Fernando
Morales[1]
~ Febrero 19, 2013
Más
allá de cualquier consideración subjetiva, nadie podrá negar que el nacimiento
de la Argentina como nación soberana
y el de al menos dos de sus actuales fuerzas armadas (Ejército y Armada) son
contemporáneas. En rigor de verdad, ambas fuerzas nacen de la convicción
criolla de romper con la corona española y la consecuente necesidad de contar
con el instrumento necesario para lograr el cometido.
Hacia
fines del siglo XVIII la única disciplina marina que tenía su propio instituto
de formación era la de navegación mercante, fruto de un visionario Manuel Belgrano que soñó una marina
mercante poderosa para conectar el consulado con el resto de mundo civilizado.
El Ejército y la incipiente Armada libertadora tuvieron, mucho
tiempo después de sus grandes victorias bélicas, sus propios institutos de
formación profesional.
Pero
mucho antes que ello ocurra, la
presencia militar en la construcción de la Patria tuvo un papel protagónico y
muchas veces (más de las deseables)
decisorio a la hora de escribir importantes páginas de la argentinidad.
Luego
de las epopeyas libertadoras y de algún conflicto regional con nuestros
vecinos, la poderosa estructura militar argentina pasó a fungir como un actor
más de los avatares sociales, políticos y económicos del país; bastaría
recordar que el máximo líder político de
la Nación hasta el presente nunca igualado ha sido precisamente un coronel devenido luego en teniente
general.
La
actividad de las FFAA en el siglo XX
en lo netamente militar tuvo como eje central la ondulante tensión fronteriza
con la República de Chile, con su
máximo pico en 1978 (conflicto del canal de Beagle), la gesta de Malvinas y las diversas misiones de paz que hasta el presente
integran. Asimismo, las fuerzas incursionaron con relativo éxito en tareas de
producción para la defensa. Los resultados que pueden resumir esta actividad
son: el misil Cóndor, el Tanque Argentino Mediano (TAM) y la fábrica de submarinos Domecq García (sólo por nombrar los tres más
emblemáticos).
Adrede
se ha dejado de lado la actuación militar durante el llamado “Proceso
de Reorganización Nacional”, como los distintos procesos de
interrupción del orden democrático sufridos en el país a lo largo del siglo
pasado, para fijar la atención del lector en el objetivo central de este comentario.
El
advenimiento de la democracia en 1983 encontró al país con unas fuerzas armadas
con equipamiento relativamente moderno aunque diezmado en parte por la derrota
militar en Malvinas. Para el caso de
la Armada, las bajas más
significativas sufridas (en lo material) fueron el crucero ARA General Belgrano (un buque veterano de la Segunda Guerra Mundial), el submarino ARA Santa Fe, 13 aeronaves de la aviación naval y un par de buques mercantes bajo pabellón
militar sin equipamiento de combate, además de armamento y embarcaciones
menores de nuestra infantería de marina. Queda
sobreentendido que la pérdida más importante en esta, como en toda guerra,
estuvo dada por los 649 militares y civiles que ofrendaron su vida en el
Atlántico Sur.
Pero
la siempre recordada y festejada llegada de un gobierno legítimamente elegido
por el voto popular marcó también el inicio de un sordo conflicto con ribetes ideológicos, filosóficos, políticos y
sociológicos muy difíciles de descifrar y que hasta el presente no parece
encontrar una solución.
Entre
las primeras medidas de “política
militar” encaradas por el gobierno de Raúl
Alfonsín se dispuso la desactivación del proyecto Cóndor, se cerró la fábrica
de tanques TAM y se paralizó la fase final de construcción del primer submarino argentino, el que aún
yace en el hoy astillero Almirante
Storni con alguna secreta esperanza de ser terminado algún día.
Asimismo
la prohibición de participación de las FFAA
en tareas de seguridad interior y la unilateral decisión de la Argentina de no
tener más hipótesis de conflicto con ningún país vecino o de la región parecen
haber dejado sin mucho sentido la necesidad de contar con fuerzas militares
regulares.
En
el caso concreto de la Armada Argentina,
los recientes hechos relacionados con la Fragata
Libertad, las corbetas Espora y Spiro, el destructor
Santísima Trinidad y el trasporte
Canal Beagle han acercado a la sociedad en general detalles no muy
conocidos sobre las actividades de esta fuerza militar y al mismo tiempo han
despertado muchas dudas en algunos sectores sobre la razón de ser su actual
existencia.
Entre
las dudas más comunes hemos escuchado:
¿Para
qué queremos una marina de guerra si
no hemos de pelear con nadie?
La flota de mar no tiene presupuesto para
navegar, los aviones no vuelan y los submarinos no se sumergen, todo es un
enorme gasto sin sentido ni utilidad.
¿No
puede la Prefectura Naval hacerse
cargo del control del mar y prescindir de una fuerza naval?
¿Para
qué queremos una Fragata Libertad “paseando por el mundo” si nuestra
proyección naval a lo sumo es regional?
Y
una larga lista de interrogantes tanto o más atendibles que los arriba
expresados y que abonarían sin dudar la drástica y tajante decisión de terminar
con una actividad innecesaria y onerosa para la Nación.
