Editorial II
Una muestra de enorme cinismo dan nuestras autoridades al
homenajear a terroristas mientras integran organismos internacionales que los
condenan.
Mientras el gobierno kirchnerista participa en el
exterior de diversos organismos internacionales relacionados con la defensa de
los derechos humanos, en el país, las mismas autoridades sostienen un discurso
diametralmente distinto del que brindan en el exterior.
Esta hipocresía de elaborar diferentes mensajes según
quien sea el interlocutor reconoció esta semana un nuevo hito. La República Argentina participa como
miembro de la Junta Consultiva del
recientemente creado Centro de las
Naciones Unidas contra el Terrorismo, fundado en septiembre de 2011 para "apoyar la aplicación de la Estrategia
Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo y fomentar la cooperación
internacional".
Sin embargo, parece que el kirchnerismo tiene una visión
distinta y, por ello, anteayer, conmemoró con la presencia de militantes el Día del Montonero, en recuerdo de los
terroristas montoneros Gustavo Ramus
y Fernando Abal Medina, tío del
actual jefe de Gabinete, ambos
muertos en un enfrentamiento en Hurlingham, en 1970.
Cuando la Argentina solicitó integrar la Junta Consultiva, manifestó conocer y
adherir a los principios emanados de la Estrategia
Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo, cuyo plan de acción del
año 2006 deja sumamente en claro que no existen excusas que permitan la
comisión de atentados terroristas, por ser el objeto del terrorismo la
destrucción de los derechos humanos, las libertades fundamentales y la
democracia, además de amenazar la integridad territorial y la seguridad de los
Estados.
Por ello, resulta grave para el Estado de Derecho que desde organizaciones que reciben subsidios
estatales o responden políticamente al kirchnerismo se convocara al homenaje a dos de los fundadores de una de las
organizaciones que más atentados terroristas cometió en nuestro país durante la
década de 1970.
Más grave aún es que entre quienes hayan convocado al
acto del viernes pasado estuvieran la Agrupación
Kolina, de la ministra de Desarrollo
Social, Alicia Kirchner; Nuevo
Encuentro, del diputado kirchnerista
Martín Sabbatella; Tupac Amaru,
de la jujeña Milagro Sala; el Movimiento Evita, del ex piquetero y actual subsecretario de Agricultura
Familiar, Emilio Pérsico, y Negros de Mierda, la agrupación en la
que milita el jefe del Servicio
Penitenciario Federal, Víctor Hortel.
La Argentina, ¿puede
continuar sosteniendo su compromiso de luchar contra el terrorismo, cuando
desde las más altas esferas se recuerda a quienes militaron en esos grupos,
insultando la memoria de miles de víctimas inocentes que padecieron los
asesinatos, secuestros, bombas, heridas y agresiones que Montoneros cometió
contra la población civil y no combatiente?
Más violatorio aún de los derechos humanos es que el jefe del Servicio Penitenciario Federal
haya participado de la convocatoria a ese homenaje, puesto que bajo su ala se
encuentran los agentes del Estado acusados de delitos de lesa humanidad en su
combate contra esos mismos montoneros.
Surge, por lo tanto, una pregunta obligada: ¿puede desempeñar su función con
imparcialidad quien adhiere al homenaje a dos terroristas, puesto que debe ser
custodio de quienes los combatieron? Es difícil creerlo. Por ello, la
Argentina asiste, una vez más, a un espectáculo dantesco y de un gran cinismo.
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