jueves, 26 de julio de 2018

AL FIN SE DIERON CUENTA…


EDITORIAL

Luego de tener un 9 de Julio sin desfile militar, parece que el Gobierno se dio cuenta de que las Fuerzas Armadas aún existen y que sería lógico no solo darles un lugar, sino el que merecen. Pero una cosa es amagar y otra distinta golpear.


La ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, dijo: "Es hora de que las Fuerzas Armadas dejen de ser los hombres de la Dictadura". Podría tener sentido si uno supone que las Fuerzas Armadas pudieron ser de alguien más que de la Nación Argentina, pero la verdad es que esto forma parte de una vergüenza con que se ha lastrado a la democracia desde el inicio de su restauración. Una de las tantas mentiras, que repetidas una y otra vez, pretenden convertirse en verdad. Tampoco ayudan las palabras del Presidente al hablar de "las Fuerzas Armadas de la democracia". De aceptarlo así estaríamos -¡otra vez!– negando a quienes lucharon en Malvinas y -¡un poco de Historia, por favor!– a aquel ejército que nació el 29 de mayo de 1810, cuando ni siquiera éramos Nación y mucho menos democracia.

Sería bueno que el Presidente y todos los políticos pensaran en las palabras de José Miguel Insulza Salinas, político, abogado, académico e investigador chileno, miembro del Partido Socialista quien, cuando era Canciller de Chile, frente a quienes querían querellar –algunos de ellos de su partido– a las Fuerzas Armadas de su país, dijo: "Nadie se equivoque, si hay que juzgar será a algunos hombres, las Fuerzas Armadas de Chile pertenecen al pueblo del que se nutren y son de la Nación que protegen, son Chile".

Sucede que en nuestro país ningún político, en su innata hipocresía, se arriesga a hacer un cálculo de qué sería de su vida –en caso de haber sobrevivido– si las Fuerzas Armadas no hubiesen combatido a la subversión. Bastante mal le fue a Raúl Alfonsín con su niveladora teoría de los dos demonios, tratando de sacarse el problema de encima. Sus aliados de la izquierda lo objetaron y desautorizaron. Era necesario que las Fuerzas Armadas tuvieran un escarmiento si no se las podía eliminar y que se preservase la legalidad de los terroristas devenidos demócratas. Cada uno de los presidentes siguientes, hizo lo suyo por menoscabarlas, dañar su imagen y frustrar a las nuevas generaciones que conformaron los cuadros de oficiales y suboficiales. La Argentina había vuelto a la democracia pero para hacerlo le dieron la mano a quienes quisieron transformarla en un estado totalitario y condenaron a quienes la libraron de aquella suerte.

Ahora, el gobierno que no acierta una, pretende con titulares importantes rediseñar la función de las Fuerzas Armadas. No pretendemos ser derrotistas, pero en medio de una crisis económica, asignándoles el 0,8% del presupuesto en todo concepto suena ridículo inventar lo que no se puede hacer.


Si luego de todo el "plan" pergeñado, aparecen tres o cuatro descolgadas hijas de desaparecidos hablando contra el proyecto y la ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, como defensa del decreto sobre las Fuerzas Armadas tiene que declarar "no va a haber ningún militar en ninguna calle de ninguna ciudad del país", para dejarlas tranquilas, estamos verdaderamente en el horno.

El ministro Aguad no es nuevo en el tema de Defensa, pero también ha sido lastimoso en sus apreciaciones al decir que "no va a haber ningún militar en ninguna calle de ninguna ciudad del país", ¿qué son, leprosos, radiactivos, contaminantes? ¿El ministro se avergüenza de aquellos que comanda?

Tampoco fue muy feliz al considerar que "no se puede condenar eternamente" a las instituciones castrenses. Lamentable que un ministro considere que se puede condenar momentánea o eternamente a una institución que nació con la Patria, pero al menos, finalmente, se dieron cuenta que tienen Fuerzas Armadas.

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