Es difícil encontrar en el gobierno de los Kirchner una medida gubernamental que no haya originado polémica, malestar o franca oposición.
A
la pésima gestión especifica de los actos gubernamentales, se suma el haber desperdiciado y perdido irresponsablemente
una oportunidad única, por la coyuntura totalmente favorable para el
despegue del país, por la situación propicia que presentaba y aún presenta la
economía mundial.
Además
en estos casi diez años de gestión kirchnerista, uno de los aspectos negativos
más salientes y característico del gobierno, es la descomunal corrupción oficial existente
en prácticamente todos los niveles gubernamentales.
En
otras palabras este gobierno, para decirlo claramente y en pocas palabras, es una verdadera página negra en nuestra
Historia. Hubo muy pocos aciertos o aspectos positivos. La mayoría de los analistas políticos estiman un horizonte negro
e incierto, y con un final incierto, impredecible y con altas probabilidad de
violencia política.
Pero
el objetivo de esta nota es rescatar, dentro de tantos errores y dislates, un
slogan del kirchnerismo que considero muy positivo y que deseo fervientemente
que se haga carne en nuestro pueblo: “MEMORIA,
JUICIO Y CASTIGO”.
Como
la mayoría de los argentinos saben esta frase constituye una de las banderas
políticas del oficialismo, desde el mismo instante en que asumieron el poder el
25 de Mayo del año 2003.
Es
muy difícil que alguien pueda estar en desacuerdo con este slogan. Pero
lamentablemente los Kirchner, como muchas otras cosas, lo han aplicado mal. Lo
utilizaron con fines políticos, con un
enfoque parcial y sesgado por el resentimiento, el odio y la venganza, contra los militares
y aquellos que vencieron en la guerra contrarevolucionaria que sufrió el país
por el ataque de grupos castro-lenilistas que buscaron la toma del poder
mediante la violencia, utilizando técnicas revolucionarias del castro comunismo.
Pero
el slogan, adecuadamente utilizado, refleja parte de la esencia de una sociedad
en la cual impera la Justicia, un valor que es absolutamente indispensable para lograr una
sociedad y democracia sana y vigorosa.
Lo
que se quiere destacar es que, el slogan de referencia, también puede aplicarse
para recordar la expresión final con que se termina la formula que se utiliza
cuando se les toma el juramento a los funcionarios en el momento en que asumen sus cargos: “…QUE DIOS Y LA PATRIA SE LO DEMANDEN”.
Frase
muy conocida y muy raras veces empleada por casi todos los gobiernos. Pero
pareciera que suena casi como una frase hueca y simplemente retórica.
En
otras palabras, la consabida frase es un expreso recordatorio, casi una
advertencia, en la ocasión del juramento del funcionario, que de no cumplir
adecuadamente con honestidad, probidad y responsabilidad el desempeño en su
cargo, el
funcionario tendrá consecuencias no solo ante Dios, sino ante la sociedad a la
cual juró servir con su esfuerzo y trabajo.
Es
sabido que los actos y decisiones políticas no son justiciables. Pero si en
cambio, cuando el funcionario trasgrede la ley. En esos casos deberá responder
por sus actos ante la Justicia.
A
los Kirchner el tiro les salió por la culata. Como siempre, no pensaron. No pensaron
que este slogan podría aplicarse también a su desempeño gubernamental, a los de
su corrupto elenco y a otros “amigos” del poder. En otras palabras, con ese
slogan, seguramente no debe haber sido, ni en su deseo ni en su intención, nos
dicen que tengamos memoria, juicio y
castigo de… su gestión.
Esta
sabia recomendación de los Kirchner no debe caer en saco roto. Si los
argentinos queremos cambiar las cosas en el futuro debemos por una vez por
todas investigar y sancionar a aquellos sospechados
de corrupción cuando dejen sus fueros y la impunidad de sus cargos.
Es
absolutamente necesario erradicar la corrupción, si queremos alguna vez ser un
país en serio. Fundamentalmente, la corrupción de los gobernantes y la de los funcionarios del
Gobierno y del Estado.
Observemos que el corrupto gobierno de Menem, tiene solamente
un o dos condenados pese a la inmensa
cantidad de sospechas de corrupción y de delitos cometidos. El mismo Menem cambió su propia impunidad por el apoyo al
oficialismo, su encarnizado adversario.
La
corrupción de los Kirchner tiene una característica distintiva, no solo es tremendamente escandalosa, sino
que es absolutamente descarada. Se realiza en casi todos los niveles y prácticamente
en la cara y a sabiendas de millones de argentinos. Los “negociados” con los
“amigos del poder” son verdaderamente obscenos y groseros.
Hay
cientos de ejemplos que sería largo de enumerar. Empezando con uno de los más
emblemáticos: la
desaparición de los Fondos de Santa Cruz, probablemente el caso más grave
de toda la Historia Argentina, la valija de
Antonini Wilson, la droga de Southern Winds, las coimas de Skanska, los
sobreprecios en la construcción —que estallaron con la empresa de construcción
de viviendas de las Madres de Plaza de Mayo, hasta el increíble enriquecimiento
de los gobernantes y funcionarios en general, encabezado por la presidente
Cristina de Kirchner.
Es notable que en una mandataria tan verborrágica como Cristina,
que basó su gestión en sus embates orales, nunca pronunciara durante sus dos
mandatos, la palabra “corrupción”.
Un
verdadero caso de análisis psicológico.
Si queremos tener un buen punto de partida para encarar el camino
de grandeza que nos merecemos, debemos terminar con la impunidad de los
gobernantes y funcionarios. Y el momento adecuado es cuando el kirchnerismo, seguramente el gobierno más corrupto de
nuestra Historia, deje el Poder.
Nos es más que aplicar el slogan gubernamental de los Kirchner: “Memoria, juicio y castigo” y la frase
final en la toma de los juramentos de los funcionarios: “…que Dios y la Patria los demanden.”
El combatir contra la impunidad es esencial y debería estar como
aspecto prioritario, en todas las plataformas de los partidos políticos. Solo
así sería posible la reconstrucción y profundización del estado constitucional
democrático del país y recuperar la calidad institucional destruida por el
kirchnerismo.
15-Ago-12
Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL
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