viernes, 27 de septiembre de 2013

DE CÓMO LA IZQUIERDA GANÓ LA BATALLA POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA Y ESTÁ A PUNTO DE GANAR LA IDEOLÓGICA

por Ricardo Angoso

El cuarenta aniversario de la intervención de las Fuerzas Armadas chilenas en la vida política de su país, poniendo fin al sainete castro-comunista de Salvador Allende, ha sido presentado por la mayoría de los medios de comunicación como un "golpe de Estado" de carácter fascista y el final de una idílica experiencia socialdemócrata a manos de unos bárbaros desalmados. Pero nada es más falso que esa presentación fundamentada en estereotipos, vulgares mentiras y sitios comunes en los que suele abrevar la izquierda.


Salvador Allende nunca ganó unas elecciones tan mayoritariamente como dicen sus encendidos seguidores. Consiguió apenas un 36% de los votos y tan solo la división de la derecha le otorgó esa pírrica (y devastadora) victoria de la que tanto hablan los izquierdistas de salón y la muchachada progresista europea. Nada más llegar al poder abandonó sus ideas socialistas moderadas, se acercó peligrosamente al Partido Comunista Chileno y entabló cordiales relaciones con el régimen comunista de Fidel Castro. Fue un traidor, y que perdone el difunto, en toda regla.


Incluso "invitó" a participar en las labores de gobierno a un grupo marxista de tácticas terroristas como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que abandonó la lucha armada y el terrorismo nada más llegar al poder Allende. Luego, tras la intervención militar, volvieron a las andadas y siguieron cometiendo crímenes y atentados. Para entender bien la entidad moral y política del entonces "compañero" presidente, hay que destacar que numerosos miembros del MIR, algunos con las manos manchadas de sangre, como el fallecido en combate Miguel Enríquez, se desempeñaron durante el gobierno de la Unidad Popular -la alianza social-comunista que gobernó entre 1970 y 1973- como escoltas o miembros del esquema de seguridad del máximo líder.




De este periodo tenebroso, oscuro e incluso siniestro, pues como ocurre ahora con Venezuela el castrismo nunca ocultó su abierta injerencia en el "proceso revolucionario chileno", hay que destacar un libro de Jorge Edward, Persona non grata, un alegato valiente y contundente en contra de la tiranía cubana y sus pretensiones hegemónicas en el continente. El escritor fue nombrado embajador en La Habana por Allende y allí descubrió el juego sucio  y turbio de los hermanos Castro, líderes nunca juzgados de una alianza de grupos terroristas de orientación comunista que sembraron la inestabilidad y el terror durante casi tres décadas en la mayor parte de los países de América Latina.


Luego, con la llegada de las nuevas democracias al continente al calor del final de la Guerra Fría y la apuesta norteamericana por apoyar las transiciones en curso, la izquierda abandonó la lucha armada -si exceptuamos a Colombia, en donde todavía siguen golpeando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)- y apostó por la vía política para llegar al poder. Desarmada ideológicamente la derecha y sin ganas de dar la batalla por las ideas y la defensa de la verdad, la nueva izquierda, que seguía aferrada a las fracasadas ideas socialistas que ya habían naufragado en la antigua URSS y Europa del Este, consiguió llegar al poder a través de las urnas en casi todo el continente. Habían ganado la batalla política con la que tanto habían soñado durante lustros.

AHORA SE ESTÁ DANDO LA BATALLA DE LAS IDEAS

Sin embargo, una vez instalados en el poder, los nuevos líderes de la izquierda se dedicaron con denuedo y arrojo a la tarea de reescribir la historia. Ya lo había dicho hace varias décadas George Orwell, en su profético libro 1984 acerca del peligro del totalitarismo comunista, "quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro". Ya controlaban el presente, se habían hecho con el poder de una forma democrática y ahora había que dedicarse con ahínco a hacerse un pasado a su medida.


En Argentina, por ejemplo, los militares que habían librado la batalla contra la subversión marxista, como lo fueron los jefes de las juntas militares y los responsables de la seguridad de entonces, fueron juzgados, condenados y encarcelados a largas penas. La "reparación" a las víctimas, además, fue asimétrica. Solo se hablaban de las víctimas de un bando, mientras que aquellos que habían sufrido la violencia marxista eran sistemáticamente olvidados y casi presentados como "lacayos del imperialismo", objetivos a batir que se merecían su muerte por haber estado en el sitio equivocado. Según el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), en la Argentina hubo en la década que va de 1969 a 1979 unas 13.074 personas asesinadas, mayoritariamente por los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Hoy ningún monumento ni líder político les recuerda, son los olvidados de toda esta pesadilla que padecemos.


Luego muchos de estos movimientos de extrema izquierda, como el MIR y los mismos montoneros, fueron ensalzados y presentados como organizaciones formadas por jóvenes idealistas que sacrificaban sus vidas por unas ideas nobles y justas. Nada más falso: eran unos vulgares terroristas, como los que en el año 1976 asesinaron con una bomba a 23 personas e hirieron a otras 60 en la Superintendencia de la Seguridad Federal de Buenos Aires.

LA IZQUIERDA Y LA FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA


Se ha ocultado la historia de lo que pasó en aquellos luctuosos años y se ha engañado a la sociedad, presentado lo que no fue más que una lucha denodada contra el terrorismo como una expresión sádica y salvaje de un supuesto terrorismo de Estado. De esta forma, como señalaba Orwell"la mentira elegida pasaría a los registros permanentes y se convertiría en la verdad". Los que salvaron al país de caer en la barbarie fueron presentados como unos monstruos sin escrúpulos en la "neolengua" de esta izquierda rencorosa y vengativa.

El problema es que esta batalla ideológica de la izquierda está dando sus frutos en todo el continente, y la manipulación se hace presente también en Brasil, Chile, Colombia, Uruguay y en casi todas las naciones latinoamericanas. Se está tergiversando y manipulando la historia en aras de legitimar a estos regímenes políticos y de mostrar que la izquierda, sin renegar a su vocación hegemónica, siempre ha sido la garante y la portadora de los grandes valores de la humanidad. 


Mientras la izquierda sabe hacia donde apuntar, sin errar el tiro y de una forma certera, el centro-derecha del continente parece mirar hacia otro lado, renuncia a defender la verdad y mantiene una pusilanimidad casi rayana en la cobardía frente a este proyecto de carácter totalitario en ciernes. Resulta indignante como en casi toda América Latina no haya habido protestas contra el ejercicio de fraude electoral manifiesto llevado a cabo por el sucesor del difunto sátrapa Hugo Chávez, Nicolás Maduro, y que casi nadie haya prestado su apoyo a la endeble oposición democrática venezolana.


He dicho casi todo el continente, pues todavía nos queda la honrosa excepción del ex presidente colombiano Alvaro Uribe, enemigo declarado de este izquierdismo que nos invade y del riesgo de caer en el totalitarismo marxista aún hoy. Venezuela es la mejor demostración del que el peligro sigue vivo, permanece entre nosotros y sigue dispuesto a atacar nuestros valores y principios. ¿Seremos capaces de dar la batalla de las ideas y derrotarlos?

NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.

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