El proceso
preelectoral hondureño se está complicando, cuando a primera vista no tenía que
ser así y todo parecía previamente controlado, incluso precocinado, tranquilo.
Pero la política no es una ciencia cierta, ni certera, y ahora en los sondeos
vuelve a aparecer -contra todo pronóstico- el peligro castrochavista, esta vez
encarnado en ese monstruo del surrealismo y el esperpento, en versión caribeña,
que es la esposa del anterior bufón de corte. Se trata, ni más ni menos, que de
Xiomara Castro de Zelaya, cuyo principal mérito reside en haber sido Primera
Dama en el gobierno más siniestro, turbio, corrupto y tragicómico de la
historia reciente de Honduras.
Pero es que, como
diría Carlos Marx -no Groucho, no sea que se vayan a confundir los Zelaya,
Rodas y compañía-, la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y
la segunda, como farsa. Algo parecido sucede en Honduras. Si la presidencia de
Mel Zelaya (2006-2009) acabó en la intervención institucional en favor del
cambio político en la persona del presidente del legislativo, Roberto
Micheletti, esta campaña electoral, para suceder al inepto y fracasado
políticamente Roberto Lobo, parece que va a terminar en el peor de los
escenarios si las encuestas no se equivocan y el pueblo hondureño no evoluciona
a tiempo. ¿Reaccionarán los hondureños y cambiarán el viento de los sondeos que
soplan a favor de Xiomara?
El sainete hondureño,
que comenzó cuando el difunto Hugo Chávez puso en el punto de mira a este
pequeño país como "punta de lanza contra el imperio", no tiene fin y
no quiere concluir nunca. La pretensión de los países bolivarianos, un bloque
en plena descomposición y en crisis tras la sucesión en falso de Nicolás
Maduro, de reconquistar Honduras tiene fundamentos lógicos. Serviría para apuntalar
a Maduro al frente de Venezuela, legitimar la decrépita Alianza Bolivariana
para los pueblos de Nuestra América (ALBA) y crearle problemas a los Estados
Unidos, la obsesión permanente de los hermanos (y tiranos) Castro de La Habana
y la "pléyade" payasesca de Caracas. Los Castro siguen al frente del
timón de la isla-prisión de Cuba y ahora controlan la caja del petróleo
venezolano, una amenaza conjunta para la región que no debe minusvalorarse.
PELIGROS
REALES PARA HONDURAS
Y es que el problema
real es que los cuatro años de Lobo no han pasado en balde y no ha dejado a
nadie indiferente. El presidente Lobo, junto con su corte de aduladores a
sueldo, inútiles asesores y torpes ministros, es el principal responsable de lo
que está ocurriendo. Pero también hay una responsabilidad en el fracaso total de sus políticas en todos
los órdenes. Nada bueno ni nuevo que destacar, un fiasco que no admite
maquillaje.
Los hondureños están
cansados de la inseguridad creciente, de la pobreza alarmante, de la corrupción
galopante y un sinfín de lacras que en estos cuatros años de desgobierno de
opereta lejos de atajarse no han dejado de reproducirse como una metástasis que
amenaza con una lenta pero inexorable defunción. No olvidemos que el presidente
Lobo es uno de los mandatarios latinoamericanos peor valorados de todo el
continente.
La agonía del país se
constata en el día a día y se manifiesta en el descontento del pueblo hacia los
políticos tradicionales, lo cual reflejan fielmente las encuestas. Tanto
liberales como nacionalistas aparecen muy mal valorados en todos los estudios y
sondeos de opinión, algo que, paradójicamente, ha favorecido a la heredera
política, Xiomara, del político más corrupto de la historia reciente del país:
Zelaya. Incluso políticos honestos, como el liberal Mauricio Villeda, que al
principio aparecían como favoritos y la esperanza para este país abatido y
arruinado, hoy se sitúan en puestos secundarios en la carrera electoral y con
escasas posibilidades de remontar los más negros augurios.
La única perspectiva
de que la actual tendencia electoral se revierta es que el candidato de los
nacionalistas, Juan Orlando Hernández, se recupere en los sondeos y llegue a
superar en votos el 24 de noviembre a Xiomara. El resto de los candidatos,
incluido Villeda, ya no tienen ningún posibilidad de superar las adversas
tendencias electorales que les pronostican los sondeos, ya que apenas queda un
mes para las elecciones y el ambiente de polarización social y política entre
el nacionalista y Xiomara va en aumento a medida que se acerca tan importante
convocatoria electoral.
¿Y
SI GANA XIOMARA QUÉ OCURRE?
¿Y qué ocurriría de
ganar Xiomara las elecciones? Es evidente que sería el regreso encubierto de
Zelaya y sus antiguos aliados al poder. En primer lugar, tras haber sido
desplazados por la fuerza del gobierno, los antiguos partidarios del depuesto
presidente se tomarían la justicia por su mano y la administración, incluidas
las Fuerzas Armadas, la carrera diplomática y otros ámbitos, sería purgada de
aquellos elementos que tomaron partido
por Micheletti. Zelaya no paga traidores, obvio.
Después, y en segundo
orden pero no en menor importancia, el país volvería al redil bolivariano y se
alejaría de la esfera de los intereses norteamericanos y occidentales, tal como
ha ocurrido en todos los países bajo la órbita de la ALBA y, más concretamente,
de Caracas. El petróleo de Caracas sigue comprando voluntades y ganando
adhesiones políticas, pese al creciente desinterés del Departamento de Estado
norteamericano hacia los asuntos de su antaño patio trasero. Y, en tercer
lugar, esta victoria significaría el regreso de los antiguos izquierdistas y
abiertamente comunistas, como la ex canciller Patricia Rodas, al poder y el
cumplimiento de sus nunca ocultados planes de cubanizar el país.
Aparte de estas
consecuencias geoestratégicas a las que me refería antes, para Honduras,
además, significaría el regreso de una forma de hacer política basada en el
nepotismo, la corrupción, la mentira, el pago de favores, la subversión del
sistema político y constitucional -al estilo de Nicaragua- y, por supuesto, el
abandono de las formas democráticas.
No debemos de obviar
que Zelaya fue destituido por las instituciones políticas representativas
hondureñas por haber quebrantado las Leyes de la República y la Constitución.
En Honduras, pese a lo que digan Telesur, la CNN y Gramma, nunca hubo un golpe
de Estado, sino una intervención cívico-militar para poner las cosas en su
sitio y evitar que el país cayera en una dictadura encubierta el estilo de la
que viven hoy Venezuela y Nicaragua. El verdadero golpe de Estado fue el que
pretendía dar Mel Zelaya el 29 de junio del año 2009, imponiendo la cuarta urna
y legitimando, de una forma ajena a los usos democráticos, su reelección. E
instaurando un sistema político contrario a los intereses de los hondureños y
nunca refrendado a través de las urnas. Ahora, de nuevo, esa amenaza gravita
sobre el futuro democrático de Honduras y,quizá, ni los mismos hondureños lo
saben. Veremos qué pasa en las próximas semanas.
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