jueves,
20 de diciembre de 2012, 12:47
A
ellos, que vistieron el uniforme de la patria con honor.
A
ellos, que un día la patria les reclamó que den su vida.
A
ellos, que emprendieron una lucha difícil contra un enemigo claro, que hoy se
le pretende ver como monaguillos del bien.
A
ellos, que obedientes se avinieron a defender la patria sin ningún interés
particular, de rangos, de cargos, económicos, solo a luchar por defensa de la
nación contra un enemigo que levantó sus armas, vistiendo uniformes, teniendo
cargos militares, apoyo del exterior; invadiendo poblaciones, matando civiles y
militares y llevando el máximo caos al país entero.
A
ellos, que hoy son desconocidos por sus propias fuerzas armadas, por los
propios poderes de la nación, por su propio presidente.
A
ellos, que en silencio llevan el peso de la cruz de una guerra que han
triunfado en honor a la patria y obedientes a los poderes de la nación.
A
ellos, que nada se les reconoce. A ellos, que hoy son tratados como
delincuentes. A ellos, que a pesar del interés malicioso del trato que le dan
los hombres que detentan los poderes del estado, como grandes soldados se
avienen a soportar este peso injusto.
A
ellos, que la historia sabrá darles el honor que hoy detrás de un manto blanco
o detrás del interés particular del gobierno, pretenden desconocerles.
A
ellos, que lo único que han sido, son simplemente soldados.
A
ellos, que mantienen el carácter de hombres castrenses amantes de sus fuerzas
armadas, sirvientes de la patria creyentes en haber cumplido el mandato de la
nación.
A
ellos, que son obligados a someterse como presos comunes y ser agredidos en
cada trato que se les brinda.
A
ellos, que no les otorgan ni derechos a defenderse en el marco de las normas
que corresponden.
A
ellos, que los han alejado de sus familias y tratados como presos y sin pena
alguna encerrados en cárceles comunes y en muchos casos por una década.
A
ellos, que bien saben hasta los propios autores de esta persecución
injustificada, que resultan ser grandes soldados.
A
ellos, que la templanza los acompaña. A ellos, que no esperan nada de la nación
y solo entienden haber cumplido con su mandato como soldados en un conflicto en
donde su propia patria le ordenó actuar.
A
ellos, que actuaron obedientes en forma castrense. A ellos, que deben culminar
sus días sin el deber de una nación en rendirles honor y solo esperando el
momento del encuentro de los clarines celestiales que sonarán dando cuenta del
verdadero reconocimiento en justicia que Dios
les tiene.
A
ellos, que la historia, sin duda, no podrá olvidar y deberá rendir el
reconocimiento debido. A ellos, que como mi padre, fueron y son grandes y
orgullosos soldados de una patria que los ha olvidado, no porque no los
reconozca, sino porque grupos que buscan su interés particular y pecuniario,
conjuntamente con un gobierno parcial y lejos de los intereses del pueblo, han
nublado la verdadera historia, la han distorsionado y pretenden transformar a
los verdaderos monstruos de esa guerra en monaguillos sirvientes del bien.
Entonces,
a ellos, los grandes soldados que hoy injustamente enfrentan juicios sin
sustento constitucional, ausentes de todas las garantías y con una parcialidad
manifiesta frente a la gran presión del poder ejecutivo; a ellos, a estos
soldados de la patria, es mi gran deseo que tengan una navidad cercana a Dios, esperando un año nuevo, que les
mantenga el valor que los ha hecho, a cada uno, UN GRAN SOLDADO.
Dr. GUILLERMO FELIPE CORONEL
Hijo
de un gran soldado, el mayor de ejército
Don Julio César Coronel; herido en combate en la guerra contra los
delincuentes guerrilleros, a quienes hoy se les pretende rendir homenaje desde
el Gobierno Nacional; y muerto en la batalla de esta maliciosa guerra de
desprestigio y olvido, que ha gestado el Gobierno Kirchnerista. Pero
triunfante, por saber que no pudo mentirosamente condenarlo: muy por el
contrario, DEBIÓ ABSOLVERLO.
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