Debo reconocer que este ingenioso y descriptivo título no es de mi
auditoría. Lo he leído hace unos días en algún lado. Me pareció gracioso e
ilustrativo del permanente e
inconducente discurso público de la presidente.
Pero esta característica de la presidente ya dejó de ser simplemente
unas de las tantas discutibles particulares de Cristina para convertirse en una
verdadera afrenta a la población que además de ser insolente, es profundamente
agraviante.
En prácticamente todo
sus discursos se puede avizorar sin mayores problemas, la fragilidad o
directamente la falsedad de sus argumentaciones.
Cada vez que abre la boca en público pronuncia un disparate, error o
sencillamente tergiversa la realidad y en la cual el oyente fácilmente se
percata de lo engañoso o falso de lo expresado.
¿Surge todo de su febril imaginación, es pésimamente asesorada por las
pocas personas que están en su círculo más cercano, o es producto de su compulsión
irrefrenable de hablar sin pensar o meditar previamente lo que expresa?
Hace pocos días en Tecnópolis, la presidente señaló: "Estamos todo
el día trabajando y por eso nos queda poco tiempo por ahí para contestar o para
hablar". Luego agregó: "Como tenemos
que trabajar mucho, no podemos hablar tanto. Otros, como no hacen nada, se la
pasan todo el día hablando".
¡Caramba!
No puedo creer que se pasa el día trabajando.
Me
parece una contradicción con el siguiente informe: “Los 30
días posteriores a su regreso después de la operación de tiroides resultaron
relajados para Cristina Kirchner. Por los días feriados y su agenda aliviada, la Presidenta sólo tuvo 15 días de actividad
oficial. Únicamente en siete de ellos asistió a la Casa Rosada ; otros
siete permaneció en Olivos durante toda la jornada en forma exclusiva, y hubo
otro día en que la desarrolló en El Calafate.
El resto del mes, que dedicó al
descanso, los repartió en entre Río Gallegos, El Calafate y Olivos. Viajó al Sur tres veces: del 26 al 30 de enero; del 14 al
21 de febrero y desde anteayer hasta mañana.
De los siete días que asistió a la Casa Rosada , en cinco
lo hizo para encabezar grandes actos con anuncios y discursos oficiales.
Presidió otro acto público más, pero en El Calafate, el 15 de febrero. En total
fueron seis discursos, algunos con conexiones a distancia mediante
videoconferencias.” (ref.1)
En
el reciente viaje a Chile el mes pasado durante la recepción que le ofreció el
presidente chileno Piñera cuando Cristina tomó el micrófono para agradecer las
palabras del presidente trasandino, dio rienda suelta a toda su verborrea.
Estuvo largos minutos hablando de aspectos que se sobreentienden, casi dando
clase y se notaba ostensiblemente la
incomodidad de los anfitriones por la desusada extensión de sus palabras.
¿Será su soberbia, su exacerbado
narcisismo y egolatría o tendrá una neurona que no le responde adecuadamente?
Su
discurso en esa ocasión no solo evidenció su exceso verbal sino también su
falta de ubiquidad, al adoptar el rol de “maestra Siruela” de vez de agradecer
simplemente el trato recibido. Retomó los mismos conceptos una y otra vez como
si no pudiese controlar su torrente verbal.
Podría afirmar que Cristina logró
su reelección a su capacidad oratoria. Construyó un país de fantasía, irreal,
que logró convencer al 54 % de votantes, un poco más de 11 millones de
argentinos. Pero
en el país somos cerca de 42 millones de argentinos. No obstante ese
54 %, una cuarta parte de los argentinos, le permitió repetir su mandato. Pero
eso son las reglas de juego, no se puede cuestionar la legitimidad de su nuevo
mandato.
Pero no solo fue su oratoria,
sino los enormes fondos estatales disponibles para su dispendio en un desenfrenado
populismo y demagogia
Pero
los fondos se acabaron y la brillante oportunidad para la Argentina , de un entorno
económico mundial tan favorable, fue irresponsablemente desperdiciada.
Y
por otra parte, la credibilidad de la presidente, a causa de sus permanentes
inexactitudes, errores, falsedades y arteros engaños fue declinando hasta casi
desaparecer. Hoy día, ya nadie cree en Cristina. Ni siquiera esa franja tan
grande de argentinos esperanzados, ilusos, crédulos, cándidos e inclusive
militantes y partidarios del mismo oficialismo.
No
solo no se cree en la presidente sino también ella logró que no se crea en
absoluto en la
Argentina. Ni Europa, ni EE.UU., ni nuestros propios vecinos
nos creen. No
creen en lo que se dice, no creen en los índices socioeconómicos, como tampoco creen en la buena fe del
gobierno.
Pero
además en sus febriles fantasías personales expresadas en sus discursos, sus
presentaciones son cada vez más familieras, casi chabacanas y ordinarias, impropias
de una persona que ejerce tan elevada investidura. Ello ocurre no solo en sus
habituales coloquios autistas, sino en sus discursos por la cadena nacional.
Este
aspecto también es llamativo ya que la presidente hizo uso de la cadena en 25
oportunidades en el año 2011 constituyendo un verdadero record durante la
gestión de los Kirchner y batiendo su anterior performance del año anterior en
las cual utilizó la cadena nacional 22
veces.
Es evidente en esta manía el
carácter narcisista de Cristina porque en muchas de sus presentaciones el tema
no ameritaba que lo diga la presidente, pudiendo haber sido pronunciado por
algún secretario de Estado o inclusive ni siquiera un secretario, sino simplemente por el vocero
presidencial.
Pero de los temas más
importantes que afectan a todos los argentinos nunca habló: la inseguridad y la
casi descontrolada inflación.
Cuando realmente debe hablar la
presidente no lo hace y se oculta en su “bunker” en la localidad de Calafate. Como simplemente ejemplos muy recientes,
podemos mencionar la tragedia ferroviaria del ferrocarril Belgrano en la
estación Once en la cual murieron 51 personas y hubo cientos de heridos y
actualmente, su mutismo inexplicable en el increíble “affaire” de corruptela,
tráfico de influencias y otros números delitos, del alegre muchachón de la
campera y guitarra, que personalmente Cristina eligió como vicepresidente.
En
definitiva y como conclusión alguien debería informarle a la presidente el
conocido refrán popular que dice que “en
boca cerrada no entran las moscas”.
Cuando
la presidente abre la boca es casi siempre negativo para ella, para el gobierno y consecuentemente para el país.
Para
mantener el estilo de esta nota y no utilizar una palabra discordante y
desagradable simplemente utilizaré una metáfora “Presidente cuando Ud. habla se está hablando encima”.
07-Abr-12
Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL
Notas:
1.- “En
el último mes, la
Presidenta trabajó la mitad de los días”. Por Mariano
Obarrio - diario “LA NACION ”
Concuerdo en parte, pero mi pregunta es. Todos sabemos que este gobierno no le sobran luces y mucho menos es el que todos desearíamos... Ahora Quien otro? Porque lo que seria la ""oposición"" solo dice no, porque es no!! Nunca veo a la oposición juntarse y hacer algo, proponer algo!!! Es todo no porque no... Mi intriga es, ponemos a macri que es como menem que privatiza todo? A Alfonsin (que se cree el padre) y volvemos 40 años atrás en la historia? A biner que me recuerda a de la rua porque se hace el pensador pero yo que vivo en rosario se que no tiene nada de eso!! A quien ponemos???
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