Hace
pocos días, para ser más exacto el 25 de noviembre de 2012, el Informador
Público nos proporcionó un excelente informe sobre el Operativo Escudo Norte… El colador de la frontera, no tenemos dudas
que “ese colador” solo es posible
gracias al V°B° de los más altos niveles del poder de turno… o gracias a una
torpeza, ineficiencia e inoperancia en el manejo de un problema muy complejo y
potenciador de la seguridad interior –verdadero flagelo social- que ya raya en
la maldad absoluta y digna de la mayor investigación por la justicia, la que
aún le cuesta obtener la independencia constitucional que la obliga a actuar
libremente.
Hoy
nuestro amigo el periodista español señor Ricardo Angoso nos hizo llegar un
artículo, de su autoría, donde expone el peligro que las FARC –el más grande cartel de narcotráfico de Latinoamérica-
representan para Colombia.
Resulta
imperioso que la justicia intervenga e investigue las seguras conexiones del
narcotráfico argentino con carteles de otros países Latinoamérica, tales como: Bolivia, Colombia y México. Como
asimismo determinar las complicidades existentes en el poder de turno y que
facilitan el crecimiento del narcotráfico.
Sinceramente,
Pacificación Nacional Definitiva
por una Nueva Década en Paz y para Siempre
por una Nueva Década en Paz y para Siempre
EL VERDADERO PROBLEMA EN EL PROCESO DE PAZ COLOMBIANO
POR RICARDO ANGOSO
Las
negociaciones entre el gobierno colombiano, liderado por el presidente
Juan Manuel Santos, y la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), van por buen camino, se sostiene desde Bogotá. Desde luego
para la guerrilla más antigua de América Latina, que no oculta su ideología
comunista y "combina todas las
formas de lucha" para llegar al poder, el actual escenario era
inimaginable hace apenas dos años y medio, cuando gobernaba con mano dura y
buen tino el presidente Alvaro Uribe.
La
exposición mediática de los líderes de las FARC
les ha dado una victoria añadida a su sola presencia ya en la mesa de
negociaciones. Mejor no les podía haber ido a los jefes terroristas, mientras
que los aburridos negociadores del ejecutivo colombiano -¿no había algo
mejor?-tan sólo provocan el bostezo generalizado y el hastío, lo que suele
ocurrir cuando alguien que no tiene credibilidad y se sienta al lado de unos
vulgares criminales. Los terroristas
de las FARC muestran una retórica
convincente y moderna, mientras que el equipo del presidente Santos da lástima, casi llegando a la pena. ¡Qué pobreza
de recursos, Dios mío!
Pero
el problema radica en que no se están
tratando las cuestiones fundamentales para los colombianos, es decir, el verdadero
problema que atañe a este país: el
narcotráfico. La banda criminal, que mata, asesina, extorsiona y secuestra
impunemente sin que hasta el momento el presidente
Santos haya sido capaz de señalarlos con claridad como responsables de
numerosas violaciones de los derechos humanos, es, además, el principal cartel
de la droga de América Latina. Y esta es una cuestión crucial, no secundaria,
en este supuesto proceso de paz. Peor aún: la pretensión del presidente Santos de convertir en
colaboradores activos a los antiguos terroristas en la lucha contra el
narcotráfico es un sarcasmo más a unir a la larga lista de los proferidos por
el máximo líder para herir -aun más-el alma herida de un pueblo que ha sufrido
demasiado en estos años para creer en líderes desvergonzados.
Según
numerosas fuentes, entre las que se encuentran el director de Acción Andina, Ricardo
Vargas, "las FARC siguen siendo importantes en el
comercio de pasta básica de coca, y siguen usándolo como eje de la economía de
guerra; además controlan los corredores del Putumayo, Nariño y Cauca, para hacer sacar la droga a Ecuador, y de parte del Catatumbo en su ruta a Venezuela". También, en plenas
negociaciones, el periódico El país de Cali señalaba atinadamente que "la participación del grupo guerrillero
en la producción y tráfico de drogas está ampliamente documentada en los
propios computadores de ‘John 40’ y
de abatidos jefes de las FARC como ‘Raúl Reyes’ y ‘Alfonso Cano’".
