Investigación
Primicia: Elefante Blanco, la denuncia que faltaba
Mientras
que el gobierno nacional y los periodistas afines al oficialismo silencian el
libro “El negocio de los derechos humanos”, la realidad muestra que
la obra anticipó nuevos escándalos y destapó temas ocultos: desde las
advertencias de la DEA por los
vínculos de funcionarios del gobierno con traficantes de efedrina (primicia de Tribuna de Periodistas) a la
adjudicación descontrolada de los departamentos de Sueños Compartidos,
incluso para la instalación de talleres clandestinos. Aquí, la denuncia que
faltaba.
Elefante sin bazar
El
libro estaba imprimiéndose cuando recibí un llamado que me desconcertó. “Luis,
hay cosas que no te quise contar porque estábamos amenazados y no queríamos
cagar a la persona que sabía y estaba metido en el medio”, me dijo uno de
los informantes desde Ciudad Oculta. El llamado fue un mediodía de fines de
agosto y me agarró devorando un sandwiche de milanesa con lechuga y tomate.
Nunca concluí ese humilde manjar. Le respondí que ese mismo día iría a
visitarlo al barrio y que no tocara el tema por teléfono.
No
era la primera vez que su celular era intervenido por personas del gobierno nacional que reportaban para Hebe de Bonafini. El hombre se había
animado a decirle “ladrona” en la
cara a la Madre de Plaza de Mayo
pero el miedo a una represalia era insignificante en comparación con la bronca
que sentía por la deuda que, decía, tenían con él. Conocí la historia del ex trabajador de Sueños Compartidos
acompañado por otro ex empleado y su
amigo, testigo ocular del hecho, y
que se largó a llorar mientras se confesaba ante mí. Colegas de prestigiosos
medios de comunicación desecharon la historia: “Es demasiado, ¿vos lo viste? ¿Entonces?”.
Una
semana después nos adentramos, junto con Sebastián
Turtora, en el lugar de los hechos, en el subsuelo del Elefante Blanco, un enorme edificio que se construyó durante el
primer peronismo para que funcionase un centro de salud de alta complejidad en
la zona sur de la ciudad y que sería el más grande de América Latina. 60 años
después, en la madrugada del 1 de enero del 2012, TDP informó, en exclusiva,
que las 100 familias que lo habitaban habían salvado sus vidas milagrosamente
tras un feroz incendio en unas de las habitaciones del segundo piso cuando
ingresó un “tres tiros” por una
ventana en medio de los festejos de otro año nuevo. Al lugar lo conoció hasta Ricardo Darín cuando filmó la película
homónima de Adrián Caetano pero, si
en la trama del film, los curas eran los estafadores que lucraban con la
construcción de viviendas, en la Argentina real —no la de celuloide— el robo se
pergeñó entre un ex apoderado
todoterreno, un gobierno cómplice
y una mujer que jamás cumplió sus
promesas…
Subsuelos
El
periodismo argentino conoció Elefante
Blanco desde sus pasillos interiores y sus dos primeros pisos. Pocas
personas se adentraron en el basural que habita el subsuelo del gigantesco
edificio que, aún a fines del 2012, está resguardado por los “pochos”, hombres de confianza de Rubén “Pocho” Brizuela. El
ingreso fue de película, con una filmadora escondida en una mochila y con la
carta de presentación que veníamos a desratizar el oscuro lugar.
En
esa visita no encontramos lo que pretendíamos encontrar… En cambio, observé
cómo los habitantes de los primeros pisos —sólo están habitados los primeros
dos pues el edificio corre serios riesgos de derrumbe— tiraban la basura sobre
nuestras cabezas. Cuenta la leyenda que, en el año 2006, cuando desembarcó la Fundación Madres de Plaza de Mayo
prometiendo una universidad, un centro de salud, un jardín de infantes que
funcionó hasta el escándalo Schoklender y viviendas sociales, la
basura alcanzaba más de 3 metros de altura acumulada.
Con
camiones especializados y, bajo la atenta supervisión del ingeniero Diego Saina,
en esa época, comenzó a limpiarse uno de los basurales más siniestros de la
ciudad de Buenos Aires. 100 familias vivían encima de la mugre y de las ratas
como Liliana, una de las
protagonistas del libro “El negocio de los Derechos humanos”
(1) quien le escribió sendas cartas a Hebe
de Bonafini y hasta a la Presidente
de la Nación. La mujer de 40 años, que aparenta el doble de edad, apareció
brevemente en la película de Darín,
bolo que cobró en la casa del puntero del barrio, “Pocho” Brizuela.
