"Hay un
tiempo para vivir y otro para morir".
Eclesiastés
Resulta curiosa,
salvando algunas diferencias no menores, la similitud en los finales de los
tres regímenes populistas más importantes de la región en los últimos años,
comenzando por las atribuciones de la derrota a la prensa libre. Nicolás Maduro
está acorralado por una inédita crisis que está hambreando y, literalmente,
matando a la población de Venezuela, mientras intenta perdurar convirtiéndose
en un dictador sostenido sólo por las armas de sus fuerzas de seguridad, todas
cómplices del narcotráfico. Dilma Rousseff ve, cada día, como los jueces de
Brasil mandan a la cárcel a sus principales colaboradores, mientras espera ser
destituida al concluir el período de la suspensión que le fuera impuesta. Y
Cristina Elisabet Fernández ya ha ingresado a la cloaca máxima de la historia
argentina.
Esta semana fue la
peor en el calvario que el kirchnerismo está recorriendo desde el 10 de
diciembre, y en el camino va dejando jirones de personajes nefastos, familias y
maletas llenas de dinero, mientras ya no hay nombre alguno para llevar como
bandera a la victoria; pero aún será más terrible aquélla en la que la ex
Presidente sea conducida, finalmente, a la cárcel que merece. En estos días,
además de los episodios protagonizados por
López e Ibar Pérez Corradi, que ya han hecho saltar al ¿Frente para la
Qué? en mil pedazos, las páginas de los diarios llenan columnas y columnas de
pseudo empresarios y ex funcionarios llamados a prestar declaración
indagatoria, ya procesados y algunos presos, y antes de diciembre empezarán los
juicios orales que tienen como acusados a Ricardo Jaime, otra vez, y a Amado
Boudou.
Hace varios años que
sostengo en estas notas dominicales que los Kirchner, tan afectos al poder como
al dinero ajeno, jamás habrían permitido a Anímal Fernández quedarse con un
negocio tan lucrativo como el narcotráfico, que tanto se ha expandido desde que
llegaran del lejano sur para saquear al país y dejarlo arruinado; el ex Jefe de
Gabinete nunca pasó de ser el gerente de aquellos verdaderos jefes.
De Cristina se puede
pensar cualquier cosa y seguramente no habrá calificativo exagerado, pero no se
puede decir que sea idiota, o que ignore cómo se hace política entre nosotros;
su finado marido fue su profesor y ella, sin duda, aprendió muy bien. Por eso, creer
que cometió un error suicida con la designación de ese nefasto personaje -La
Morsa- como candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en desmedro
de otros kirchneristas un poco más potables, como Julián Domínguez, me parece
una simpleza. Pese a ignorar cuáles fueron las cuentas que intentó pagar la
noble viuda o qué órdenes de los carteles internacionales de la droga se vio
obligada a obedecer, estoy convencido que sabía lo que hacía, y por qué.
Llama la atención la
conducta de los jueces federales y de sus superiores, los camaristas y miembros
de los tribunales orales que, a pesar de haberse decidido a actuar, una
reciente actitud que han asumido en defensa propia después de haber cajoneado
por años las causas que ahora aceleran sin piedad, aún parecen depender de
confesiones de arrepentidos, de antiguas revelaciones periodísticas, de la
denuncia de un jornalero, de la aparición de filmaciones o de los servicios de
inteligencia extranjeros para la detención de prófugos para seguir adelante con
las investigaciones.
El Juez Claudio
Bonadío tiene en sus manos la causa que más cerca está de dar a la sociedad la
certeza de que la impunidad se ha terminado, "enriquecimiento ilícito", y debiera ser la de más rápida
resolución, ya que las declaraciones juradas presentadas por Cristina y sus
hijos constituyen un verdadero escándalo; ni siquiera los contadores que la
AFIP de Echegaray mandó al sur para dibujar las inconsistencias pudieron hacer
encajar sus tremendos incrementos patrimoniales. Y no estamos hablando de
aquellos bienes que figuran como propiedad de sus testaferros ni, menos aún, el
dinero sucio depositado en paraísos fiscales, cambiado por diamantes en Angola,
oculto en valijas o enterrado en bóvedas sacramentales.
Como en ese delito la
carga de la prueba está invertida (art. 268, Código Penal), serán los Kirchner
quienes deberán explicar cómo hicieron para amasar semejante fortuna -reitero-
blanca y registrada. El repugnante ex Juez Norberto Oyarbide, ahora bailantero,
cerró sin investigar causas similares por períodos anteriores, que podrán ser
reabiertas si la Corte Suprema aplica la teoría de la sentencia írrita, tan
bien planteada por Federico Morgenstern y Guillermo Orce, en un esencial libro
prologado por Alejandro Carrió y Carlos Rosenkrantz, éste recién incorporado al
máximo Tribunal.
Volviendo a la
actualidad política, se percibe que todos los proyectos de insurgencia que
pretendía motorizar la emperatriz de Calafate para desestabilizar al Gobierno
de Macri y soñar con volver al poder en 2019 se han derrumbado y las bancadas
adictas en el Congreso se presentan cada día más menguadas; es que, en un
régimen que se disfrazó de izquierda para tener impunidad, los episodios recién
conocidos han sumido en el desconcierto y la vergüenza hasta a los más ingenuos
y crédulos de sus seguidores.
Hay un aspecto que,
como sociedad, debemos tomar en cuenta rápidamente. En general, de la "noble viuda" para abajo,
todos los imputados por causas de corrupción han utilizado a sus respectivos
funcionarios dependientes para descargar sobre ellos toda la responsabilidad;
el mismo jueves, el inefable ex Ministro y actual Diputado Julio De Vido se
defendió diciendo que López, Jaime y otros de sus secretarios de Estado imputados
actuaban libremente, sin que él se enterara y por fuera de su autoridad.
Olvidaron todos así que la gran mayoría de los presos políticos, militares,
policías y civiles que aún hoy se pudren en las cárceles comunes por haber
luchado contra la subversión en los 70's, han sido detenidos -y, en algunos
casos, condenados- utilizando la teoría de la responsabilidad "funcional", es decir, no por
sido acusados de matar o torturar personalmente sino por ser quienes ejercían
el mando sobre quienes habrían podido cometer esos delitos.
La Justicia debe
terminar, entonces, con su mirada tuerta y su tradicional esquizofrenia: si esa
teoría sirve para unos, debe serlo para todos y, si es inaplicable, debe
liberar ya mismo a quienes hoy mantiene en sus mazmorras hasta que les llega la
muerte, como ya ha sucedido con casi cuatrocientos, sin los derechos ni los
beneficios de los que gozan todos los demás internos del sistema penitenciario.
La noche triste de
Cristina no ha hecho más que comenzar y no habrá estrella que la guíe en su
largo derrotero por el desierto. Al final, desde Comodoro Py llegará a Ezeiza,
donde seguramente volverá a ver a los muchos parientes, amigos y cómplices que
poblarán las celdas vecinas.
Bs.As., 26 Jun 16
Enrique Guillermo
Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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