“La segunda imagen –que iba formando
gradualmente la parte crítica y, al principio, poco
numerosa de la opinión pública etíope- presentaba
al monarca como un soberano capaz de hacer
cualquier cosa con tal de mantener su poder y,
ante todo, como un gran demagogo y un
paternalista teatral que, con sus gestos y palabras,
enmascaraba la venalidad, la cerrazón y
el servilismo de la élite gobernante, por él creada
y mimada”. Ryszard Kapuścińki
Hoy
al mediodía, aprovechando la inauguración de un importante laboratorio de
especialidades medicinales, la señora
Presidente anunció, urbi et orbi,
que promoverá en el Congreso la “democratización”
del Poder Judicial. Obviamente, lo
hizo apoyándose en el sospechosísimo fallo en el caso Marita Verón, dictado el martes por la Justicia tucumana.
La “abogada exitosa” que nos gobierna
parece ignorar –o finge hacerlo- que una reforma de la magnitud que pretende
requiere, casualmente, la modificación
de la Constitución Nacional que, con el expreso objetivo de garantizar la
independencia de los jueces, establece el modo en éstos son elegidos de por
vida, de forma tal que esa permanencia actúe como un verdadero escudo contra
las pretensiones del Poder Ejecutivo;
sólo están sometidos –tanto como el Presidente,
el Vicepresidente, los senadores y los diputados- al riesgo de la remoción, a través de un juicio político
por mal desempeño de sus funciones. Para que usted lo recuerde, lector, fue un
proceso de ese tipo el que sufrió el inefable Oyarbide, hasta ser rescatado por la mayoría kirchnerista en el Consejo de la Magistratura.
Ante
este nuevo subterfugio utilizado por doña
Cristina para intentar que una oposición, a la que considera boba, habilite
la reforma constitucional –en la cual, también por casualidad, sería
introducida la capacidad de la re-re-reelección en la Asamblea Constituyente,
que puede declararse soberana y apartarse de los dictados de la ley de
convocatoria- el fallo de antenoche adquiere una nueva dimensión, y crece el
mal olor que lo rodea.
¿A
qué me refiero? La Provincia de Tucumán –al igual que otros feudos nacionales,
como Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, etc.- es
gobernada con mano de hierro por José
Alperovich, uno de los mandatarios más fanáticos y obsecuentes de la
ocupante actual de la Casa Rosada. Es más, su mujer, la inefable Beatriz Rojkés de Alperovich, es la
tercera en la línea sucesoria del Poder
Ejecutivo, después de Guita-rrita.
Admira
tanto don José a los Kirchner que ejerce el poder como éstos
lo hacían en Santa Cruz, cuando don
Néstor (q.e.p.d.) gobernaba Santa Cruz, a punto tal que también disolvió la
Fiscalía general, ya que no podía
comprar a su titular; se inspiró, naturalmente, en el caso del Procurador Sosa quien, pese a tener
tres fallos de la Corte Suprema de
Justicia a su favor, no ha conseguido ser repuesto en su cargo en Río
Gallegos. El resto del Poder Judicial de Tucumán ha sido colonizado sin
remedio, como hizo su numen pingüino.
Después
de haber perdido la inexistente batalla
del 7D, no la guerra contra el grupo Clarín, la Presidente descargó sus frustraciones en su fiesta privada del
domingo en la Plaza de Mayo. La primera
mandataria, en manifiesta ratificación de los exabruptos de sus ministros y
corifeos, acusó a la Corte y a los integrantes de la Justicia de utilizar “fierros judiciales”, impulsados por los
“generales mediáticos”. Aunque la
imposibilidad de reunir los dos tercios de las voluntades legislativas,
imprescindibles para la apertura del proceso, convierte al juicio político en
una fantasía, al menos hasta las elecciones de 2013, ello no significa que la señora de Kirchner no haya incurrido en
delito contra la Constitución Nacional,
según su artículo 31.
Ahora
bien; debo confesar que no creo en brujas, pero que las hay, las hay. Seré mal
pensado, pero me huele muy mal que estos jueces, que absolvieron de culpa y
cargo a todos los sospechosos del secuestro y probable asesinato, envuelto en
el tráfico de mujeres para destinarlas a la prostitución, tengan tantas
vinculaciones con el Gobernador y hayan emitido una sentencia tan brutalmente
chocante tan sólo cuarenta y ocho horas después del discurso presidencial del 9D. ¿No suena raro que ese fallo haya
resultado tan funcional a las confesas intenciones de doña Cristina?
En
un Poder Judicial tan, pero tan
sospechado de corrupción, política y económica, como es el de Tucumán –tanto, o
más, que la de Formosa, del Chaco, de Santa Cruz, de Catamarca, de La Rioja y
de los demás feudos locales-, en el cual se reproducen como un espejo los
desmanejos de los Kirchner en el
sur, incluidas la trata de mujeres para la prostitución, ¿puede ser casualidad
que se haya dado a la Presidencia de la
República una excusa para seguir presionando al Poder Judicial en un momento tan oportuno?
Por
eso, porque no creo en las casualidades sino en las causalidades, en especial
en este ambiente político tan enrarecido, me veo obligado a reiterar el título
de esta nota: ¡A estudiar, señora
Presidente, o a no hacer trampas! En cualquier caso, Dios, la Patria y la
República se lo demandarán en breve.
Bs.As.,
12 Dic 12
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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avogadro
Nota: las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
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