Pero
el momento de mayor trascendencia de su vida fue cuando se cruzó con la
mismísima Cristina Fernández de Kirchner
cuando se presentó a inaugurar el obrador de Castañares en febrero del 2011.
Faltaba poco para el escándalo y hasta la Presidente
se sumaba al engaño: las 780 viviendas de Castañares nunca se terminaron y las
familias de Villa El Cartón que tenían la prioridad para que se les adjudique
sus viviendas, aún esperan respuestas.
A Liliana la conocí cuando era parte de
un grupo de ex trabajadores que cortaban la general Paz en agosto del 2011 y me
explicó detalles del manejo patoteril dentro de la Fundación, desde aportes adicionales a Pocho para “limpieza del
Sacachispas”, club donde es amo y señor, gentileza de su padrino político, Beto Larrosa. Liliana
también conocía la historia que me contarían un año después los ex trabajadores de Sueños Compartidos y
un capataz de ese obrador.
La entrevista
Víctor renunció a la Fundación en el año 2008 disgustado por
los magros sueldos pero, ante la falta de mejores propuestas laborales, regresó
un año después. El ingeniero Diego Saina
era su referente en Castañares a quien conocía del 2006 cuando pintó la guardería
aledaña al Elefante Blanco por donde pasaron Néstor Kirchner y su hermana
y el grueso del gabinete nacional. “Alicia me felicitó
personalmente, le gustó el color de la pintura que había elegido para la
guardería”, recuerda Víctor. “Al Elefante lo querían demoler una parte y
la otra reciclar, pero empezamos limpiando los subsuelos, vinieron palas
mecánicas y, las mujeres se encargaban de sacar mugre, basura, ratas, de todo…y
así empezaron a salir cositas”.
¿Cómo
qué?, pregunté ante el misterio de los allí presentes.
“Como huesos humanos”
¿Y
qué hicieron cuando los encontraron?
Lo
primero cuando eran huesos, a veces aparecía un fémur, y como que las chicas se
asustaban, se impresionaban. Pero, eran huesos que no sabía de quién era. Mucha
bola no se le daba.
¿Tenían
que informar cuando pasaba esto?
Yo
me enteraba de parte del ingeniero Saina.
Yo estaba manejando gente, controlando que laburen en la oficina y ahí me
enteraba. Hasta que una mañana, tipo 10, estábamos recorriendo la parte del
elefante, la parte de atrás, y vemos que salen corriendo las mujeres que
estaban limpiando. Las palas mecánicas, salieron. Hasta que nos enteramos que
habían encontrado el cadáver de una criatura de aproximadamente 3 años porque
recién le estaban saliendo los dientes. Había una chapa, arriba había mucha
mugre, que se fue sacando y cuando levantamos la chapa, estaba el cuerpo
completo de una criatura. Las chicas, lloraban. Mi señora llevaba los chicos a
la guardería del elefante, -que pinté yo-… Pasé y le dije al ingeniero: “Diego,
esto es grave, hay que llamar a las noticias”. “Sí Víctor, tenes razón pero si vos abrís la boca, si esto sale a la
luz, nos quedamos sin laburo todos. Clausuran la obra, a las Madres les hacen un quilombo bárbaro, o
sea que mejor no digas nada, hacete el boludo”. Las mujeres lloraban,
desconsoladas, imaginate, son todas madres.
¿Quiénes
crees que sí supieron además del ingeniero?
Para
mí lo supo Hebe, lo supo Sergio…
¿Qué
te hace sospechar que lo sabían?
Porque
Diego era muy legal, oreja, le contaba
todo. Le rajaba uno y le contaba todo a Sergio,
a Patricia. De hecho, cuando pelee
por mi ascenso porque trabajaba como capataz pero cobraba como oficial, Diego me dijo: “No, anda a hablar con Patricia,
que ya está todo arreglado” Y de hecho, así fue. Por eso te digo, para mí
que sí sabían. Lo que yo les decía a los muchachos, al principio, yo estuve
enamorado de las viejas, de las madres. Decía: “Hay gente honesta, todavía hay gente que se la juega por los que nada
tenemos. Después de tanto tiempo que los políticos, venían y prometían, al
final, vino alguien a hacer y eso para mí y para muchos, era así con las
viejas”. Pero no era tan así.
