OPINIONES
PUNTO DE VISTA:
03:36
MAURICIO ORTIN
El
poder político, para muchos pero fundamentalmente para los que aman la
libertad, es el medio o herramienta social creado por los individuos que tiene
como función primordial garantizar la libertad, la seguridad y la propiedad de
éstos. Sin embargo, si -aun someramente- examinamos la historia de la humanidad
hemos de encontrar que lo que abunda es lo contrario. Ello, tal vez, porque un
factor genético ancestral que compartimos con los animales predispone a que así
suceda. En la manada, por ejemplo -para el que lo busca- el poder no constituye
un medio sino un fin en sí mismo. Es el bien más deseado a conseguir porque
facilita la obtención de otros bienes (en los animales, ser el dueño de las
hembras). Sigmund Freud sostiene
figuradamente que el fin de esa etapa, para el hombre, está dada por un acto
contra natura: el pacto de los hijos (los débiles) con el doble fin de: a)
matar al padre (el poderoso y dueño de las hembras); b) limitar el poder del
padre (jefe) y, por ende, aumentar el de los hijos respecto a las hembras. Es
el origen de la cultura que presiona para que, apartándose del instinto
natural, el hombre acomode sus actos de acuerdo a normas que surgen del
conjunto.
Más,
apunta el padre del psicoanálisis, si bien el deseo de “ir por todo” ha sido reprimido ello no implica su desaparición. De
ningún político que conozca he escuchado decir que actúa en política porque
quiere el poder por el poder mismo. Casi todos acusan el ineludible llamado de
la vocación por servir al prójimo o a la patria (de que estos últimos existen
en la Argentina, no tengo duda; mas, creo que en un Fiat 600 sobraría espacio
para reunirlos en asamblea). Los más, en cambio, como objetivo de mínima se
plantean el cargo de faraón. La ambición de poder de los hombres, más que buena
o mala, es un dato de la realidad. De allí que el progreso político -es decir,
de la libertad de los ciudadanos- y el progreso material haya girado siempre
alrededor de limitar el poder del que manda desde el Estado. Impidiéndole la
ventaja de legislar, pero más importante todavía (porque el poder absoluto es
impunidad) inhabilitándole la posibilidad de juzgar y no ser juzgado. Sin
importar quién gobierne, no existe mejor causa para abrazar. Los políticos
imprescindibles (el caudillo, el líder, el führer, el duce, el comandante,
etc.) representan la mayor amenaza para la libertad de las personas, pero no la
única. Otra, no menos importante, la constituyen los millones que temen a
asumirse como hombres libres. Aquellos
con alma de esclavos que solo aspiran a que un jefe decida y piense por ellos.
En
América Latina los dos escenarios opuestos están presentes. Por un lado, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua atrasan hacia el troglodita
y reaccionario modelo comunista cubano de expropiación, culto a la personalidad, prensa amordazada
y Justicia dependiente. Por el otro, a ritmo dispar, el resto de los países
avanzan en dirección contraria.
La
señora Hebe de Bonafini,
públicamente, instiga a tomar la Corte
Suprema de Justicia y destituir a
sus miembros. También los extorsiona con revelar supuestos delitos que
habrían cometido si no fallan en contra de Clarín y como quiere Cristina. Al ataque, brutal, se suma
todo el arco kirchnerista. El hecho
admite una sola lectura: el golpe de
Estado a un poder de la Nación ¿Qué pasaría si en vez de Bonafini hubiera sido Macri y en lugar del Palacio de Tribunales, la Casa Rosada? ¡Arde Troya! Los gobernadores,
junto a los legisladores, intendentes, Evo Morales, Rafael Correa,
Obama y demás estarían condenando al
unísono y “rasgándose las vestiduras”.
Pero, aquí no pasa nada ¡Nada! De
allí que o a los gobernadores les
importa un rábano la Justicia y son cómplices del golpe, o a los gobernadores el pavor que les suscita Hebe
o Cristina los enmudece.
La Justicia en la Argentina deja mucho que desear. Los juicios a los militares y civiles acusados de delitos de “lesa humanidad” tienen un trámite
escandalosamente arbitrario. El montonero
Fernando Vaca Narvaja, quien aplicando la no prescripción que se aplica a
los militares debería ser acusado y juzgado por crímenes de “lesa humanidad”, ha sido distinguido
por el gobierno K de Río Negro como
ministro de Obras y Servicios Públicos. En fin, de cualquier manera, no es
para despreciar los últimos pequeños-grandes actos de independencia de algunos
jueces. En la lucha contra el totalitarismo, algo es algo.
FUENTE: http://www.eltribuno.info/salta/240985-Algo-es-algo.note.aspx
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
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