miércoles, 9 de abril de 2014

CANSADOS DE LLORAR

El escenario

En el ajedrez, como en la vida, existen situaciones en las que es imprescindible actuar pero no hay movimientos posibles sin que se produzca alguna pérdida.  En el ajedrez esa posición se llama zugzwang y en la vida, dilema.


En  anteriores análisis señalábamos justamente el dilema que enfrentaba el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner creado por la comisión y el pertinaz mantenimiento de gruesos errores conceptuales, ideológicos y prácticos luego de diez años de gestión.   Por un lado, de continuar con las mismas premisas, el colapso económico era ineludible y se le abría la perspectiva de ser el primer gobierno justicialista en dejar anticipadamente el poder sin haber sido objeto de un golpe de estado. Por el otro, para poder mantener el equilibrio era necesario aplicar medidas  económicas de corte netamente ortodoxo que habían sido largamente denostadas durante toda la era “kirchnerista”. En síntesis, o se hundían con sus banderas dejando las medidas antipáticas para el siguiente presidente  o tiraban por la borda toda su insensata prédica y asumían el costo político y social de lo que se denomina en la jerga como “el ajuste”.


La señora presidente optó por lo práctico, quizás porque una salida prematura la dejaba expuesta junto a todos sus funcionarios a una persecución legal que asomaba como una seria amenaza inmediata. Así sus ministros  y secretarios de estado avanzaron con una devaluación del treinta por ciento, subieron las tasas de interés, reconocieron los valores de una galopante inflación  y ahora están en la tarea de disminuir los subsidios y bajar los sueldos promoviendo aumentos en las paritarias muy por debajo de dicha inflación.  En el ámbito externo salieron a la búsqueda de préstamos e inversiones para  lo que  acordaron pagar las acciones de YPF a REPSOL  transformando la confiscación en  expropiación, cumplieron fallos de tribunales internacionales como el CIADI,  prometieron una vez  más saldar las deudas con el Club de París y dejaron de cuestionar a la justicia internacional en el juicio promovido por los tenedores de bonos que  no aceptaron los canjes.

Por cierto que cada una de estas medidas traicionó alguno de los principios del modelo de enfrentamiento al mundo y a la ortodoxia económica sostenidos hasta el presente  y a los que la señora presidente había exaltado hasta el paroxismo. El infantil recurso de usar nombres rebuscados y eufemismos tales como “deslizamiento cambiario” por devaluación  o  “redistribución de beneficios” por quita de subsidios, no engaña a nadie  y ni siquiera rescata la dignidad de reconocer lealmente los errores. Lo cierto es que ahora el gobierno deberá enfrentar las consecuencias sociales de ese ajuste que aumentará el desempleo, empobrecerá a la sociedad disminuyendo su poder adquisitivo y le quitará muchos apoyos comprados, que se irán junto con las banderas de una revolución que nunca fue y el sueño de una prosperidad hecha de cifras dibujadas.


En este nuevo escenario los golpes de efecto mediático y los anuncios distractivos han perdido eficacia. Los sindicalistas de dos centrales no oficialistas y de muchos gremios cuyas cúpulas adscriben al gobierno  ya han anunciado un paro para el jueves 10 de abril que apunta a marcar no solo el inconformismo salarial sino también el rechazo general al cambio de  rumbo de la economía. Tampoco queda espacio para iniciativas de fuerte trasfondo ideológico como son las modificaciones  al Código Civil y sobre todo al Código Penal. Este último, escrito bajo la nefasta impronta de tendencia abolicionista del Juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, llega con sus propuestas de disminución de penas y desaparición de la figura de la reincidencia en el momento en que la sociedad argentina se muestra más sensible a la ola de crímenes  y delitos de todo tipo, incentivados por la impunidad y el crecimiento del tráfico y consumo de drogas.

La inseguridad


Es en estas circunstancias que aparece un fenómeno nuevo y preocupante. La sociedad, cansada de llorar sus muertos y sus víctimas, ha reaccionado en diversos casos  respondiendo al ataque de los delincuentes en forma colectiva y violenta, materializando una figura a la que los medios han coincidido en llamar en forma generalizada como “linchamiento” aunque de hecho solo en uno de los casos registrados se llegó al extremo de la ejecución del delincuente,  quedando el resto de las ocasiones en meras golpizas. Tuvo particular repercusión el caso del ladrón  detenido con la participación del actor Gerardo Romano, que impidió luego una agresión sobre el mismo y motivó a la damnificada por el robo a presentar la denuncia en sede policial,  solo para comprobar asombrado que el delincuente atrapado en flagrante delito fue liberado apenas 12 horas después del hecho.  Esta circunstancia fortaleció  en el imaginario  colectivo la idea de que la justicia es inoperante, cuando no cómplice y que el aparato legal tiende más a la protección de los derechos de los delincuentes que a los de sus inocentes víctimas.

