Por Mauricio Ortín
Una de las principales características que definen a los gobiernos de corte autoritario es el acoso oficialista a la prensa. En los gobiernos acabadamente totalitarios, en cambio, esta peculiaridad esta ausente. Ello se debe, antes que a la falta de voluntad del régimen para acosar, a que el objeto de acoso ya ha sido “revolucionariamente” exterminado.
En la Cuba de Fidel Castro, en la Alemania de Hitler, en la China de Mao Tsé Tung o en la Unión Soviética de Stalin, nunca existió algo siquiera parecido a lo que en el “cochino” capitalismo liberal se conoce
como “prensa libre”. Usando
terminología marxista se podría decir que el totalitarismo, nazi o comunista,
es la etapa superior del populismo autoritario, de derecha o izquierda. En América del Sur, son cuatro los
gobiernos nacionales que avanzan en paralelo hacia esa última etapa. En el
lugar más aventajado está el régimen de Hugo
Chávez en Venezuela y le siguen,
en orden de importancia decreciente, el de Rafael
Correa en Ecuador; el de Evo Morales en Bolivia, y el de Cristina
Fernández de Kirchner en Argentina.
Todos ellos, con éxito diverso, han hecho el intento de
cerrar los grandes medios de comunicación. El comandante Chávez, por ejemplo, ha cerrado la cadena Radio Caracas Televisión. Por su parte,
el presidente Rafael Correa,
justicia adicta mediante, hizo condenar a tres años de prisión y a pagar
cuarenta millones de dólares de multa al dueño
del diario más importante de Ecuador. En Bolivia, Evo Morales
amenazó con multas y cierres temporales a medios que difundan "informaciones dañinas”, aún cuando estas sean auténticas.
El kirchnerismo,
en tanto, ha intentado despojar a la empresa “Papel Prensa” a sus legítimos dueños con argumentos falaces y
afirmaciones falsas. No es casualidad tampoco, que los cuatro mandatarios
busquen perpetuarse, en y desde el poder, a través de reelecciones indefinidas
y que, en función de ello, hayan y sigan propiciando leyes para el cese directo
y/ o control, de medios de comunicación.
En contraste rotundo el presidente del Uruguay, José
Mujica, con buen tino ha opinado que: “la
mejor ley de medios es la que no existe”. Nadie lo ha hecho aún, pero sería
un ejercicio interesante el contabilizar, en cada discurso, el número de
ataques a la prensa que hacen estos presidentes y los otros. Dicho estudio
podría resultar útil para elaborar un patrón estadístico comparativo general de
la tendencia al totalitarismo en los primeros mandatarios. Así, por ejemplo,
descubriríamos que los últimos cinco
presidentes chilenos no han elegido, ni aluden en forma sistemática a la
prensa como el enemigo del gobierno y la nación.
Lo mismo vale para los presidentes uruguayos, colombianos y de otros países avanzados del mundo ¿Será que, en donde gobiernan
los Mujica y los Piñera la prensa no está al servicio de
la oligarquía y el “imperialismo”
yankee? o ¿Será que la prensa es el enemigo porque no está al servicio del
proyecto de poder de los Kirchner,
los Morales, los Correa y los Chávez?
La importancia democrática-republicana de la prensa libre
no está dada, solamente, porque desde su lugar de independencia puede señalar
las irregularidades, negligencias o vicios de los gobiernos; la prensa libre se
revela igual o más importante porque a través de ella se puede expresar,
efectivamente, la oposición política partidaria a los gobiernos. El mandamás, el autoritario quiere hablar
sólo; por eso lo hace tanto y tantas veces. Detesta que otros hablen sin su
permiso. El problema de todo gobierno
autoritario es que la prensa libre, buena o mala, nunca pide permiso.
Pacificación Nacional Definitiva desde su humilde espacio adhiere a todo lo
expresado por el profesor Mauricio Ortín,
solo recordamos a todos nuestros conciudadanos –gobierno incluido- que “es hora de paz, concordia, justicia e
historia completas, en el marco de la igualdad ante la ley”.
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