jueves, 23 de febrero de 2012

ESTO NO FUE UN ACCIDENTE.


Hoy es un día de duelo, de tristeza, de impotencia…


La tragedia ocurrida en la Estación Once de Septiembre nos apabulla y, una vez más, pone en claro la corrupción que, de arriba hacia abajo, se abate sobre los restos de nuestra República.

Recordaba hoy mis años idos, cuando trabajaba en el centro y desde Villa Luro tomaba cada día el Sarmiento, porque el servicio era excelente, puntual, seguro y rápido. También recordaba que, para ahorrar tiempo y caminatas, llegando al Once nos apilábamos todos en el primer vagón… un escalofrío me volvió a la realidad.

Era otro país. O el mismo país pero otros con políticos… y tal vez otros ciudadanos, que de la misma ciudadanía emerge hoy esta cáfila.
Existían controles, fiscalizaciones, responsabilidad, respeto.

Éramos una República!

Hoy vivimos acelerados y olvidamos lo que sucedió hace diez minutos. Entonces no hay historia. Y si no hay historia no hay enseñanzas, no hay tradición, no hay orgullo…

Hoy ha muerto medio centenar de argentinos y están hospitalizados varios centenares más y nuestra Presidente se escondió bajo un felpudo… y los funcionarios que aparecen en los medios no permiten las preguntas.

Y la prensa habla de un accidente.

Y no fue un accidente, fue algo que se pudo haber evitado.

Con el simple funcionamiento de los organismos de control esta tragedia no nos habría avergonzado. Porque además de tristeza, de solidaridad, de impotencia, sentimos vergüenza. 

Y no es para menos. Tal vez lo entenderemos mejor si hacemos un "esfuerzo sobrehumano" y tratamos de recordar un episodio de hace menos de un año en el que fueron incendiados vagones de trenes en las estaciones Haedo, Liniers y Ciudadela por pasajeros enfurecidos cansados de los retrasos e irregularidades de la línea “obsequiada” a  los amigos del gobierno.

Por supuesto que desde las altas esferas se explicó que se trataba de mentiras de Clarín y La Nación y que el responsable de todo era el gremialista Rubén “el pollo” Sobrero. Y ya está, la culpa la tuvo el otro. Los que deberían haber tomado nota de las advertencias seguían contando billetes...

Resulta que este señor, con décadas de ferroviario, gritaba a los cuatro vientos que era imposible trabajar y viajar en el Sarmiento por la falta de mantenimiento de las unidades obsoletas, falta de controles y demás falencias, que en  esas condiciones la tragedia podía llegar en cualquier momento.

Por supuesto que estos comentarios irritaron al Gobierno y “El Pollo” fue acusado, procesado y encarcelado en una parodia de juicio de esos que ya conocemos de memoria.

La reacción de la ciudadanía y lo absurdo del proceso motivaron que sea liberado y declarada su falta de mérito, pero en la memoria de algunos quedó su advertencia. El material era obsoleto, no había mantenimiento y los subsidios estatales iban a los bolsillos y no a los talleres.

Han pasado nueve meses.

La tragedia no era una posibilidad remota. Todo lo contrario.

ESTO NO FUE UN ACCIDENTE.
A causa de la corrupción de algunos privilegiados, hoy hay argentinos deambulando por hospitales y morgues en busca de seres queridos.

NO LO OLVIDEMOS.

1 comentario:

  1. El estado de los ffcc en nuestro pais, es el mas cabal ejemplo de la decadencia argentina. Y ello en razón, que son los que han acompañado nuestra caida libre desde el inicio de la misma. Fueron estatizados en 1949 (o por ahi), típico caso de estupidez peronista, ya que las locomotoras se llemaban por ejemplo "justicialista" y Juan Peron, un pseudo lider nacional y popular, bautizaba algunas de los ramales ferras con los nombre de aquellos que eran denostados por lo "nacional y popular", Sarmiento, Mitre, Urquiza jaja, muy gracioso. En nuestros días, los progres, intencionadamente le achacan a Menem (el riojano hoy aliado del FPV), la destrucción de nuestro sistema ferroviario. No es cierto, es otra patraña argentina, pues Frondizi hizo lo suyo, Martinez de Hoz y sume y siga. En fin, todos hemos colaborado en la destrucción del que fue uno de los sistemas mas adelantados de america; o sea, un símbolo de la decadencia argentina, que de ser uno de los diez primeros paises del mundo, en la decada de 1940, comenzó su autodestrucción, distribucionista.

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