“Cada guerra es una
destrucción del espíritu humano”.
Henry Miller
Henry Miller
Después de haber
girado copernicana e injustificadamente en la relación con Irán, y con ello
incluido a la Argentina en la lista de países a los que el mundo occidental
consideran parias por su apoyo al tiránico régimen de los ayatollahs, y de
haber entregado la rendición de la nación –Aguinis dixit- con el invento de
proponer que se juzgue a los terroristas reclamados en un tercer país y con
jueces locales, es obvio que doña Cristina ha decidido no respetar límite
alguno a su voluntad.
Pero, desde el divorcio
con Clarín, el escenario político nacional ha cambiado en forma dramática. El
cristi-kirchnerismo ha perdido el apoyo de los aliados esenciales con los que
contó hasta las elecciones de octubre de 2011 y, de su mano, también el control
de la calle; hoy se puede decir que una de las profesiones más peligrosas de la
Argentina es ser amigo de este gobierno, que tan mal paga los servicios
prestados.
Han emigrado del
oficialismo la CGT de Moyano –recordemos el acto en la Avda. 9 de Julio, cuando
llamó a la multitud a votar por Cristina-, organizaciones sociales como Barrios
de Pie y la Corriente Clasista y Combativa, e integrantes de la izquierda como
el Partido Obrero o la Federación Agraria. Tampoco pudo conquistar a la UATRE,
del Momo Venegas, a los estudiantes universitarios –los jóvenes tan buscados-
que optaron, en un 93%, por votar contra el “modelo”, o a la CTA de Micheli. En
el peor escenario posible, todos ellos han aceptado actuar conjuntamente en la
protesta contra el Gobierno, y han convocado al primer paro nacional que
abofeteará a un Kirchner en todo su reinado.
Por su parte, la
clase media –como sucede en el mundo entero- ha perdido el miedo al ritmo del
enflaquecimiento de la economía, y los problemas de ésta han dado una
inhabitual presencia a la corrupción, a la inseguridad y a la inflación entre
sus grandes preocupaciones, y estoy convencido que el 8 de noviembre
multiplicará varias veces al 13 de septiembre.
El Gobierno, para
mantener controladas a las fuerzas armadas y de seguridad en actividad, pagaba
sueldos razonables pero, con el retiro y dado que gran parte del salario era
“en negro”, llegaba el hambre; así, con ese duro látigo, consiguió abortar, en
su origen, cualquier signo de rebeldía. La huelga de los prefectos y de los
gendarmes se produjo cuanto éstos descubrieron que, aún portándose como se les
exigía, el simple transcurso del tiempo los llevaba al infierno jubilatorio, y
pusieron al “modelo” en un brete de hierro porque, si concede cuanto se le
pide, el descontento se extenderá por toda la administración pública y en los
tres niveles –nación, provincia y municipio-, con un impacto fiscal imposible
de soportar en estas horas de vacas flacas.
Los jubilados,
presentes y futuros, contemplan con horror cómo se sangra a la Anses, tanto en
préstamos directos al Gobierno cuanto en la financiación de los más
disparatados proyectos. Con la rebelión de los gendarmes, además, descubrieron
que, como gran parte de los salarios del Estado son “no remunerativos”, el
Gobierno deja de aportar al Fondo de Sustentabilidad más de la mitad de lo que
debería.
Este breve
diagnóstico permite concluir que, con certeza, el oficialismo no dispondrá de
los votos parlamentarios necesarios para encarar una reforma constitucional
que, como adicional, permita la re-reelección de doña Cristina. Tiene ya fecha
de vencimiento cierta, y no podrá renovar el paraguas que, en Comodoro Py,
permite a sus funcionarios actuales y pasados conservar su libertad y su
patrimonio. ¿Qué cabe esperar de los jueces que nunca se venden, sino que se
alquilan, al ocupante de la Casa Rosada?; tal vez, el procesamiento de algunos
de los responsables del crimen de Once pueda servir como una muestra de ello.
Así llegamos a la
pregunta que da título a esta nota. En este escenario, tan complicado para sus
aspiraciones y donde la ciudadanía, aún aquélla que no piensa bien de Clarín,
ha descubierto que está en juego la libertad –en general y, de prensa, en
particular-, doña Cristina y sus lenguaraces han transformado al 7D en una
réplica local del desembarco en Normandía.
En realidad, y hablo
como abogado, ese día no pasará nada relevante en Tribunales. Si el nuevo Juez
designado para ocuparse de este pleito decidiera algo, la parte –el Gobierno o
Clarín- que se sienta perjudicada por el fallo lo apelará y, más tarde, será la
Cámara de Apelaciones, o la Corte si prospera la ley del per saltum, quien
decida finalmente. Ni las patoteadas de Alak ni las bravuconas de los senadores
Fernández y Funes o de la diputada Conti pueden modificar esa realidad
procesal, por lo cual no merece, desde ese ángulo, mayores comentarios.
El tema son las vías
de hecho a las que puede recurrir el Gobierno para imponer, ese día, su
voluntad. Y es aquí donde ese escenario que describí antes adquiere una
relevancia particular. ¿Se atreverá doña Cristina a tomar, manu militari, las
empresas del grupo Clarín? Por la información con que cuento, muchos gendarmes
y prefectos han hecho consultas con abogados acerca de la legalidad de una
orden de ese tipo, y sobre las posibilidades de responsabilidades penales para
quienes las ejecuten; el descontento salarial y el corte horizontal en la
cadena de mando son otros componentes a tener en cuenta si se piensa en una
acción de este tipo.
Entonces, ¿qué hará?
Porque, como todos sabemos, los Kirchner son reacios a retroceder y, mucho
menos aún, después de haberse revestido tan bélicamente para un hecho concreto.
Desde el punto de vista de la señora Presidente, que no pasara nada el 7D sería
visto como una derrota del oficialismo en toda la regla y eso es algo que, en
su mentalidad, no es siquiera admisible. Si la concentración del 8 de noviembre
tiene el éxito esperado –y eso preocupa mucho al Gobierno- es dable pensar que
surjan, espontáneamente, muchos voluntarios para integrar una barrera humana
que impida una invasión a las empresas del grupo Clarín. Si eso se produce,
¿aún así seguirá adelante la Casa Rosada? ¿Y con qué fuerzas?
Diciembre promete
ser, en cualquiera de las hipótesis, un mes caliente en la Argentina, en
especial porque la ciudadanía no parece estar dispuesta a tolerar ningún avance
más sobre las libertades que la Constitución garantiza.
Bs.As., 21 Oct 12
Enrique Guillermo
Avogadro
Abogado
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