Las
acusaciones contra las FARC, en el
sentido de ser el principal cartel de la droga no ya de Colombia, sino de toda América
Latina, vienen de lejos y ya la DEA,
principal agencia de los Estados Unidos
en la lucha contra el narcotráfico en el continente, señaló recientemente que
las FARC obtienen entre 1000 y 1500
millones de dólares anuales por el narcotráfico. Las mismas fuentes señalan que
esta actividad ilegal representó en los últimos 15 años entre el 50 y el 70 por
ciento de sus ingresos totales.
PROBLEMAS MENORES
Aunque
no lo parezca, el asunto de los secuestrados en manos de las FARC, que algunos sitúan en varios
centenares, puede ser hasta una cuestión menor al lado de este asunto. Por
ahora, haciendo gala de un cinismo que sobrecoge, los líderes guerrilleros ya
han anunciado que no hay más secuestrados en sus manos, dando a entender que
unos ocho centenares de secuestrados que supuestamente eran rehenes de esta
organización criminal podrían haber muerto e incluso se les debería dar como
desaparecidos, toda vez que sus cadáveres o restos, al día de hoy, no han
aparecido. Qué desfachatez tan inhumana, casi una broma si no habláramos de
vidas humanas.
Incluso
los terroristas presos, que a priori podían ser una rémora previa por parte de
las FARC para negociar, parecen una
cuestión también secundaria; los líderes máximos de esta organización nunca han
mostrado ni el más mínimo interés por sus antiguos camaradas y no son un
aspecto fundamental en la negociación que ahora se desarrolla en La Habana. Excepto pedir la libertad de
Simón Trinidad, detenido por
narcotráfico en los Estados Unidos,
no han dicho mucho más a este respecto.
Luego
se insiste mucho en el tema agrario, del cual las FARC hacen bandera señalando la desigualad en el reparto de la
tierra y una estructura social que consideran absolutamente arcaica, pero
realmente tampoco parece ser ese el problema capital. Si se acepta integrar a
las FARC en el sistema político
colombiano, como se intentó fallidamente en la década de los ochenta, ese sería
un problema a tratar en las nuevas instituciones representativas por los
electos en sus filas, todo ello de llegarse a un proceso de reconducción
política del problema de una forma exitosa.
El
verdadero problema -aunque el presidente
Juan Manuel Santos ni siquiera lo cita y los negociadores del ejecutivo
colombiano lo eluden- consiste en cómo desmontar el potente negocio que las FARC han montado y que hoy les aporta
el 80% de sus recursos económicos para mantener la guerra. Y las cifras cantan,
como señala el ya citado Vargas: "Las FARC siguen siendo importantes en el comercio de pasta básica de
coca, y siguen usándolo como eje de la economía de guerra; además controlan los
corredores del Putumayo, Nariño y Cauca, para hacer sacar la droga a Ecuador, y de parte del Catatumbo
en su ruta a Venezuela". La
ONG local Fedesarrollo señala, además, que las FARC ya controlan el 60% del negocio de la coca en Colombia.
Pero,
yendo más allá, el dilema consiste en saber si realmente las FARC ha dejado de ser una fuerza
guerrillera al uso para convertirse en una vulgar banda criminal que recurre a
la violencia y a la extorsión para preservar su modus vivendi o, al contrario,
todavía prevalece su antiguo y auténtico espíritu político de carácter marxista
que les llevaría a abandonar el negocio de la droga para llevar a buen término
el actual proceso de negociación en ciernes. ¿Serán capaces de afrontar ese
reto y abandonar el narcotráfico? Difícil pregunta, compleja respuesta. El
tiempo nos dirá cuáles son sus verdaderas intenciones.
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