Autor
Mauricio Ortin
El “pensamiento único” es un fenómeno
totalitario típico que trasciende la orientación, de izquierda o de derecha,
del tirano de turno. José Stalin, Adolfo Hitler, Fidel Castro y nuestros contemporáneos, Rafael Correa, de Ecuador,
y Hugo Chávez, de Venezuela, son un notorio ejemplo de
ello. Para el totalitario, consensuar con la oposición o atenerse estrictamente
a la ley es una muestra de debilidad que afecta a la gobernabilidad. Prefiere
ser temido antes que respetado. En función de ello y según el grado de
autoritarismo que está dispuesta a aceptar la sociedad, gobierna.
Hitler, por ejemplo,
que no se andaba con vueltas, afirmó el “pensamiento
único nazi” asesinando a los que pensaban distinto.
Stalin, en cambio,
asesinaba a los que no pensaban como él
pero, también y por las dudas, a los declarados y probados stalinistas (el
georgiano fue un auténtico perfeccionista). Fidel Castro (hoy emblema de las organizaciones de derechos humanos
de izquierda) un tanto más moderado a la hora de exterminar disidentes, los
encerraba de por vida en cárceles inmundas.
Por
su parte, los proto totalitarismos o totalitarismos incipientes, que recién
están haciendo sus armas, más que a los opositores en persona prefieren atacar
primero a los medios de prensa que difunden el pensamiento de casi todos los
que piensan diferente al oficialismo. De allí, que el control o la supresión de
los medios que no se doblegan a “la
verdad única” sea para el poder: “la
madre de las batallas”. De allí, que en todos los países latinoamericanos
presididos por regímenes fascistoides (Venezuela,
Ecuador, Bolivia y Argentina) el
principal enemigo del poder sea la, buena o mala, prensa independiente.
Al
respecto, muy bien nos ilustra Rafael
Correa, el presidente de Ecuador (quien,
además, con los argumentos propios de un energúmeno antisemita, tuvo el
atrevimiento minimizar el atentado a la AMIA en que mataron a 85 argentinos).
Pues bien, en relación al “pensamiento
único” y la libertad de prensa dijo, Correa:
“No hay prensa libre e independiente si
es sometida a intereses privados y a los designios del capital”. Ahora bien
¡Quién fue el trasnochado que le dijo a este señor que los intereses privados son
malos en sí mismos! ¿Creerá, acaso, que sólo él representa la verdad y el bien
porque fue elegido presidente por la mayoría? ¿La minoría que no lo votó debe
ser silenciada por no pensar como él? Correa,
está confundido. Él fue elegido presidente,
no Faraón de Ecuador. Además,
¿cuales son “los designios del capital”
y quién es “el capital” al que se
refiere? ¿Acaso, Hugo Chávez, Rafael Correa y Cristina Kirchner, que se hicieron multimillonarios en el gobierno,
no forman parte del capitalismo con sus propios designios?
La
madre de las batallas, con Generales
de la talla de Rafael Correa, más
que sangrienta se revela así grotesca. Pero, todavía, hay más. Sí, porque la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social de la Universidad Nacional de La Plata (tal vez, en un intento de
alcanzar fama mundial a través de figurar en el célebre: “Aunque usted no lo crea, de
Ripley”) distinguió a Rafael
Correa, con el premio anual que otorga a los que, supuestamente, honran la
libertad de prensa. Ya hizo el intento en años anteriores premiando a Hugo Chávez, Evo Morales y Hebe de
Bonafini (es insultante la indiferencia del señor Ripley).
Por
cierto, la facultad de Periodismo de la
Universidad Nacional de La Plata funciona en el edificio “Néstor Kirchner”
(¡aunque usted no lo crea!).
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