Por Mauricio Ortín
Alguien debiera informarle a la señora presidente
que la investidura presidencial está para ser respetada por todos pero, primero
y fundamentalmente, para que la respete ella. No es un bien privado con el que
se puede hacer lo que a uno se le da la gana. Ni el 54%, ni el 100% de los
votos habilita a ello. Al respecto, no debería ser necesario aclarar que la
presidente fue invitada a la Universidad de Harvard, esa gran vidriera
internacional, en su calidad de presidente de los argentinos y no por sus méritos
académicos personales. Luego, más que a sí misma, está representando a todos y
cada uno de sus compatriotas.
A los que están, a los que estuvieron y a
los que vendrán porque, lo que allí sucedió, quedará registrado y al alcance de
cualquiera que disponga de una conexión a Internet. Alguien, entonces, debiera
informarle a la señora presidente que ella no tiene ningún derecho de
abochornar a los argentinos con semejante gratuito papelón internacional. Allí,
entre otras cosas, ha mentido descaradamente ante el mundo cuando se hizo cargo
de los datos falsos del INDEC (Guillermo Moreno, dejó de ser el “fusible”). Decir que la inflación
actual del país es del 10% es, más o menos, como afirmar que Evo Morales y el
que suscribe son rubios. Sobre todo y teniendo en cuenta que cualquier
terrestre, que sepa: sumar, restar y hasta “la
tabla del 2”, puede calcular el índice aproximado de inflación. Basta tomar
el precio de hace un año de unos pocos artículos, promediarlos y, luego, compararlos
con el promedio del precio actual de los mismos. Cálculo que, como es obvio,
también pueden hacer y hacen los legisladores nacionales K. De allí -como para
saber quién es quién- al entrevistar a un diputado nacional habría que comenzar
con la pregunta, siguiente: ¿Usted sostiene que la inflación anual de la
Argentina es del 10% o menor? Si, en su respuesta, negara tal cosa, entonces y
hasta que se demuestre lo contrario, no existiría un motivo para desconfiar de
él. Si, en cambio, la respuesta fuera afirmativa, entonces estamos frente a un
mentiroso y no tiene sentido seguir preguntando. En consecuencia, luego no hay
que votarlos. Es que, un Congreso Nacional con mayoría de mentirosos, aún
elegidos por el voto, es incompatible con la democracia y con el buen gobierno.
En EEUU, por ejemplo, cuando se descubre que un presidente miente estando en
funciones, se le inicia inexorable un proceso de destitución.
Barack Obama, hubiese corrido ese destino
si hubiera procedido con el INDEC de USA, como lo hizo Cristina Kircner con el
de Argentina. El presidente, Richard Nixon, ante la certeza de ser destituido
por haber mentido a los estadounidenses (una mentirilla al lado de la del INDEC)
renunció a su cargo. Aquí las cosas son diferentes. El oficialismo en lugar de
pedir disculpas ha salido a tildar de destituyentes a los que lo critican. Están,
por lo menos, confundidos. No somos eso que dicen. En todo caso son las leyes, que
prohíben los abusos del poder, las destituyentes. En este caso, es la Constitución
Nacional la única e implacablemente destituyente.
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