“El
tiempo de engañar a los hombres se acaba”.
Pedro
I de Brasil.
Cuando
vi por televisión la última cadena nacional que nos propinó la señora Presidente, aun sabiendo que
estaba mintiendo en forma descarada, no pude menos que asombrarme por la
inteligencia con que presentaba el tema del inexplicable memorándum de entendimiento
que había ordenado al ex Twitterman
firmar; una nueva Cristina, toda
seria y condescendiente, sin gritos ni insultos, se presentaba en sociedad con
aires de estadista. Nadie podía pensar que fuera el propio Irán quien, tan solo dos días después, la desnudara y la mostrara
tal como es, alguien sin escrúpulos de ningún tipo, capaz de utilizar cualquier
método, aún la muerte de tanta gente, para servir a sus ignotos deseos
personales.
Sorprendió
esta mañana la declaración de un miembro de su Gobierno que, ratificando cuanto
han dicho los opositores argentinos y las organizaciones de la comunidad judía
local, dejó claramente establecido que, de producirse el viaje de Canicoba Corral y de Nissan a Teherán, sólo podrán mantener con los funcionarios persas imputados
de la comisión de los atentados un diálogo amistoso ya que, en ningún caso,
podrán éstos ser obligados a prestar declaración indagatoria. Todo eso torna
aún más oscuras las razones que llevaron a doña
Cristina a ordenar la firma de este curioso memorándum, que seguramente
será convertido en ley y elevado a rango constitucional por imposición de las
mayorías oficialistas en el Congreso.
juez Rodolfo Canicoba Corral
Me
llama la atención que ambos funcionarios judiciales no hayan formulado protesta
alguna, o simplemente renunciado, cuando todo el proceso judicial llevado a
cabo aquí por ellos ha sido puesto en duda nada menos que por la señora Presidente, quien ha aceptado
que sea revisado por una futura “Comisión de la Verdad” que, a esta
altura, nadie sabe quién compondrá ni cuáles serán sus exactas funciones, salvo
anular los pedidos de captura internacionales vigentes que Interpol ha librado contra los iraníes.
Reclamo y recuerdo por las víctimas del atentado terrorista en la AMIA
Si
esta es la conducta de quienes rodean a la viuda
de Kirchner, que nuevamente han dedicado toda su actividad a humillar a la
comunidad entera, no puede sorprender que les resulte imposible caminar por la
calle como cualquiera de nosotros, sin recibir la condena social traducida en
los famosos escraches. Carlotto, Guita-rrita Boudou, el Gay-ísimo Oyarbide, Patotín Moreno y Kicillof pueden dar fe pública de ese desagrado general que los
rodea.
El
oficialismo y muchos inocentes argentinos se rasgaron las vestiduras cuando el Pende-viejo fue increpado frente a sus
hijos en Buquebus; sin embargo,
nadie comparó lo sucedido con la famosa arenga de la viuda de Kirchner en la ESMA,
cuando imputó falsamente a la señora de
Noble de apropiarse de sus hijos adoptivos y llegó hasta ofrecerse a
acompañar a la Abuelérrima a los
Tribunales internacionales si los argentinos no le daban la razón. Al negar que
los escraches que se practican, diariamente, desde las tribunas oficiales -sean
éstas discursos presidenciales, tribunas de doña Hebe o programas pseudo periodísticos- son enormemente más
graves que los que hacen los particulares, cuando éstos carecen de otro canal
de expresión, convalidan la teoría de los “dos
demonios”, es decir, aquélla que la Justicia
tuerta niega, ocultando, tras un manto de impunidad, a los asesinos que pusieron bombas y mataron e hirieron a tantos
ciudadanos, con o sin uniforme, en la década de los 70’s y que hoy ocupan
cargos relevantes en el Gobierno nacional.
A la
confirmación iraní acerca de la catadura moral de la señora Presidente, un
hecho que debe preocuparla un poco, se han sumado otros dos, uno confirmado y
otro potencial, que han generado un enorme malhumor a la ocupante de la quinta
de Olivos. Me refiero, obviamente, a la coronación de Máxima Zorreguieta como reina de Holanda, y a la posibilidad de
Jorge Bergoglio de convertirse en Sumo
Pontífice tras la inesperada renuncia de S.S. Benedicto XVI.
Que
la hija de un señor al cual la venganza desatada contra cualquiera que haya
sido funcionario del proceso militar se transforme en la figura más relevante
de Europa, produjo en doña Cristina
un desagrado tal que le impidió celebrar la noticia, que tanto alegró a sus
compatriotas, ni siquiera en las redes sociales, a las cuales se ha mostrado
recientemente tan afecta. Las “luces del
centro” del mundo siempre han encandilado a la señora Presidente, que las ha utilizado para exhibir todas sus
alhajas y mostrar a todos, en especial a sus pares, cómo alguien puede
enriquecerse tan rápido en la función pública; el haber sido desplazada de su
lugar como argentina más famosa por una joven, mona y, además, legítimamente
tan rica, no pudo más que modificar la respuesta que, hasta ahora, le devolvía
el espejo infantil.
Pero
la posibilidad de que su enemigo número
uno en la jerarquía eclesiástica nacional o Monseñor Sandri -el otro prelado argentino considerado papable,
también amigo de sus antecesores en la Casa Rosada- se puedan transformar en el
próximo jefe espiritual de la cristiandad, reviste características más
profundas y, por supuesto, más graves. Ya no bastará, si el cónclave elige a
uno de ellos, con inventar Te Deum
en el interior para evitar asistir a la Catedral
metropolitana y verse obligada a escuchar las sensatas críticas del Cardenal Bergoglio sobre la realidad
nacional; a partir de entonces, seguramente las obligadas visitas al Vaticano serán cosa del pasado, ya que
el tradicional saludo debería ser hecho a alguien que conoce demasiado bien a
la Argentina y, por tanto, es reacio
a creer en relatos.
Los problemas económicos gravísimos, exclusivamente generados
por la torpeza de sus funcionarios pero, básicamente, por la ideología nefasta
de quien toma las decisiones, están conformando la tormenta perfecta que
llevará a la Argentina al centro mismo de un huracán de consecuencias inéditas. Tal vez, cuando la calma finalmente llegue, descubramos que
lo bueno de los vientos que tantos daños habrán causado será que, también, se
habrán llevado algunas de las causas de nuestra decadencia al cajón final de la
historia.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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NOTA: Las imágenes y
negritas no corresponden a la nota original.
Que no nos mientan más, continuarán recibiendo su propia medicina.
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