¿Por
qué?
Y
bueno, una de las cosas era lo que estaba diciendo ahora. Si las Madres pelearon durante tantos años para
que se esclareciera el tema de los desaparecidos… ¿y qué pasó ahí? Por más que
haya aparecido un hueso… No eran cuerpos completas, pero si aparece el hueso de
un meñique, para mí, ya es motivo de investigación.
¿Nunca
ningún vecino se quebró, habló sobre el cuerpo del niño muerto?
Pero
vos sabes, como te dije, tenía capas y capas, metros de basura. Era hueso
pelado, una calavera. No había carne. Imagínate hace cuántos años estuvo ahí.
Fue una guachada, era una criatura. Y eso para mí, fue en la época de los
desaparecidos de la dictadura.
¿Nunca
se volvió a hablar de ese tema?
No,
nunca más. No, nunca se tocó. De hecho, al día siguiente con el ingeniero me dijo: “Víctor no hables más, no
toques el tema”. Mi señora, a veces se acuerda, todavía hoy: “Que hijos de puta que son”.
Desmentidas y confirmaciones
Por
los tiempos de la edición del libro, esta historia quedó fuera del mismo.
Confieso que el tema me hizo ruido, me generó sospechas de si el testimonio era
verosímil y si la bronca por motivos económicos podía provocar que varios
vecinos, ex empleados y habitantes de esos barrios se hubiesen puesto de
acuerdo para inventar semejante historia. La autocensura es el peor castigo que
sufre un periodista. Decidí mantener el tema en silencio pero llamé al citado http://periodicotribuna.com.ar/13354-primicia-elefante-blanco-la-denuncia-que-faltaba.html. La conversación fue
extraña, el hombre estaba molesto pues estaba regresando, casualmente, de la Fundación de las Madres de reclamar un
pago atrasado.
También
se había quedado en la calle y despotricaba contra los nuevos empresarios de la
construcción vinculados supuestamente con José
López, hombre fuerte del ministerio
de Planificación, que se habían quedado con el obrador de Castañares. “Me cagaron” decía y la conversación se
moría sin que pudiese llegar a la pregunta que deseaba hacer. ¿Con qué te
encontraste en la limpieza del Elefante Blanco? “De todo, todo, lo que te imagines…”, dijo Saina. ¿Hasta huesos?, repregunté. “¿Huesos? ¡No! Eso fue un boludo que inventó esa estupidez, sí había
pero eran de vacas…”
¿Estaba
mintiendo? ¿Se mentía a sí mismo? El día anterior a que se publicara “El
negocio de los Derechos humanos” regresé a Comodoro Py pues necesita
más respuestas de Sergio Schoklender.
Estaba convencido que el hombre no terminaba de contar todo sobre Bonafini, la Fundación y, fundamentalmente, sobre él mismo. Hablamos del tema.
Conocía el mito, la leyenda pero lo negó. ¿Y por qué no se siguió con la
construcción del Elefante? Supongamos que se encontró algo extraño, ¿qué
hubieses hecho Sergio? pregunté sin
respuestas convincentes.
Otra
importante arquitecta (escuchar
audio) que mantendré en el anonimato, se sinceró para el libro. Su respuesta
aún retumba en mi cabeza y contradice la explicación de “los huesos de vacas” del ingeniero Saina.
Luis Gasulla[1]
Fuente: http://periodicotribuna.com.ar/13354-primicia-elefante-blanco-la-denuncia-que-faltaba.html
[1]
Luis Gasulla presentará El negocio de los Derechos Humanos el
próximo lunes 10 de diciembre, 17:30 horas en el 5º Piso Anexo del Senado de la
Nación (Ingreso por Solís 125). Participarán de la mesa “Derechos humanos, ayer, hoy y
siempre”, Ceferino Reato, Silvana Giudice, Miriam Aquino (protagonista
del libro), referentes de organismos de DDHH e invitados sorpresas. Entrada
libre y gratuita.
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