Con estos antecedentes ha surgido un debate, de tono  esencialmente político, acerca de la calificación y la justificación moral del linchamiento, recordando la inmortal novela Fuenteovejuna de Lope de Vega, publicada en el siglo XVII, en que una población, actuando en masa, lincha a un abusivo comendador y es perdonada por los reyes ante la justicia de su causa. La discusión es un tanto ociosa porque no cabe duda de que matar  a una persona, actuando entre varios y golpeando a la víctima aun después de que ha dejado de  defenderse, es absolutamente censurable aunque se trate de un delincuente. La cuestión de fondo es por qué ha estallado esta forma de reacción colectiva ante el delito cuando naturalmente los ciudadanos son remisos a comprometerse y asumir el riesgo de enfrentar a delincuentes que en muchos casos están armados y son hábiles contendientes.


La respuesta más inmediata es que el nivel de criminalidad ha superado el límite que nuestra sociedad está dispuesta a soportar, que se desconfía masivamente de la presencia y la aptitud del  Estado  para proteger a la ciudadanía y que se ha instalado la convicción de que los ciudadanos estamos solos ante el delito y de que solo podemos protegernos los unos a los otros venciendo nuestros miedos y nuestra indiferencia. Terrible convicción que nos retrotrae a tiempos bárbaros y reacciones tribales.

El efecto de estos estallidos de violencia ha sido contundente. La señora presidente, que durante años omitió cualquier referencia a la desbordante inseguridad, ahora se sintió obligada a hablar acerca de la violencia aunque con expresiones que parecen justificar la desvalorización de la vida humana que demuestran los delincuentes a partir de su situación de exclusión. Exclusión que, luego de más de diez años de gobierno de la fuerza política que encabeza, solo puede ser atribuida a su incompetencia para modificar las condiciones de vida de la población.


El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, reaccionó en cambio pensando en su futuro político y salió a decretar la emergencia  en seguridad y a prometer la asignación de fondos que hasta hace una semana eran inexistentes.

En el año 2007 en la alianza que Nueva Unión Ciudadana integró con el Partido Federal y que llevaba a Juan  Carlos Blumberg como candidato a gobernador  y diputado en la Provincia de Buenos Aires, teníamos entre nuestras propuestas la declaración de la emergencia en seguridad. Transcurrieron siete años de ver caer   muchas víctimas de la violencia delictiva y de sufrir la burla de oír hablar de la “sensación de inseguridad” para que ahora, el hartazgo de la sociedad traducido en la violencia del “linchamiento” hiciera súbitamente despertar a los gobernantes. Su negligencia no tiene perdón. La cobardía política para reconocer la realidad que su jefa política negaba no será olvidada. Aunque tarde, es importante que entiendan que para que cesen las violentas reacciones ciudadanas, el camino idóneo es frenar a la delincuencia y priorizar los derechos del ciudadano que cumple la ley sobre los que eligen violarla y delinquir.

La Política

En el plano político vemos más propuestas de candidaturas presidenciales que propuestas programáticas.  Entre las figuras y los espacios más afirmados observamos a Daniel Sicoli, cada día más identificado como sucesor del kirchnerismo, a la Alianza UNEN  como impulsora de un progresismo muy parecido al del Frente para la Victoria  pero con la promesa de ser menos autoritario y menos corrupto, a  Sergio Massa diferenciándose del gobierno en sus actitudes pero sumando a figuras que hasta ayer eran oficialistas lo que también recuerda a su marca de origen y a Mauricio Macri, quizás el más representativo de “lo nuevo” pero sin manifestar una línea ideológica que permita predecir cuáles serán sus verdaderas políticas de Estado.  El tiempo y particularmente la actitud de una sociedad que se ha cansado de llorar y que ha pasado a la acción, obligarán a que todos se definan y muestren sus cartas ocultas, lo que nos permitirá evaluar si podemos mantener viva la opción de la esperanza.

Desde nuestro espacio político seguimos planteando claramente cuáles son los principios y valores nacionales  y patrióticos que nos impulsan y esperamos para apoyar a quien los represente más clara y nítidamente.

Juan  Carlos Neves, Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.org

NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.





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