales”.

Una “paradoja”, por definición,  es una idea extraña, opuesta a lo que se considera verdadero o a la opinión general. En otras palabras, es una proposición en apariencia verdadera que conlleva a una contradicción lógica o a una situación que infringe el sentido común. En retórica, es una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción.

Solo cabe pensar que el gobierno ha dado un vuelco en su política respecto al terrorismo o es solo mera retórica obligada por las circunstancias y no continuar en el aislamiento internacional que estamos inmersos.

En el mencionado repudio del gobierno argentino, solo denuncia al terrorismo internacional… Nos cabe la pregunta ¿El terrorismo solo es malo cuando es internacional y el terrorismo entre hermanos está permitido?

La “paradoja” es un poderoso estímulo para la reflexión y así mismo los filósofos a menudo se sirven de las “paradojas” para revelar la complejidad de la realidad.

En la política también se dan las “paradojas” y eso es lo que  acaba de ocurrirle a la Presidente y sus asesores, si se repudia el terrorismo se lo debe hace en todos sus términos y no solo a lo que políticamente les conviene. Nuestra sociedad ha cometido un terrible pecado, el de olvidar e ignorar a sus víctimas de ese terrorismo que asoló a la República en las décadas de los 60 y 70.

Ese terrorismo desató una guerra que ensangrentó a la Argentina y hoy continuamos divididos como sociedad por la “historia oficial” montada en una mentira. Dice San Agustín, en la Carta 155: "Las verdades a medias, son mentiras enteras".

El que miente, salvo que sea patológico, tiende a tener sentimientos de culpabilidad. Pero las verdades a medias resultan especialmente repulsivas, ya que el mentiroso, en muchas ocasiones, además pretende salir indemne, eliminando toda consciencia de haber mentido. Y es así que en esa “historia oficial”, con la que se ha envenenado especialmente la mente de la juventud, existe un solo demonio: el llamado “terrorismo de estado” y el accionar criminal de las bandas terrorista que atacaron a la Nación toda, es benignamente olvidado y perdonado. Esa versión entre “psicópatas asesinos represores” y “jóvenes idealistas” es repulsiva hasta para los propios terroristas que han declarado, en más de una ocasión que, ellos combatieron en una guerra para alzarse con el poder del estado. No eran jóvenes ignorantes de sus acciones, eran militantes revolucionarios convencidos y las Fuerzas Armadas y de Seguridad no era una “asociación ilícita”… eran el brazo armado del estado que se defendió ante sus agresores.

El olvido de esa verdadera historia es el pecado de la sociedad –todos testigos de la época- y constituye el crimen de la mentira oficial pergeñada desde las más altas funciones del estado mismo. Y ahora se da la “paradoja” de reconocer y denunciar al “terrorismo internacional” uniéndose al concierto de las naciones que celebran la muerte de un siniestro personaje terrorista. No existe el “terrorista bueno” y el “terrorista malo”, “todo terrorismo es malo” y como tal debe ser sopesado en la historia.

Habiendo sido la sociedad argentina la que sufrió las peores consecuencias de la guerra revolucionaria, le corresponde a ella pronunciarse sobre el tema y no dejarlo solo en las manos de los políticos por ser un tema demasiado serio y que incumbe al futuro de la República Argentina. Por eso insistimos en nuestra propuesta de lograr una Pacificación Nacional Definitiva, basado en una ley que nos ayude a superar las diferencias y rencores del pasado, para mirar con optimismo el futuro y legar a las generaciones siguientes un país donde vale la pena vivir, trabajar  y amar.

Por una nueva década en paz y para siempre.


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