La
comparación de ETA y las Brigadas Rojas con el terrorismo argentino.
La falsedad tiene
alas y vuela, y la verdad la siguen
arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan
cuenta del engaño ya es demasiado tarde.
Miguel de Cervantes Saavedra
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan
cuenta del engaño ya es demasiado tarde.
Miguel de Cervantes Saavedra
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
Desde la
terminación de la guerra contra la subversión comenzaron a oírse voces, primero
tímidamente, que en su afán de minar la actitud de las Fuerzas Armadas y de
Seguridad en la guerra contra la subversión propugnaban que estas debieron
haber circunscripto su accionar a las leyes y usos judiciales. Como prueba
liminar sostenían que tanto Italia como España habían vencido a sus
organizaciones terroristas ETA y Brigadas Rojas con el peso de la justicia y no
con el uso de la violencia.
No hay, ni
habrá jamás en mi ánimo hacer la defensa de esa estupidez llamada Proceso de
Reorganización Nacional que no reorganizó nada, que se demostraron
incompetentes para mejorar la condiciones de producción tanto
agrícola-ganaderas como fabriles y mejorar, aunque fuera manu militari
mediante, las condiciones de salud y de educación de la sociedad argentina en
general.
Pero estoy
como siempre de corazón con aquellos que teniendo en ese entonces entre 23 y 45
años llevaron el peso de una guerra para la que nadie los había preparado y en
la que perder la vida era para ellos sólo una contingencia menor pues dada la
manera como el terrorismo la había planteado eran conscientes que si algo
saldría lacerado de ella eran sus almas.
Algún día,
ya acallados los ánimos, no será difícil demostrar que quien dirigió el PRN era
el general equivocado en el lugar y momento erróneo, pero eso ya fue y llorar
sobre la leche derramada no lleva a nada.
Tampoco es
este escrito un intento de rasgarse las vestiduras y pedir disculpas por como
se llevó la guerra en esa urgencia producto del desconocimiento del enemigo y
su modus operandi. Era la guerra contra el terrorismo, no la carga de la
Brigada Ligera en Balaklava y para entender que es la guerra contra el
terrorismo nada mejor que meditar sobre un par de frases; la primera de Ari Sharón, General
israelí, que de contraterrorismo sabía mucho: “Si no comprendemos que la guerra
contra el terrorismo implica en muchos momentos el uso de la crueldad, nuestro
horizonte es la derrota.”, también, como complemento a esto, conviene
recordar una frase de Rodolfo Galimberti, jefe de la JP y oficial montonero: “La
tortura es una anécdota. Cualquiera es capaz de torturar en una situación extrema.
Si ellos hubieran peleado con el Código bajo el brazo, perdían la guerra.”.
Solo los estúpidos o los malintencionados
pueden negar hoy que el objetivo manifiesto de las organizaciones terroristas
era crear un estado remedo de la Cuba castrista. Entonces, lo importante, es
que la guerra se ganó y, al menos hasta hoy, hemos zafado de ser Cuba.
Es cierto
que para la sociedad argentina -puta barata del “animémonos y vayan”- que antes
del 24 de marzo se había llenado la boca pidiendo cadalsos públicos en las
plazas de la República para los terroristas encontrarse frente a una pena de
muerte, firmada, sellada y ejecutada, hubiera sido demasiado para su inaudita
cobardía. Era mejor creer que un toque de varita mágica y no una bala había
terminado con una vida. Por eso, esa magistral gansada que alguien dijo: “¿Qué
es un desaparecido?, ...es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni
muerto ni vivo, está desaparecido”. Fue recibida por los argentinos,
calladamente, pero con un regocijo interior porque los eximía de las muertes
que otrora habían pedido, ya que hay una realidad que nos hemos esforzado en
ocultar laboriosamente y es que todos sabíamos que era lo que sucedía. Quien
diga que desconocía las acciones que la guerra sucia imponía miente con descaro
y alevosía.
Cuando el
proceso, enredado en sus estupideces maniqueas y jaqueado por los errores
cometidos en sus políticas sociales y económicas comenzó a hacer aguas también
empezaron a aparecer los que de golpe descubrían el “paraíso jurídico” que en
perversa liviandad juraban haber defendido siempre y que, como “defensores de
la libertad y de la democracia” el ejemplo que se les había negado era la
manera en que España e Italia habían vencido- ¿vencido?- al terrorismo.
Ingenuidad o falacia que nos lleva al meollo del asunto, el de los necios o
malparidos que se llenan la boca con lo bien que hicieron las cosas españoles e
italianos.
En
Argentina, según Caparrós y Anguita, a quienes no se puede acusar de
criptoprocesistas “La organización Montoneros tenía de 5.000 a 10.000
combatientes y milicianos. Sus simpatizantes eran muchos más.”(1) Por otra parte, el ERP (ejército
revolucionario del pueblo) si bien tenía menos combatientes, pero mejores
organizadores, urdió un excelente plan para tomar el monte tucumano y de allí
intentar el control militar del noroeste argentino. Los primeros intentos de
dominar este foco insurrecto por medio de la Policía Provincial y la Federal
fracasaron y si no se hubiera tomado la decisión de contrarrestar la iniciativa
de la guerrilla troskista sumando al Ejército a la lucha en el monte es
probable que el ERP -estaba en sus planes- hubiera declarado al monte tucumano
zona independiente y beligerante buscando un reconocimiento internacional que a
no dudarlo lo hubiera conseguido tanto en Cuba como en muchas naciones
asiáticas y africanas.
