Para hacer la paz se necesitan,
por lo menos, dos;
mas, Mpara hacer la guerra,
basta uno solo”
Neville Chamberlain
La semana pasada cometí un serio error de
comunicación: anuncié mi lanzamiento a la arena política en el penúltimo
párrafo de mi extensa editorial habitual, lo que hizo –según me contaron varios
lectores- que pasara casi desapercibida;
como principio de plataforma, utilizaría, dije, la enunciada en “La Argentina que quiero” ( http://tinyurl.com/bla4n57 ), sobre lo cual ruego su opinión (para
leerla, basta con pinchar en el link).
En la próxima nota, si el Gobierno no genera nuevos hechos que lo
impidan, volveré sobre el tema.
Hace unos días, se reiteró la inveterada
costumbre del oficialismo de tapar un escándalo con otro, más actual y en
general mayor. Así sucedió, por ejemplo, con la tarjeta SUBE, que logró opacar
algo tan enorme como el affaire Ciccone y, sobre todo, la injustificable
permanencia del Vicepresidente de la
Nación en su cargo.
Esta vez, en el marco de la creciente
incidencia de la inseguridad en las preocupaciones ciudadanas, fue este nuevo
engendro de la pretendida resocialización de los presos más peligrosos en
presuntas actividades culturales organizadas por el Vatayón Militante, la nueva división de negocios de La Cámpora, con
la explícita participación de Víctor
Hortel, miembro de ésta y jefe del
Servicio Penitenciario Federal.
Es en este punto, el descubrimiento
periodístico de estos hechos, es cuando aparecen mis diferencias con lo
difundido por los medios. No creo, en absoluto, en que se haya debido a la
casualidad o a la inadvertencia de quien grabó un video. Muy por el contrario,
creo que estos hechos fueron dados a conocer con premeditación y mucha
alevosía.
El cristinismo envió, conjuntamente con las
imágenes trasmitidas a mansalva por televisión y comentadas hasta el hartazgo
en los diarios y revistas, un meta-mensaje muy claro a la clases media y alta
argentina, esas que, tradicionalmente, le han sido esquivas, sobre todo en la
ciudad de Buenos Aires: “Podemos todo,
hasta sacar de la cárcel a los presos más peligrosos y no tenemos límite
alguno. Si fuera necesario los armaremos y los utilizaremos como fuerzas de
choque para imponernos y conservar el poder”. Recordemos que La Cámpora también controla el Registro Nacional de Armas.
Exactamente el mismo meta-mensaje, aunque
de forma más sutil, envió la señora
Presidente la semana pasada desde su atril preferido en la Casa Rosada,
cuando exaltó la figura y el comportamiento de los barra-bravas. Basta
recordar, para verificar este aserto, que el oficialismo organizó, hace dos
años, una fallida ONG a la que llamó “Hinchadas
Unidas Argentinas”, comandada por un tal Marcelo Mallo, también de La
Cámpora, que permitió transferir a esas bandas de delincuentes ingentes fondos
públicos a cambio del despliegue de banderas kirchneristas en los estadios y
hasta pagar el viaje de doscientos cincuenta de ellos al Mundial de Sudáfrica,
sumando otro enorme papelón a nuestro maltrecho prestigio internacional.
Así, asesinos, violadores, traficantes de
drogas y hasta “quemadores” de
mujeres se han convertido en la nueva “mano
de obra ociosa” del Gobierno, que ya ha entrenado en esas tareas a la gente
de D’Elía (¿se acuerda cuando
desalojó a trompadas la Plaza de Mayo?) y de Pérsico. Si a ese cuadro le sumamos a los militantes del Movimiento Tupac Amaru, de Milagro Sala, que el viernes mismo,
dando muestras de un excepcional coraje, golpearon entre diez a los tres
periodistas de la producción de Jorge
Lanata, a los cuales robaron, además, los equipos de filmación que no
consiguieron romper, tenemos el combo ideal.
Como se dice, el cuadro de intimidación
perfecto, para apretar más y a futuro a una sociedad entera –los más pobres la
sufren más- que ya está aterrada por la inseguridad cotidiana, esa que parece
no existir por la falta de mención en los gigantescos y aburridísimos discursos
presidenciales.
