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miércoles, 9 de enero de 2013

ALGO ES ALGO


OPINIONES PUNTO DE VISTA:

03:36









MAURICIO ORTIN

El poder político, para muchos pero fundamentalmente para los que aman la libertad, es el medio o herramienta social creado por los individuos que tiene como función primordial garantizar la libertad, la seguridad y la propiedad de éstos. Sin embargo, si -aun someramente- examinamos la historia de la humanidad hemos de encontrar que lo que abunda es lo contrario. Ello, tal vez, porque un factor genético ancestral que compartimos con los animales predispone a que así suceda. En la manada, por ejemplo -para el que lo busca- el poder no constituye un medio sino un fin en sí mismo. Es el bien más deseado a conseguir porque facilita la obtención de otros bienes (en los animales, ser el dueño de las hembras). Sigmund Freud sostiene figuradamente que el fin de esa etapa, para el hombre, está dada por un acto contra natura: el pacto de los hijos (los débiles) con el doble fin de: a) matar al padre (el poderoso y dueño de las hembras); b) limitar el poder del padre (jefe) y, por ende, aumentar el de los hijos respecto a las hembras. Es el origen de la cultura que presiona para que, apartándose del instinto natural, el hombre acomode sus actos de acuerdo a normas que surgen del conjunto.

Más, apunta el padre del psicoanálisis, si bien el deseo de “ir por todo” ha sido reprimido ello no implica su desaparición. De ningún político que conozca he escuchado decir que actúa en política porque quiere el poder por el poder mismo. Casi todos acusan el ineludible llamado de la vocación por servir al prójimo o a la patria (de que estos últimos existen en la Argentina, no tengo duda; mas, creo que en un Fiat 600 sobraría espacio para reunirlos en asamblea). Los más, en cambio, como objetivo de mínima se plantean el cargo de faraón. La ambición de poder de los hombres, más que buena o mala, es un dato de la realidad. De allí que el progreso político -es decir, de la libertad de los ciudadanos- y el progreso material haya girado siempre alrededor de limitar el poder del que manda desde el Estado. Impidiéndole la ventaja de legislar, pero más importante todavía (porque el poder absoluto es impunidad) inhabilitándole la posibilidad de juzgar y no ser juzgado. Sin importar quién gobierne, no existe mejor causa para abrazar. Los políticos imprescindibles (el caudillo, el líder, el führer, el duce, el comandante, etc.) representan la mayor amenaza para la libertad de las personas, pero no la única. Otra, no menos importante, la constituyen los millones que temen a asumirse como hombres libres. Aquellos con alma de esclavos que solo aspiran a que un jefe decida y piense por ellos.

En América Latina los dos escenarios opuestos están presentes. Por un lado, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua atrasan hacia el troglodita y reaccionario modelo comunista cubano de expropiación, culto a la personalidad, prensa amordazada y Justicia dependiente. Por el otro, a ritmo dispar, el resto de los países avanzan en dirección contraria.

La señora Hebe de Bonafini, públicamente, instiga a tomar la Corte Suprema de Justicia y destituir a sus miembros. También los extorsiona con revelar supuestos delitos que habrían cometido si no fallan en contra de Clarín y como quiere Cristina. Al ataque, brutal, se suma todo el arco kirchnerista. El hecho admite una sola lectura: el golpe de Estado a un poder de la Nación ¿Qué pasaría si en vez de Bonafini hubiera sido Macri y en lugar del Palacio de Tribunales, la Casa Rosada? ¡Arde Troya! Los gobernadores, junto a los legisladores, intendentes, Evo Morales, Rafael Correa, Obama y demás estarían condenando al unísono y “rasgándose las vestiduras”. Pero, aquí no pasa nada ¡Nada! De allí que o a los gobernadores les importa un rábano la Justicia y son cómplices del golpe, o a los gobernadores el pavor que les suscita Hebe o Cristina los enmudece.

La Justicia en la Argentina deja mucho que desear. Los juicios a los militares y civiles acusados de delitos de “lesa humanidad” tienen un trámite escandalosamente arbitrario. El montonero Fernando Vaca Narvaja, quien aplicando la no prescripción que se aplica a los militares debería ser acusado y juzgado por crímenes de “lesa humanidad”, ha sido distinguido por el gobierno K de Río Negro como ministro de Obras y Servicios Públicos. En fin, de cualquier manera, no es para despreciar los últimos pequeños-grandes actos de independencia de algunos jueces. En la lucha contra el totalitarismo, algo es algo.

FUENTE: http://www.eltribuno.info/salta/240985-Algo-es-algo.note.aspx

NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.

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