El grado de
preparación y el armamento empleado, por ejemplo en el monte tucumano y en el
intento de copamiento del Regimiento 29 de infantería de monte, dan prueba de
ellos. Habían pasado las “orgas” terroristas, de cometer atentados y asesinatos
selectivos a acciones militares perfectamente planificadas.
En Italia
el terrorismo se llamó, Brigate Rosse. Fundadas en 1969, recién se volvieron
operacionales, a nivel terrorista, en 1974 y hasta sus últimas acciones en
1987, su palmarés de muertes como medio de sembrar el terror no fue para nada
espectacular; estos no pasan de cincuenta y siete asesinados, entre
secuestrados y carabineros y policías muertos en enfrentamientos. Una modesta marca de 4,4 muertos por año de operación.
Comenzaron con secuestros express siguiendo
luego con el “recurso” de disparar a las rodillas de los condenados por la
“justicia proletaria” y terminaron asesinando a Aldo Moro y al Juez Francesco
Coco pero jamás, ni aun en su mejor momento, cuando secuestraron al Juez Mario
Sossi, contaron con más de sesenta combatientes que, entrenados en Irlanda o en
Libia, servían más para asesinar en emboscadas que para organizar alguna
operación militar de fuste. Si algo recibió con beneplácito el estado Italiano
fue la aparición de estos grupúsculos terroristas con pretensiones de
revolucionarios sociales que le servía para ocultar su intrínseca corrupción y
hacer humo sobre la guerra entre la‘Ndragheta y la Cosa Nostra Siciliana que
tratando de hacerse con el botín que configuraba el tráfico de drogas desde
África del Norte, habían dejado algo más de 400 cadáveres entre 1973 y 1977 en
las ciudades del sur italiano.
La
represión a las Brigadas Rojas fue más que fácil. Desde 1974 las desavenencias
internas entre los grupúsculos de la izquierda terrorista habían dado lugar a
un muy desarrollado sistema de delaciones, traiciones y ajustes de cuentas lo
que facilitó la detención o la eliminación de los integrantes de él. Nunca se
sabrá cuantos brigadistas muertos entre 1972 y 1981 lo fueron por el Servicio
Secreto, la Policía, los Carabinieri, por los neofascistas de Ordine Nero, por
los grupos católicos de Comunione e Liberazione o por ellos mismos en
sangrientas purgas. Finalmente, con más pena que gloria las Brigadas Rojas
terminaron diluyéndose en una nada total.
El caso
español se diferencia del italiano en el hecho que la ETA duró más tiempo.
Fundada en 1958, en plena época del Generalísimo, debutaron el 27 de junio de
1960 asesinando, bomba mediante, a Begoña Urroz Ibarrola de dos años de edad.
Su organización en células minúsculas y volcada a acciones tipo comando,
apoyada por organizaciones de masa al estilo de Herri Batasuna jamás consiguió,
pero tampoco intentó, otra cosa que aterrorizar a los españoles. Aún menores en
número que las Brigadas Rojas pese a tener en determinados momentos un apoyo de masas importante nunca se les
ocurrió a ellos, los “independentistas vascos” organizar una guerra de
guerrillas que mediante acciones militares crecientes buscaran la independencia
de Euzkadi. Tenían el apoyo de una parte del País Vasco, una geografía que
ayudaba y la posibilidad de conseguir armas en un mercado que rifaba AK–47. No,
lo suyo era hacer tiro al blanco contra guardias civiles, militares,
empresarios vascos que se negaron a pagar el “impuesto revolucionario” y en los
últimos tiempos a liquidar concejales del PP y del PSOE, nativos de Euskal
Herría, que estaban abrumados por el desquicio que este grupúsculo
representaba. Siempre lo suyo fue el asesinato serial y el negocio que ello
conllevaba.
En esto
reside la diferencia que no quieren ver aquellos que al ritmo de una cumbia
villera titulada “lesa humanidad” hoy
creen que los gobiernos de España e Italia hicieron algo más que dejar morir
vilmente a sus ciudadanos. Enfermos de juridicidad nos quieren hacer creer que
en Argentina se pudo haber hecho lo mismo y aquí estriba la mala leche de estos
bellacos hideputas, porque cabe preguntarse: después del asesinato del Juez
Quiroga, ¿Cuantos jueces se hubieran animado a dictar sentencias a los integrantes
de las “orgas” terroristas?
Esta es la
realidad argentina. Quienes niegan que hubo una guerra cruel, cafishios de un
relato amañado, lo hacen porque se han permitido borrar la parte de la historia
que nunca les convino. El terrorismo en Argentina controló, si bien
efímeramente, parte del territorio nacional, asaltó regimientos con la
intención, no solo de hacerse de armamentos y municiones, sino también de
aniquilar fuerzas combatientes.
Y mató,
mató mucho más que lo que en promedio anual mataron los terroristas vascos e
italianos.
JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hotmail.com
Josemilia_686@hotmail.com
1). La voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós
Non nobis Domine, non
nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam
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