“Seamos esclavos de las leyes para poder ser libres”
Marco Tulio Cicerón
Marco Tulio Cicerón
La semana pasada, cuando encabecé mi nota con algunos
versos de la fantástica canción que escribiera Chico Buarque, no me atrevía a imaginar lo que sucedió el 13 de
septiembre en todas las plazas del país, cuando cientos de miles de personas
rompieron la tela de araña de miedo que el Gobierno, todos los días, teje en
torno a la sociedad, para que ésta no reaccione y acepte, adormecida, la
reforma constitucional. Ésta lleva, como caballito de batalla y como cortina de
humo, a la re-reelección de doña
Cristina y, como verdadero objetivo, a la conversión de la Argentina al “socialismo del siglo XXI”.
El jueves, como dicen los españoles, “el éxito admiró a la propia empresa”. Porque ni nuestros más
delirantes sueños se acercaron a esa espontánea movilización popular, tan
masiva como civilizada. Como supondrá, estuve en ella y recorrí, palmo a palmo,
todos los escenarios y todas las avenidas. Pude ver cómo se integraban
ciudadanos de todas las clases y, sobre todo, de todas las edades, pese a una
muy marcada y mayoritaria presencia de jóvenes, incluyendo a padres con
cochecitos de bebes. Desde los camiones que recogían residuos, los trabajadores
saludaban con euforia a quienes caminaban, y hasta los escasos policías que se
vieron, en moto o custodiando edificios, dejaban ver su alegría ante una
multitud que sólo exigía República y libertad.
Por supuesto, los sociólogos y los politólogos podrán dar
millones de explicaciones distintas a esa concentración, mientras los voceros
del Gobierno persistirán en minimizarla y denigrarla, como era de prever. Sin
embargo, lo real es que los argentinos que integran el 46% que no votó al
oficialismo en 2011 y muchos que sí lo hicieron -porque creyeron en la imagen
que emanaba de la trágica viudez de la señora
Presidente- y que han sido defraudados por la prepotencia y el despotismo
del Gobierno, se congregaron en todo el país para decir a éste que hasta aquí
llegó, que no puede continuar avasallando las libertades individuales ni
exhibiendo, con impudicia, la impunidad de la generalizada corrupción.
El clima, en la marcha, era de inmensa euforia, que se
palpaba en la forma en que desconocidos se reían, se abrazaban y se felicitaban
por sentirse, nuevamente, libres y capaces de expresar su hartazgo ante tanta
crispación. Es por eso que debemos mantener encendida esa llama de libertad,
impidiendo que actúen aquéllos que están interesados en apagarla para evitar
que este proyecto mesiánico y trasnochado del oficialismo fracase, como tantos
otros de similares características a lo largo de la historia de la humanidad. Y
no es un dato menor cuánto tienen en juego, más allá de lo ideológico, esos
fanáticos que rodean a la señora de
Kirchner, en términos riesgos carcelarios y patrimoniales.
Ahora debemos transformar esa extraña sensación que nos
embriagó el jueves en algo constructivo. En primer término, empezar a trabajar,
en las redes sociales pero también en el boca a boca, por el éxito de la
concentración prevista para el primer
día de octubre. Porque, para que lo que entre todos hicimos el jueves no se
diluya, es necesario re-encender esa llama que exige República y libertad,
seguridad y decencia, respeto y no miedo.
La ciudadanía dio un mensaje espontáneo y masivo al
Gobierno con su presencia en calles y plazas de todo el país, pero más
trascendente es el mensaje que envió a los opositores que pretenden
representarla. El contenido resulta de fácil decodificación. “¡Basta de jugar! ¡Basta de personalismos
estúpidos! ¡Es hora de hombres, no de nombres!”.
El 7 de octubre se decidirá, en Venezuela, el futuro de
gran parte de América Latina. Si Chávez
pierde las elecciones, por ejemplo, la Cuba de los Castro perderá el pulmotor de petróleo y dinero que mantiene
viva a su dictadura, y lo mismo sucederá en Nicaragua. Por su parte, Ecuador y
Bolivia se transformarán también, dado que carecerán del faro que representa el
trasnochado papagayo caribeño. En la
Argentina, una derrota del tan íntimo aliado de la señora Presidente también traerá aparejadas consecuencias graves,
en especial en el sostenimiento material de grupos tales como la Tupac Amaru, de Milagro Salas, el Movimiento
Evita, de Pérsico, etc., y de tanta corrupción gubernamental.
Pero es cierto que es difícil que eso suceda porque, para
que Capriles pueda acceder al poder,
la diferencia que deberá obtener sobre Chávez
deberá ser de tal magnitud que impida el fraude y la manipulación. Y aún si esa
esperanza se concretara, el país se verá enfrentado a horas dramáticas, ya que
su tirano ha amenazado con una
guerra civil, en la cual no dudará de empeñar a sus rojo-rojillos y al sector
narco-militar que le es adicto. Un anticipo ya se está viendo en la campaña
electoral, donde las hordas chavistas hasta toman aeropuertos para impedir
actos de la oposición. Y lo mismo sucederá aquí, si los datos se asemejan
entonces.
Para los argentinos que exigimos República y libertad
también será un momento decisivo, ya que podremos comprobar, aún si Capriles resultara derrotado, qué
importante resulta que quienes pretenden representarnos se pongan de acuerdo en
cinco o diez puntos elementales pero esenciales, y repliquen aquí una fórmula
similar a la que desarrolló la oposición al bolivariano. Allí, como es bien
sabido, quienes están hartos de Chávez,
de su cercenamiento a la libertad y de su corrupción, de la inseguridad y de la
inflación, del avance de la droga sobre la sociedad, de la malversación de los
caudales públicos y del enriquecimiento desmedido de los cómplices lo lograron;
realizaron una especie de internas dentro de todo el arco opositor y, quien
resultó victorioso en ellas, se transformó en su único candidato presidencial.
Por eso, la euforia del jueves dejó otro claro mensaje a
los políticos no oficialistas: “Hasta que
asuman el rol que les pedimos, no intenten capitalizar nuestro descontento”;
esa fue la razón para la falta de oradores en Plaza de Mayo: ninguno hubiera
sido bienvenido.
La euforia y la alegría deben ser transformadas por la
ciudadanía en una exigencia generalizada y constructiva, explicando a quienes
encabezan los partidos de oposición que, si quieren permanecer en el candelero,
deberán seguir el camino de la madurez, dejando de comportarse como chicos
egoístas. De lo contrario, no sólo serán desterrados al arcón de los recuerdos
sino que los huracanes de la Historia se desatarán en la Argentina, más
temprano que tarde.
Entonces, juntémonos el 1º de octubre, a las 18:00, en el
Monumento de los Españoles, en Av. Libertador y Av. Sarmiento, en la ciudad de
Buenos Aires, y en los otros puntos que usamos para reunirnos el jueves en todo
el país., gritando: “¡A pesar de usted, señora, mañana será otro día!”.
Bs.As., 16 Sep 12
Enrique Guillermo Avogadro
AbogadoTel. +54 (11) 4807 4401/02
Fax +54 (11) 4801 6819
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