Tal
vez del otro lado exista una sola razón para opinar lo contrario; o más bien 2.800.000 razones en una. Ese número
mágico es el equivalente a la superficie
en kilómetros cuadrados de nuestro mar continental argentino, cuya riqueza
en superficie, lecho y subsuelo es absolutamente nuestra y la que mediante una
brillante labor de nuestros diplomáticos de carrera estamos a punto de ampliar
en más de un 50% en los próximos años, con lo que nuestra superficie marítima
superará a la continental.
Por
estos días una publicidad de una fundación dedicada al cuidado del mar repite
sin descanso “el mar continental es tan tuyo como las calles de tu barrio”.
La pregunta sería entonces: ¿es racional que el Estado nacional dejara de custodiar y de ocuparse de las “calles” de ese barrio llamado Mar Argentino?
Entrando
en el año del 30º aniversario de la recuperación de la democracia, pareciera
ser que la sociedad argentina -o su dirigencia al menos- no ha sido capaz de
diferenciar el rol político que detentaron los militares argentinos, con la
razón de ser de las fuerzas armadas como instituciones
de la Patria.
No
podrá negarse que el grado de deterioro y decrepitud del material naval es más
que preocupante y que así como no puede achacarse a un solo gobierno, deberán
pasar varias gestiones gubernamentales con voluntad de recuperarlo para que la
marina vuelva a ser medianamente operativa.
Pero
sin llegar al extremo de formar a nuestros marinos entonando cantos xenófobos
hacia nuestros vecinos, resulta perentorio que como primer paso en la
reconstrucción de nuestro poder naval nos preguntemos (asumiendo que la
necesitamos) qué tipo de marina queremos
y cuáles serán sus roles primario y secundarios en la defensa del patrimonio e
intereses de la Nación.
A
partir de allí, podremos definir cuáles son las unidades de superficie, aéreas
y submarinas que necesitamos en base a los intereses a proteger. Qué cantidad
de hombres y mujeres la han de integrar, cuál será su despliegue. Como así
también si al igual que muchos otros países (Chile entre ellos) se deberá contar con fuerzas de reserva naval
que no generen gasto en tiempos de paz pero que sean rápidamente convocadas en
caso de necesidad.
Es
necesario también marcar claramente una línea divisoria con la labor de la
imprescindible Prefectura Naval
Argentina, legítima autoridad marítima del país y una fuerza federal de
seguridad con un alto nivel de profesionalismo. Los conceptos de defensa y seguridad son diferentes y se deben aplicar tanto al territorio
seco como al marítimo.
Nuestro
país ya perdió prácticamente su marina mercante de bandera, la que no sólo
aseguraba la soberanía en el trasporte de nuestro comercio exterior (5000
millones de dólares se pierden cada año por transportar nuestras exportaciones
e importaciones con buques de bandera extranjera), sino que además era un
componente fundamental del poder naval de la Nación ya que ninguna fuerza naval militar tiene en su elenco
permanente de buques los necesarios para afianzar el abastecimiento de
pertrechos, combustible, víveres y personal cuando se encuentra en operaciones,
siendo los buques mercantes de bandera los que se transforman en el sostén
logístico de las fuerzas navales, tal como ocurrió en Malvinas (cuatro buques
civiles fueron hundidos y 16 marinos mercantes murieron en actos de servicio
entre abril y junio de 1982).
No
cometamos el mismo error con la marina
militar. Hasta aquí el óxido, la corrosión y la falta de mantenimiento por
restricciones presupuestarias han afectado solo a los “fierros”. La marina conserva -por ahora- su bien más preciado: el amor de su gente por nuestra patria y
por su profesión.
FUENTE: http://opinion.infobae.com/fernando-morales/2013/02/19/argentina-ya-no-necesita-una-marina-militar/
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
[1] Es maquinista
naval superior (veterano de guerra de Malvinas), licenciado en Administración
Naviera, capitán de fragata (RN) y vicepresidente de la Liga Naval Argentina.
Además, cursó la maestría en Dirección de Organizaciones del Instituto
Universitario Naval.
Argetina no necesita una marina militar que traicione al Pueblo del cual es origen.
ResponderBorrarNo hay opcion.O defiende al Pueblo,al humilde,al desposeido al objeto de la injusticia social o es mejor que no exista.
Las FFAA son el puño armado del Pueblo... de lo contrario son mercenarios ideologicos que son activados por intereses foraneos canibalizando su propio origen.
Ejemplos? el triste protagonismo de la Marina Militar del 55 que derroco a Juan Domingo Peron...
O la marina de Malvinas, que no fue una gesta, sino una operacion fallida de golpistas que al no obdecer a su mando natural, el Pueblo, lo sacrificaron y con ellos al patrimonio nacional y continental haciendo una guerra para la cual no estaban preparados moralmente.
Mas alla de elementos individuales, la marina argentina de malvinas nos dejo solos...cipayamente obedientes al alto mando ingles..pero claramente feroces con argentinos desarmados torturando, vejando la dignidad nacional.Ese sentimiento del Pueblo se lo deben a los Astiz..que como buen cobarde se rindio sin disparar un solo tiro a los comandos ingleses..a sus amos.
No, otra marina como esa no queremos...para que? para que nos entregue mas rapido a los ingleses?
Cuando la marina deje su arrogancia elitista y sea popular..reconociendo en el Pueblo su origen, sera legendaria.. bravia a mas no poder.
Mientras tanto, a repensar su papel en la historia..olvidar su elitismo cipayo reemplazarlo por verdadero orgullo nacional argento.
@IAMMALVINAS