viernes, 5 de octubre de 2012

HARVARD Y LOS DESTITUYENTES


Por Mauricio Ortín                                   

                         
Alguien debiera informarle a la señora presidente que la investidura presidencial está para ser respetada por todos pero, primero y fundamentalmente, para que la respete ella. No es un bien privado con el que se puede hacer lo que a uno se le da la gana. Ni el 54%, ni el 100% de los votos habilita a ello. Al respecto, no debería ser necesario aclarar que la presidente fue invitada a la Universidad de Harvard, esa gran vidriera internacional, en su calidad de presidente de los argentinos y no por sus méritos académicos personales. Luego, más que a sí misma, está representando a todos y cada uno de sus compatriotas.

A los que están, a los que estuvieron y a los que vendrán porque, lo que allí sucedió, quedará registrado y al alcance de cualquiera que disponga de una conexión a Internet. Alguien, entonces, debiera informarle a la señora presidente que ella no tiene ningún derecho de abochornar a los argentinos con semejante gratuito papelón internacional. Allí, entre otras cosas, ha mentido descaradamente ante el mundo cuando se hizo cargo de los datos falsos del INDEC (Guillermo Moreno, dejó de ser el “fusible”). Decir que la inflación actual del país es del 10% es, más o menos, como afirmar que Evo Morales y el que suscribe son rubios. Sobre todo y teniendo en cuenta que cualquier terrestre, que sepa: sumar, restar y hasta “la tabla del 2”, puede calcular el índice aproximado de inflación. Basta tomar el precio de hace un año de unos pocos artículos, promediarlos y, luego, compararlos con el promedio del precio actual de los mismos. Cálculo que, como es obvio, también pueden hacer y hacen los legisladores nacionales K. De allí -como para saber quién es quién- al entrevistar a un diputado nacional habría que comenzar con la pregunta, siguiente: ¿Usted sostiene que la inflación anual de la Argentina es del 10% o menor? Si, en su respuesta, negara tal cosa, entonces y hasta que se demuestre lo contrario, no existiría un motivo para desconfiar de él. Si, en cambio, la respuesta fuera afirmativa, entonces estamos frente a un mentiroso y no tiene sentido seguir preguntando. En consecuencia, luego no hay que votarlos. Es que, un Congreso Nacional con mayoría de mentirosos, aún elegidos por el voto, es incompatible con la democracia y con el buen gobierno. En EEUU, por ejemplo, cuando se descubre que un presidente miente estando en funciones, se le inicia inexorable un proceso de destitución.

Barack Obama, hubiese corrido ese destino si hubiera procedido con el INDEC de USA, como lo hizo Cristina Kircner con el de Argentina. El presidente, Richard Nixon, ante la certeza de ser destituido por haber mentido a los estadounidenses (una mentirilla al lado de la del INDEC) renunció a su cargo. Aquí las cosas son diferentes. El oficialismo en lugar de pedir disculpas ha salido a tildar de destituyentes a los que lo critican. Están, por lo menos, confundidos. No somos eso que dicen. En todo caso son las leyes, que prohíben los abusos del poder, las destituyentes. En este caso, es la Constitución Nacional la única e implacablemente destituyente.


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