viernes, 13 de septiembre de 2019

OTRA VEZ EL PERONISMO


09 de septiembre de 2019

Es seguro que solo con leer el título me saltarán a la yugular aquellos que pertenecen a esa especie política, sentimental y desorientada, que se mueve por los intersticios de la política sin que nadie los tome en serio, y menos en su partido, y que se autodenominan “los verdaderos peronistas de Perón”. Esos que podríamos denominar los NyC (nacidos y criados) del movimiento, los que su canción de cuna fue “la marchita” y que aprendieron a leer diciendo “Perón me ama”. Hombres y mujeres con un linaje peronista impoluto y que, quizás por esto, jamás pudieron tomar parte en la decisiones, traiciones y ruindades que en nombre del “general”, cometen casi a diario sus seguidores sea cual sea el nombre de fantasía que en ese momento tenga el movimiento nac & pop.


Es que es bastante probable que el peronismo vuelva al gobierno y sin duda alguna me dirán los NyC, por enésima vez, que ni los Fernández, ni Kicillof, ni la Magario ni ninguno que se monte al circo actual que hoy se llama “Frente de Todos” son peronistas. Probablemente sea cierto, pero eso refuerza mi tesis que “los verdaderos peronistas de Perón”, si es que existen, solo han quedado para derramar una lágrima recordando cómo sus abuelos se refrescaron las patas en las fuentes de la Plaza de Mayo.


Creo que nadie ha entendido cual era la bellaquería intrínseca del peronismo. Quizás  habría que buscarla en la manera en que “El Líder” reclutó a su gente y en la versatilidad ética que le impuso a su movimiento. No hablemos de los que vislumbraron con sincera honestidad que -mejoras pero también dádivas mediantes- su vida cambiaría; al fin y al cabo quienes poblaron la plaza el 17 de octubre eran solo eso, ilusionada carne de plaza que esperaba una reivindicación ineludible y decididos a entregar con amor y lealtad, cual una virgen de barrio, su himen al “seductor”.


En realidad no es de estos de quienes debemos hablar; sobre quienes debemos poner la mirada es sobre aquellos que -un día de mago, varita mágica y conejo en la galera-  despertaron como “dirigentes peronistas”. Una inmensa runfla de interesados en canonjías baratas y de ocasión, mangantes desvergonzados del erario, que intuían que el nuevo movimiento era algo más que un salvavidas, porque en él, al igual que en un Arca de Noé de trueque y cambalache, había lugar para cualquiera, junto a unos pocos, poquísimos, “verdaderos peronistas de Perón”.


Había hombres de la diáspora conservadora, nacionalistas a los que el suicida de la cancillería de Berlín había dejado huérfanos, radicales desencantados, socialistas de barrio, republicanos españoles que tapándose la nariz adherían a un proyecto fascista y hasta un joven intelectual conservador a quien la  bolilla negra de un club exclusivo lo depositó en las playas Nac & Pop.


Esta ralea de vivillos, logreros y tahúres fue el magisterio donde se formaron las sucesivas camadas de “dirigentes peronistas” que hasta el día de hoy se delatan, traicionan y hasta se matan, pero que a la hora de asaltar el poder y hacerse con el dinero del pueblo, se juntan como pirañas.


Es un triste pero necesario ejercicio analizar la genealogía de muchos peronistas. ¿Podía negarle alguien, en 1971, una partida de nacimiento peronista a Firmenich?, en esa época  él era, según “El Líder” el jefe de “la juventud maravillosa”, ¿y John William Cooke, era un importador de habanos “Partagas” o era el cartero que llevaba los mensajes de Perón a Castro y a la OLAS? Y así podríamos llegar a hechos verdaderamente trágicos como fue el asesinato de uno de los pocos “peronistas de Perón”, José Ignacio Rucci. ¿De dónde venían sus asesinos?, casi ninguno era de cuna peronista, pero todos eran, o se decían, peronistas; Albertina Paz de Saavedra Lamas, venía de una familia conservadora y antiperonista, Miguel Bonasso de la General Motors, Julio Roqué del partido comunista, Norberto Habegger de la Acción Católica y así, en todas las acciones del “movimiento”, desde 1943 en adelante, esto ha sido la regla y no la excepción.


Es bastante probable que el peronismo vuelva al gobierno; solo podría salvarnos un milagro, pero tengo para mí que Dios Nuestro Señor está bastante harto de nosotros. La historia de los argentinos de los últimos setenta años -salvo aquellas excepciones donde primó un  espíritu de grandeza, 1982 fue la última- es la historia de un pueblo que, enmarcado en una frivolidad absoluta y en una obscena flaqueza moral ha preferido la adoración del becerro de oro por sobre la construcción de una Patria.

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