miércoles, 12 de diciembre de 2018

¿ES LA ARGENTINA UN ESTADO POLICIAL?


“El hecho entonces es -expuesto con crudeza- que los jueces de la Corte, menos uno, han enviado un mensaje que debiera hacer temblar a todos los argentinos: ellos creen que puede haber en la Argentina personas a las que, según su arbitrio, se las puede privar de todo derecho, incluidos los que la Constitución nacional y las mismas declaraciones universales reconocen a todos los seres humanos. En suma, basta que estos jueces se lo propongan, para que una o más personas sean reducidas a la condición de parias, excluidos, indignos, comparables a los esclavos de la antigüedad”.
*Declaración de la Asociación Civil Abogados por la Justicia y la Concordia*


Es esta una pregunta hecha con la malicia suficiente para desconcertar a quien sea que deba responderla. Comparada la actual organización política del estado con la que dominaba el anterior y, por extensión, con cualquier otra estructura peronista, suponemos que lo que se ve en superficie es pura calma y respeto. En principio nadie parece ser perseguido por sus convicciones o ideas, tanto que cualquier desquiciado puede decir por radio o televisión lo que se le ocurra sin que siquiera el Comfer lo llame al orden por sus guaranguerías políticas.

Además, salvo que el régimen fuera una copia fiel del nazismo alemán o del comunismo soviético, definir un estado policíaco -tan fácil en la teoría como difícil en la práctica- tiene que ver, principalmente, con aquellos que, por causas diversas, lo sufren sin estar por eso incorporado en conciencia a la sociedad. Así, es probable que un ciudadano chino común se ría de aquellos que definen al régimen de la República Popular China como un estado policial ya que hoy pueden moverse por todo el territorio sin, como era norma antes, salvoconducto ni autorizaciones y en general no son molestados por sus opiniones salvo que sean católicos o pertenezcan al Falun Gong[1]; como ambos colectivos son minorías en un país de mil millones de habitantes, se entiende esta opinión.

 

De cualquier manera la malicia, perfidia o simplemente mala leche de la pregunta no  reside en la pregunta en sí sino que si alguien la hace, con conocimiento de hechos sucedidos, es porque hay algunos, o muchos, que son perseguidos por sus ideas,  por su actividad, aunque no haya en ella nada delictivo, o por un posible pasado al que hoy ciertos sectores lo consideran punible por cuestiones políticas. No creo que hoy, al menos por lo que se ve, repito, en superficie, se persiga a nadie por sus ideas políticas ya que sobran estrafalarios pasquines al estilo de Página 12 o Barcelona que  nacen, crecen y mueren, aunque algunos perviven sin que sus redacciones sean allanadas y sus escribas presos, y en la web pululan cientos de este tipo de páginas, la mayoría de efímera existencia.


No obstante, aunque se lo quiera negar, aunque la basura sea barrida bajo la alfombra, hay gente que sí es perseguida; concretamente son aquellos que, más de cuarenta años atrás por un mandato constitucional y vistiendo uniforme debieron empuñar las armas para derrotar a un enemigo que había declarado la intención de hacerse, a pura bomba y asesinato, con el poder en Argentina.

Toda esta persecución, acompañada por la prevaricación de jueces y el acoso y la venganza de agrupaciones y personalidades políticas que lo comenzaron como una cuestión de vindicta pública hasta que descubrieron, con el anterior gobierno, que  se les abría un millonario negocio, sigue hoy  ante las propias narices del actual presidente -y muchas veces con la colaboración desembozada de algunos de sus colaboradores- que por ineptitud, comodidad y cobardía las deja seguir adelante. Hoy el aparato del estado trabaja para ello, provee fondos para que organizaciones cripto-terroristas, “madres”, “abuelas” e H.I.J.O.S., entre otras muchas sean gratificadas con largueza desde los erarios nacionales y provinciales.

No volvamos a retorcer el cuchillo en la vieja herida de la mentira de aquel que proclamaba “que acabaría con el curro de los derechos humanos”, ni nos preocupemos porque debamos soportar a un  pelado ridículo que ejerce de guía turístico en el “parque de la memoria” e invita, cada tanto, a tirar flores al río a visitantes “ilustres” mientras les cuenta que él también es un hijo de desaparecido, aunque la realidad sea que  todo lo que le sucedió al padre en cuestión en marzo del ’76 fue estar demorado diez días en la comisaría 17ª.

Lo que si debe preocuparnos es lo que meridianamente describen los Abogados de Justicia y Concordia en su declaración referida a la decisión del 2 X 1 dictada por la CSJN y que desde mucho antes de esta de esta declaración se haya ido creando un estado cuasi autónomo dentro del estado nacional el que, mediante sus esbirros -periodistas soplones, testigos falsos remunerados y jueces prontuariados- ya no se limitan a perseguir a quienes debieron combatir entre 1973 y 1979 a la subversión. Siempre en la búsqueda de fama ilegítima y de hacer inagotable un negocio espurio, algunos de estos peligrosos payasos se sienten con derecho a enlodar, amparados en la farsa provechosa que sigue hablando de desapariciones y torturas, la Gesta de Malvinas y el Combate de La Tablada.

Dadas estas condiciones -donde la palabra de cualquier zurdo falsario, guionada por un fiscal del “palo” es escuchada con deferencia por alguno de estos jueces que han embaucado a los argentinos con sus simulacros judiciales- es más que probable que los oficiales y suboficiales que combatieron en Malvinas o en La Tablada, por el solo hecho de haber pisado esos lugares de combate sean condenados en masa, mientras un gobierno cobarde transa con los  que otrora atacaron a la República y que hoy, entre bambalinas, son los que la manejan.

Jose Luis Milia

Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.






[1] Falun Gong (literalmente ‘práctica de la rueda de la ley’, en español), también conocido como Falun Dafa, es una disciplina espiritual introducida en China en 1992 por su fundador, Li Hongzhi. Se basa en los principios de "verdad, benevolencia y tolerancia" y combina la práctica de la meditación y ejercicios con filosofía moral. Se identifica como una práctica de qigong de la escuela budista, aunque sus enseñanzas también incorporan elementos extraídos de las tradiciones taoístas.

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