29-Dic-2012
Las
palabras de cierre del alegato final de Julio
Strassera ante los jueces del histórico juicio a las Juntas – Sres. Jueces: Nunca
Más” – son inspiradoras para este
saludo de fin de de 2012.
Inspiran
para trazar una analogía que nos lleva a repasar, a fin de extraer
conclusiones, los 29 años recién cumplidos de la Democracia nacida en 1983 tras
el retiro de la última dictadura militar.
Es
imprescindible que seamos honestos. Admitámonos que hemos venido de fracaso en
fracaso, si de generar una democracia vigorosa y una Nación de progreso
sostenido se trata. Y la ciudadanía debe aceptar su parte de responsabilidad en
esto.
En
un repaso rápido de lo ocurrido con los sucesivos gobiernos a los que se les
confió la conducción de la Nación encontramos que siempre, tarde o temprano, la
prevalencia de las cuestiones políticas o ideológicas devengaron peligros,
cuando no desastres, en nuestra economía y en nuestra vida política. Como
consecuencia, también en el progreso auténtico de todos los habitantes de este
suelo.
Hemos
pasado por una hiperinflación que le costó una salida resignada al primer
gobierno de la nueva Democracia y el advenimiento de un carismático mercader de
ilusiones. Hemos pasado por un receso económico suicida debido a las apetencias
electorales y hegemónicas de ese segundo presidente constitucional y a la
pusilanimidad del tercero, el que “se
había preparado treinta años” para serlo y debió huir en helicóptero
dejando atrás un país en bancarrota e incendiado por todas las clases sociales.
Hemos mostrado ante el mundo la precariedad de nuestras instituciones y la
calidad de nuestros valores cuando desfilaron ante la Constitución, para
jurarla, presidentes que apenas duraron días, uno de los cuales decretó el
default más grande de la Historia en medio del jolgorio de toda la Asamblea
Legislativa y el aplauso de buena parte de nuestra sociedad. Hemos asistido a
una crónica de una designación anunciada cuando esa Asamblea Legislativa, tras
la cadena de renuncias vergonzantes, designó como presidente al mandamás del
partido mayoritario quien, jugando a Maquiavelo
para conservar el poder, designó a un delfín que aprovechó la oportunidad que
jamás las urnas le hubieran dado. Al designarlo, se entronizó en el sillón de
Rivadavia uno de los mayores feudalizadores de provincias que ha mostrado la
Historia de la República; un manipulador de las leyes, un violador serial de
las instituciones, un aplicador de garrote vil a la democracia y la República,
un filomonárquico constructor de riqueza propia a partir de su posición
pública, antecedentes todos que no pesaron para nada en los hombres de su
partido (¿por qué iban a hacerlo, si tampoco lo habían hecho al designar el
presidente del default, que tenía el mismo perfil?) ni en el de los hombres
políticos en general ni en los ciudadanos que sabían pero callaron, entre ellos
muchos periodistas.
Nuestra
Nación repite cíclicamente los errores kármicos que la mantienen perennemente
en un limbo de progreso institucional, económico, político y moral.
Es
una “Nación Penélope”: teje su
progreso durante unos años para destejerlo nuevamente cuando le llega la noche
que inevitablemente le propinan sus conductas, sus confusiones y sus desatinos.
Desde
2003 costó nueve años de avance paso a paso hacia la amenaza sobre las
libertades y derechos cívicos básicos para que una gruesa parte de la
ciudadanía se diera cuenta de que el bienestar económico NO es el valor
esencial de una Democracia Republicana y se expresara como se expresó el 13 de
Septiembre y el 8 de Noviembre.
Pero
es hora de que tomemos conciencia. Las marchas no alcanzan. Han sido un
instrumento para reclamar, desordenada y airadamente, sin faltar el respeto,
pero como actores protagónicos de la Democracia debemos asumir una convicción:
NO PODEMOS SEGUIR ASÍ.
NO PODEMOS SEGUIR VOTANDO ASÍ.
No
podemos seguir votando a ciegas o por impulso o por el peso de una afiliación o
por arrastre o simplemente por reacción a situaciones que en cierto modo hemos provocado,
dándoles cheques en blanco a prometedores carismáticos y caraduras, a apocados
indecisos o a totalitarios embozados en la lejanía de su provincia.
No
podemos seguir resumiendo el ejercicio de la Democracia a asistir cada dos años
a cumplir elecciones a las que somos casi arreados por los “aparatos” para elegir entre opciones de las que por lo general
sabemos poco y nada.
No
podemos seguir actuando como si República y Democracia fueran asuntos de los
que se deben ocupar solamente los que hemos designado con nuestro voto, sin
atender a si nos son leales o no.
No
podemos seguir construyendo, con la liviandad de un hijo pródigo, la democracia
delegativa que nos está llevando a ser súbditos cuando debemos ser Soberanos.
A
aquellas históricas palabras de Strassera
hay que tomarlas como Norte de lo que hay que proponer para romper con estos
ciclos de los que la clase política que generamos no sabe sacarnos.
No
sabe o no le interesa, porque esa clase política está totalmente culturizada
por décadas enteras de un quehacer que ha convertido a la política en un
negocio de enquistarse en el poder, concentrarlo y retenerlo. El de perdurar,
mantenerse en el candelero y en las bancas y despachos que les permiten vivir
del erario público, generar beneficios económicos y políticos.
No
todos los hombres políticos son así de perversos, pero todos son responsables
ante la República por sus acciones o sus omisiones, como iremos exponiendo
separadamente. Hoy los vemos agitar nuevamente las cuentas de colores de
promesas y escenarios rosa para cumplir con la máxima del Gatopardo: que algo cambie para que todo siga como está. Las
técnicas pueden variar; los fines, no. Apuestan a cambiar de manos el gobierno,
pero no el sistema.
