viernes, 5 de septiembre de 2014

UN PREMIO CON UN SIGNIFICADO MUY ESPECIAL

Editorial I

La ceremonia de entrega de los Premios Bunge y Born ofreció esta vez un gesto emotivo y esperanzador frente a las heridas por la violencia de la década del 70

Los premiados, Juliana Cassataro y Gabriel Rabinovich, 
flanquean a Jorge Born (h). Foto: Fundación Bunge y Born

La reciente ceremonia de entrega de los Premios Fundación Bunge y Born, los más prestigiosos del país en el ámbito de la investigación científica, volvió a ser, como en ediciones anteriores, un magnífico escenario que nos recuerda, especialmente en tiempos difíciles, la feliz perseverancia de valores que le dan identidad a una sociedad: talento, planificación, trabajo en equipo, innovación, respeto por las normas y la serena confianza en un futuro mejor. La ceremonia expresa la coherencia de una fundación que desde hace más de cinco décadas, sin importar la orientación de cada gobierno, viene apoyando la formación de investigadores y el desarrollo del conocimiento.

El prestigio del premio se basa tanto en una evaluación rigurosa confiada a un jurado internacional de figuras notables como en la talla de las personalidades que lo recibieron. Bastará con decir que a lo largo de su trayectoria lo obtuvieron Luis Federico Leloir, Alfredo Lanari, Eduardo de Robertis y Alfredo Pavlovsky, entre tantos otros que contribuyeron a trazar los cimientos de la actividad científica en el país.

Gabriel Rabinovich

En esta ocasión, el premio "mayor" fue para el doctor Gabriel Rabinovich, de 45 años, que en 2005 ya había recibido el Premio Estímulo. Se le concedió por sus contribuciones inestimables en la formación de recursos humanos y por los brillantes avances que logró en el conocimiento de la biología del cáncer y las enfermedades autoinmunes, así como en el desarrollo de estrategias para tratarlas que ya atrajeron el interés de compañías internacionales.

La galectina-1

Nacido y graduado en Córdoba, la trayectoria de Rabinovich es destacable en un amplio sentido. Se doctoró y realizó íntegramente todos sus trabajos en el país y, desde 1992, comenzó a estudiar la galectina-1, una proteína que en esa época era prácticamente desconocida. En otras palabras, además de impulsar el conocimiento de esta inesperada "piedra Rosetta" que cumple funciones clave en el crecimiento de los tumores y en la modulación de la respuesta inmune, contribuyó a la formación de decenas de jóvenes investigadores en todo el país. Hoy, esos trabajos pioneros, publicados en algunas de las revistas más destacadas del escenario científico internacional, permiten entrever nuevas vías de tratamiento. Se cierra el círculo: de la ciencia básica a la ciencia aplicada.

Juliana Cassataro

El Premio Estímulo a Jóvenes Investigadores fue para Juliana Cassataro, bióloga formada y graduada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Lo recibió por sus avances en el desarrollo de vacunas contra la brucelosis, particularmente, por sus estudios de moléculas que pueden ser utilizadas como "adyuvantes" o estimulantes de la inmunidad oral. En Juliana convive una fuerte vocación por la ciencia con una historia conmovedora. En 1977, cuando tenía tres años, sus padres fueron detenidos desaparecidos y pasó varios meses en un asilo, junto con su hermana menor, hasta que la encontraron sus abuelos. Es madre de dos hijas y agradece cada día las oportunidades que le ofrece el sistema científico nacional.

Dr. Lino Barañao

Hacia el final de la ceremonia, el discurso de Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, fue interrumpido con aplausos. Era un reconocimiento a su gestión, al apoyo de años a los investigadores y a su convicción de que no es posible mantener una política de ciencia a largo plazo en La Argentina sin contar con el aporte económico del sector privado.

El momento más emotivo llegó, sin embargo, cuando Jorge Born, hijo de un empresario secuestrado por Montoneros, y Juliana Cassataro, hija de miembros de esa organización, se unieron en un abrazo. Ese instante constituyó todo un símbolo de la esperanza de concordia y reconciliación ante las profundas heridas que dejaron los trágicos años 70. La noche dedicada a exaltar los logros de la ciencia y a quienes los hacen posibles se transformó así en un inolvidable.

"Yo rezo por ustedes... recen por mí"



NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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