miércoles, 2 de noviembre de 2011

Obra de Misericordia Corporal

“En la prisión, todos esperan la liberación, cada día, cada minuto... En aquellos días, en aquellos meses muchos sentimientos confusos me enredaban la mente: tristeza, miedo, tensión…”.
Estas palabras decía el famoso cardenal vietnamita Nguyen Van Thuan, preso por el comunismo durante 13 años.


El cristianismo nos manda, no como un lujo filantrópico, sino como un deber de misericordia para con el prójimo, el hecho de visitar a los presos (es una “obra de misericordia corporal”, como le dicen).

Si logramos salir un breve instante de nuestras ocupaciones y pensamos en las palabras del cardenal Van Thuan, quizá logremos entrar en el corazón de algún hombre o mujer que se encuentran en una cárcel física o encerrado en alguna prisión del alma.


Visitar un preso es un genuino acto de caridad revestido con un adorno especial que llamamos misericordia. Ser misericordioso implica apiadarse de los que sufren en el corazón y ello implica compadecerse de las miserias ajenas. Y esto independientemente de si quien está preso lo está justa o injustamente. La cárcel será justicia y redención de los pecados para el primero y redención puramente para el segundo.

Es el mismo Jesucristo quien sintetizó la doctrina:
Mt 25, 34-40

“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.”


Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te  dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

El gran Apóstol San Pablo, agregará más adelante:
“Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir”. (Carta a los Hebreos, 13, 3).

“No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rom 12,21).


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