por
RICARDO ANGOSO
Hace
unos días se suicidó en Argentina el militar
retirado Aldo Carlos Checci que estaba encausado por unos supuestos delitos
cometidos durante el denominado Proceso
de Reorganización Nacional, entre 1976 y 1983; para algunos argentinos ese
periodo no fue más que una dictadura ominosa, mientras que para otros la
derrota del terrorismo en sus más variadas formas. En cualquier caso, pasadas
ya más de tres décadas, es hora de cerrar esa página y encarar el futuro. El caso de Checci es una tragedia humana más a añadir a la larga lista de
perseguidos y detenidos, en muchos casos sin garantías, durante el período de
los Kirchner.
Al
margen de que el debate sobre el asunto siempre es intenso y controvertido en
Argentina, vale la pena recordar que más de un millar de militares argentinos se encuentran detenidos y más de un centenar ya han fallecido en
prisión por asuntos parecidos a los que estaba siendo enjuiciado Checci. Los antiguos montoneros y los integrantes de otros grupos
marxistas, por el contrario, están en la calle sin que nadie les haya
preguntado ni amonestado por sus crímenes, muchos veces atroces, otras
aberrantes, pero siempre injustificados.
Casi
un millar de argentinos fueron asesinados por estas bandas criminales y otros
centenares resultaron heridos, secuestrados o sufrieron daños como resultado de
esta política criminal, ya que como dicen estos terroristas el combate debe
combinar todas las formas de lucha y el fin justifica los medios. Puro
marxismo-leninismo en estado bruto y nunca mejor dicho.
Pero
volvamos con los militares. Estas detenciones de miembros de las Fuerzas Armadas argentinas van contra
toda lógica jurídica y se enmarcan más bien en un proceso de vendetta colectiva
por parte del peronismo más izquierdista. Este sector político -que perdió la
guerra y cuyo grupo principal, los Montoneros,
fue despiadado y brutal en sus acciones- tiene en la actual presidenta
argentina, Cristina Fernández Kirchner,
y sus retoños, la famosa Cámpora, a
sus principales ejecutores de esta venganza incalificable. No merece otro
nombre.
Estos
procesos, si se les puede llamar así, van contra toda lógica y constituyen un
anacronismo porque se saltaron descaradamente las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida aprobadas durante el
mandato del presidente Raúl Alfonsín
y los indultos presidenciales aprobados por el entonces presidente Carlos Saúl Menem, por los cuales los principales
responsables del periodo sometido a juicio quedaron liberados de sus
responsabilidades. Pero, aparte de estas consideraciones, estos delitos juzgados
ahora ya habían sido fruto de otros procesos judiciales en el pasado y, como es
pertinente, nadie puede ser juzgado dos veces por un mismo delito. Y menos
cuando uno de los argumentos, el de Lesa
Humanidad, ni siquiera existía entonces.
Los
procesos contra los militares argentinos, algunos de los cuales eran
jovencísimos cuando ocurrieron estos supuestos delitos, tienen mucho que ver
con una revancha política de aquellos que fueron expulsados de la Plaza de Mayo
por Juan Domingo Perón en su momento
y que luego fueron derrotados por las armas y la acción de la justicia por el
régimen militar.
LA DESTRUCCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS ARGENTINAS
Alimentados
por el odio y su desprecio a las instituciones tradicionales, como las Fuerzas
Armadas, el peronismo más radical e izquierdoso, atizado sin misericordia desde
las lacrimógenas páginas de Página 12, se está cobrando sus cuentas pendientes
y saben que este es su mejor momento. No tendrán seguramente otro, el país ya
está comenzando a reaccionar y las contradicciones y problemas ya se están
haciendo presentes; no se puede engañar a todos durante todo el tiempo.
Argentina está despertando de su largo letargo.
La
coyuntura no les puede ser más favorable para cumplir con uno de sus nunca
ocultados planes: la destrucción del ejército argentino y su aniquilamiento
colectivo utilizando las herramientas de la desmoralización, la persecución
política y la utilización de la calumnia, la infamia y la injuria. Una mentira repetida mil veces se acaba
convirtiendo en una verdad, aseguraba el líder nazi Josep Goebbels.
Siguiendo
parecidos planes a otros países del continente gobernados por la izquierda y
los tontos útiles del Foro de Sao Paulo,
los ejércitos de América Latina están siendo cuestionados y derrotados desde dentro,
en una política deliberada y bien preparada. Los militares argentinos son tan
sólo presos políticos, víctimas de una guerra que tras la derrota de la
insurgencia marxista que pretendía subvertir el orden político utiliza ahora
otros medios más sutiles pero no menos efectivos para continuar su lucha. Y es
que, como señalaba muy oportunamente uno de los juzgados, “los enemigos derrotados de ayer cumplieron su propósito y hoy
gobiernan el país e intentan un régimen marxista a la manera de Gramsci(…) No hay justicia, la
República está desaparecida".
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