Están
reapareciendo como flores de primavera, peregrinando por los programas
políticos para criticar las conductas de un gobierno que permitieron ascender
al poder a pesar de sus antecedentes. Algunos de ellos son personajes que
reniegan de su adhesión a este régimen y pregonan una superación de calidad
democrática que deberían haber pregonado en el 2003 y aún antes. Nos hablan de
valores, de institucionalidad, de “lo que
quiere la gente”, pero a la larga o a la corta y tal como lo muestran los
29 años pasados se cumplirá que lo que buscan es acceder al poder y, una vez
allí, hacen lo que les conviene a ellos y a sus partidos aunque se pinten la
máscara con pintura color democracia.
Si
nos acoplamos a este minué largamente repetido a lo largo de nuestra historia
política, volverá un tiempo inicial en el que la “Argenélope” retejerá un avance pero, más temprano que tarde,
reaparecerán los intentos reeleccionistas, las maniobras en el Congreso, las
presiones a jueces, los incumplimientos de plataformas, los actos “soberanos” no anunciados en las
plataformas, los ocultamientos, el despilfarro disimulado o desembozado y la
desatención de las funciones esenciales del Estado mientras se le da al
Soberano el caramelo de un progresismo que haga olvidar el descuido del
progreso auténtico.
Sostengo
que NINGUNO de nuestros políticos
está exento de ser acusado por la DEMOCRACIA
y la REPÚBLICA (mayúsculas, adrede)
debido a su inidoneidad, su complicidad o su cobardía a lo largo de estos nueve
últimos años, para mencionar los más cancerosos y no polemizar con la era
anterior. Por acción u omisión, todos están en falta. Y a casi todos aquellos
que zafaron del “que se vayan todos”,
hoy los tenemos preparando armas para el 2013.
¿No los hace pensar nada este detalle, ciudadanos?
Ahora
es tiempo de elevar un llamado a los que quieren algo superior, algo que vaya
mucho más allá de las tibias pinturas que nos están dibujando los que debieron
cuidar nuestra Democracia y nuestra República pero no levantaron su mano ni
pusieron su pecho contra el ascenso de un régimen predeciblemente devastador de
nuestra Nación. Un llamado a luchar para construir UNA DEMOCRACIA QUE DÉ ORGULLO DE SER VIVIDA.
Porque
observen lo siguiente, ciudadanos: diagnósticos, sobran. Los exponen desde hace
rato politógos, políticos, periodistas y hasta gente de la calle.
Pero
nadie propone la terapia, excepto para más de lo mismo.
No
necesitamos que nos digan que la Justicia debe ser independiente.
Necesitábamos
que nos propusieran cómo lograrlo, después de 29 años de jueces designados,
presionados, digitados.
No
necesitamos que nos digan que el Congreso está cooptado por el Ejecutivo y se
ha convertido en una escribanía del mismo.
Necesitábamos
que nos propusieran medidas para que eso no ocurra o, si ocurre, se lo pueda
neutralizar.
No
necesitamos que nos digan que el gobierno miente.
Necesitábamos
que se nos propusieran cambios para que no pueda mentir.
No
necesitamos que nos digan que el gobierno no acepta controles ni límites.
Necesitábamos
que nos propusieran medidas para que no los pudiera evitar.
No
necesitamos que nos digan que no se respeta el Federalismo, ni ahora ni antes.
Necesitábamos
que se implementaran las medidas que dieran auténtico Federalismo a nuestra
República.
No
necesitamos que nos digan que un gobierno usa el dinero de los jubilados.
Necesitábamos
que se implementen medidas para imposibilitar eso.
Es
imprescindible proponer medidas que elevarían la calidad de la democracia
enclenque en que estamos inmersos para convertirla en una DEMOCRACIA auténtica
donde el poder pase básicamente por el Soberano de la misma, la ciudadanía.
Propuestas
que le entreguen al Soberano posibilidades inéditas de decisión y control
mediante las cuales su voluntad se imponga por sobre partidos, cúpulas y
líderes nefastos cuando las decisiones de estos sean lesivas a los auténticos
deseos del Pueblo.
Propuestas
para que ningún gobierno pueda, en adelante, presionar a los jueces, mentirle
al pueblo, impulsar y hacer aprobar leyes extrañas o interesadas, no rendir
cuentas por su gestión, no responder por los daños que la misma cause al
patrimonio de la Nación y, muy especialmente, ser juzgado rápida y eficazmente
por las corrupciones comprobadas incurridas desde su cargo.
Propuestas
que, si logramos imponerlas, por muchos años que nos cueste hacerlo, evitarán
para siempre que la clase política en el poder pueda incurrir con facilidad e
impunemente en los crímenes de lesa República y lesa Democracia a los que nos
tiene acostumbrados.
HAY QUE CAMBIAR EL SISTEMA.
Si no lo hacemos, si seguimos votando como hasta ahora para que perdure esta
clase política que nos ha traicionado una y otra vez, daremos solidez al
argumento de que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen.
Pero,
CIUDADANOS, SI NOS PONEMOS DE PIE Y
DECIDIDOS A LUCHAR POR LA NACIÓN, LA REPÚBLICA Y LA DEMOCRACIA QUE QUEREMOS,
tendremos al menos la oportunidad de un día gritar a nuestra Historia, con
todas las ganas:
QUERIDA ARGENTINA...:
¡ NUNCA MÁS..!
CARLOS A. GALVALIZI
República
Del Soberano
http://republicadelsoberano.blogspot.com.ar/
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Por una DEMOCRACIA que
dé ORGULLO de ser vivida
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la noa original.
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