Obviamente, el segundo “suceso argentino” de la semana fue el pago del último tramo del
Boden 2012.
Más allá de los análisis históricos que
desmintieron y desmontaron cada ladrillazo del falso relato de doña Cristina en la Bolsa de Comercio
de Buenos Aires, que mostraron cuántos de dichos bonos fueron emitidos por don Néstor (q.e.p.d.), o de la repercusión
de ese pago en el nivel de las disfrazadas reservas del Banco Central, algunas
preguntas comenzaron a martillar en mi cabeza.
¿Por qué, para juntar los dólares
necesarios para pagar nada más que dos mil doscientos millones de ese
vencimiento, se impuso el brutal cepo cambiario que ha llevado al estancamiento
de nuestra economía por la falta de insumos importados? ¿Por qué imponer tamaño
sacrificio al futuro inmediato si sólo se trataba de pagar a algunos bancos
extranjeros que, de todas maneras, nos siguen considerando técnicamente en
default por las deudas con los holdouts, con el Club de Paris y con quienes nos
vencieron en el Ciadi? ¿Mejoró en algo nuestro riesgo-país, que supera al de
Venezuela y más que duplica al español? ¿Por qué esa manifiesta desesperación
por pagar –en teoría- a los “fondos
buitre” y, sobre todo, por qué festejar tanto el pago? ¿No es mayor la
cifra que ha se gastado en Aerolíneas Argentinas –por cierto, bajo el exclusivo
poder de La Cámpora y sin control de ningún tipo- sin hacer tanta alharaca?
Es cierto que, en la lista de acreedores
que registraron sus tenencias de Boden 2012 a los efectos de su pago figuran
muchos bancos, pero no es menos cierto que éstos asumen, en tal caso, el papel
de representantes de los verdaderos titulares de los bonos, quienes les
encomiendan la gestión y, con ello, permanecen ocultos a la luz pública.
Porque, si los bancos fueran los verdaderos
titulares y si estos títulos públicos fueron emitidos por un país que tiene
tamaño riesgo-país –más de 1.100 puntos básicos- que le impide todo acceso a
esos mismos bancos que se presentaron a la hora de cobrarlos, ¿cómo habrían
justificado los gerentes que deciden las inversiones su compra frente a sus
propios directorios? Es cierto que la tasa efectiva era enorme y que las
cantidades en juego no eran grandes, pero ¿cómo explicar la compra de papeles
de un país tan excesivamente riesgoso, al cual nadie acepta prestarle plata?
¿No están algunos de esos presuntos acreedores tratando de cobrar en todos los
tribunales hace más de diez años sus créditos?
Y empiezan aparecer, a partir de esas
razonables inquietudes, las respuestas ocultas. Sólo quien sabía que esos bonos
se pagarían a cualquier precio, aún a costa de sacrificar toda la economía
argentina si fuera necesario, los habría comprado. Y, al ser cobrados, resulta
lógico que lo celebrase ruidosamente, haciendo una verdadera fiesta. Ahora,
respóndase a usted mismo: ¿quién sabía, con tal grado de certeza, que ello
ocurriría, ya que disponía del poder necesario para lograrlo?
Si mi razonamiento fuera correcto,
estaríamos ante el peor atentado contra la Argentina de toda su historia, por
las consecuencias que las medidas tendientes a asegurar los dólares necesarios
para la cancelación ya ha traído aparejadas. Esas consecuencias son fácilmente
identificables: se llaman inflación, pobreza, miseria, estancamiento,
desempleo, inseguridad, consumo de drogas, violencia, hambre; y sus efectos
serán prolongados.
¿Es este el “progresismo” que defienden desde Carta Abierta hasta el Vatayón
Militante, o desde el Partido Miles
hasta los jóvenes de Kolina? Muchos de quienes integran estos colectivos
son sinceros en su adhesión, y no pocos son inteligentes y bien intencionados,
pero ¿en nombre de qué ideología podrán justificar este saqueo?
Con todo esto, el cristinismo no ha hecho
más que confirmar una presunción escrita en 2005: a estos tipos no los
desalojaremos del poder ni siquiera con votos. Y para participar de esa
batalla, precisamente, es que me he lanzado a la arena política.
Bs.As., 5 Ago 12
Enrique Guillermo
Avogadro
Abogado
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