miércoles, 29 de octubre de 2014

¡OH DERECHOS HUMANOS…!


26 de octubre de 2014                                            
Por Mauricio Ortín

Un confirmación más de que los miles de acusados por crímenes de lesa humanidad son víctimas de persecución estatal ajena a toda justicia, es el acoso que sufren por parte del gobierno provincial de Juan Manuel Urtubey y del municipal de Miguel Isa los antes acusados y ahora condenados en el juicio sustanciado por la “causa Metán”. Ello así, porque días antes de que los jueces dictaran sentencia, el gobierno provincial y el municipal en forma conjunta y a través de un afiche ampliamente difundido, convocaron a los ciudadanos a la ciudad judicial a una especie de acto festivo para celebrar el fallo “histórico” que dictaminaría el tribunal. Hasta ahí, el “pan y circo” que nos tienen acostumbrados los kirchneristas. Pero, hay más y de castaño a oscuro. Pues resulta que en dicha convocatoria el gobierno provincial y el municipal,  identificando a los acusados con foto, nombre y apellido los llamó “genocidas” y, además, solicitó para ellos la pena de “prisión perpetua y cárcel efectiva”. Al respecto, opino que debe observarse  lo siguiente: 1) El Poder Ejecutivo (nacional, provincial o municipal) no debe, bajo ningún concepto, injerirse en otro poder del Estado y presionar a los jueces convocando a los ciudadanos al edificio de la Ciudad Judicial con la consigna de que el fallo a escuchar y dictarse deba ser de cadena perpetua para los acusados; 2) En dicho juicio nadie fue acusado y menos condenado por el delito de “genocidio”. Semejante descalificación gratuita e injuriosa del Poder Ejecutivo a ciudadanos constituye un acto deleznable de persecución política; 3) El dinero de los contribuyentes no está para solventar afiches o campañas del gobierno que tienen como objetivo atormentar y condenar socialmente a ciudadanos o “apurar” a jueces; 4)  Estigmatizar con falsas afirmaciones a los acusados a través de la propaganda incita al odio y a posibles actos de violencia hacia ellos  y hacia sus familiares; 5) Ser condenado no implica perder la condición de persona y ser sujeto de derechos humanos.  El Poder Ejecutivo, llamándolos “genocidas” viola flagrantemente tales derechos; 6) La circunstancia desgraciada de que, por el Gobierno de la Provincia de Salta, firmen la convocatoria el Ministerio de Derechos Humanos y la Secretaría de Derechos Humanos torna  aún  más deplorable el hecho. Porque una cosa es que les paguemos suculentos sueldos a inútiles que no saben hacer nada y nada hacen y, otra mucho peor, que se lo paguemos a inútiles que hacen daño; 7) Celebrar sentencias condenatorias convocando a actos masivos con el cantante Víctor Heredia como atractivo tiene que ver con cualquier mamarracho, menos con la justicia.


En la Argentina las cosas, lamentablemente, son así todos los días. No es de extrañar entonces que el atropello perpetrado ni siquiera haya sido advertido por la oposición, la prensa, la Iglesia, la universidad, los abogados o el resto de las fuerzas vivas “¡Al enemigo, ni justicia!”, decía un señor. Pues bien, ser acusado de crimen de lesa humanidad es pasar, en un santiamén, de la condición de sujeto de derechos a enemigo para la “justicia” y maldito para la sociedad y sus instituciones. Eso sí, todo en nombre de los “derechos humanos” (parafraseando a madame Roland[1] camino a la guillotina: “¡Oh Derechos Humanos, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”)



[1] Marie-Jeanne Roland de la Platiere (17 de marzo de 1754 – 8 de noviembre de 1793), también conocida como Manon Roland, Jeanne Marie, Manon Phlipon, Madame Roland o Marie-Jeanne Phlipon, fue junto con su marido Jean-Marie Roland de la Platière una señalada partidaria de la Revolución francesa y un influyente miembro del grupo girondino. Murió en la guillotina durante el Terror.
El 8 de noviembre de 1793 fue conducida a la guillotina. Antes de colocar su cabeza en el cepo, se inclinó ante la estatua de arcilla de la Libertad situada en la Plaza de la Revolución (actual Plaza de la Concordia) y pronunció la famosa cita por la que es recordada: ¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

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