Las groseras, casi obscenas, embestidas
de Cristina Fernández contra el Poder
Judicial rompe definitivamente con el sistema republicano que difícilmente y
con gran dificultad se mantenía durante la gestión de la mandataria. En los
últimos meses, ante la gran cantidad de sucesivos fracasos y errores del
gobierno en muchos frentes, obligó a que se sacaran la máscara y disfraz
democrático, mostrando su verdadera esencia.
En la recordada ceremonia efectuada en
el monumento de la bandera en Rosario, tal vez por una trapisonda de su
subconsciente, Cristina pronunció públicamente y con énfasis, lo que ella
íntimamente pensaba: “Vamos por todo”. Nada más antidemocrático. Actualmente los
hechos demuestran cabalmente, que el kirchnerismo no se detendrá ante ningún
obstáculo que se le oponga, fuera lo que fuese.
En otras palabras que no acepta límites de ningún tipo.
La pregunta sería el por qué. No existe modelo ni objetivo conocido alguno por
el cual luchar. La única respuesta que surge, que es para aferrarse al poder. ¿Y porque quiere aferrarse al poder si se
sabía que Cristina, ni siquiera quería presentarse como candidata a su segunda
gestión?
La respuesta surge sola. La presidente
sabe que ha generado tanto odio contra su régimen y ella misma, que ha
confrontado prácticamente con todos los sectores de la ciudadanía y que ha
vulnerado tan groseramente y tantas veces las leyes y la Constitución, que su destino futuro es lisa y llanamente
la cárcel. El futuro de Cristina y su gobierno mafioso, no es otro que una
cárcel federal seguramente por muchos años. En esta oportunidad no habrá más impunidad.
Es lo que Cristina y su fallecido
esposo proclamaban frecuentemente y debe ser probablemente el única legado bueno
que nos deja esta dinastía familiar:”Memoria, juicio y castigo”
Al cabo de treinta años de democracia,
pareciera que esta vez sí ha prendido, claramente en la ciudadanía, el concepto
que no puede haber democracia si hay impunidad.
Simplemente para recordar, el sistema
republicano consiste principalmente en la separación de los tres Poderes del
Estado, precisamente para servir como contrapeso, control o límite a los posibles o probables excesos
de los demás.
En la
Ciencia Política hay una disciplina que estudia el poder en su
naturaleza y en todas sus manifestaciones: la cratología.
El Poder en sí, no es bueno ni malo, pero
cuando no está controlado muestra su lado oscuro.
Sistemáticamente el
poder político que no está restringido, controlado y limitado, se excede. Un constitucionalista
alemán, Karl
Lowenstein, (ref.1) dice que el poder lleva en sí mismo un estigma, y solo
los santos, entre los detentadores de poder, serían
capaces de resistir la tentación de abusar del mismo.
Obviamente Cristina
Fernández no es precisamente una santa. Su tortuosa y contradictoria
personalidad y su gestión presidencial, muestran claramente lo contrario.
Cristina ejerce su mandato con un personalismo
absolutista. Y los errores, equivocaciones y torpezas en su gestión están
claramente a la vista. Decisiones fuera del más mínimo sentido común. Varias,
llevadas por el resentimiento, el odio y el rencor.
¡Que
ironía! Recordemos el día que Cristina fue proclamada candidata presidencial
por el FPV, en el Teatro Argentino en la ciudad de La Plata, en su discurso,
expresó que sus objetivos de ser proclamada presidente de la Nación, sería la reconstrucción y
profundización del estado constitucional democrático en la República Argentina
y mejorar la calidad institucional del país, entre otros temas.
Esos
dos objetivos no solo no fueron logrados sino que los empeoró hasta límites
desconocidos en el período democrático reiniciado en el año 1983.
No
solo no cumplió los objetivos que había prometido, sino que “contrario sensu”,
terminó arrasando con mucho de lo que se había alcanzado en 30 años de
democracia. ¡Un retroceso institucional increíble!
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que Cristina Fernández, presidente de la Argentina por obra y gracia de su difunto marido, es realmente la materialización física de la palabra contradicción”. Lo que ayer era blanco para ella, ahora es negro. Lo que era malo ahora es bueno. Y así sucesivamente. Estas contradicciones espantan al más pintado. ¿Quién querrá así invertir en la Argentina?
El
desastre administrativo gubernamental y la corrupción en la dirigencia
oficialista fueron degradando al país llevándolo al caos actual. Entre
la infinidad de disparates, no podemos dejar de mencionar la traición a
las banderas que enarbola el kirchnerismo. Los “Derechos Humanos” fueron aplicados discrecionalmente y solo en
aquellos sectores en los cuales encontraba rédito político, además de
constituir un nicho de escandalosa y descarada corrupción.
Nunca
en los 30 años de la democracia, hubo tantos presos políticos, cerca de 1200 en
la actualidad, a los cuales se les niega
la aplicación de principios jurídicos universales. Ya casi doscientos de ellos han fallecido en
cautiverio. Ni siquiera se les respeta la posibilidad de cumplir su
detención en domicilio, en consideración a lo avanzado de sus edades, sus dolencias
y enfermedades. La mayoría cercanos a los 80 años de edad.
El
despiadado y artero ataque a la Justicia, el show circense que se pretende
realizar por el arribo de la fragata al país, tratando de tapar un gravísimo error del oficialismo con un festejo
oportunista, entra dentro de la mayor hipocresía y cinismo político de la mandataria.
Todos
los días aparece un escándalo nuevo protagonizado por decisiones de la
presidente o uno de sus ministros. Las torpezas más recientes fueron el intento de estatizar el Predio Ferial de
Palermo, un verdadero despojo a la Sociedad Rural Argentina, el irreverente e insólito festejo de fin de año realizado en la ESMA
por el Ministro de Justicia Julio Alak y la controversia de conventillo que
entabló Cristina con un ciudadano que se “atrevió” a expresar públicamente, dudas respecto a su descomunal
incremento de su fortuna personal.
Cristina Fernández e Kirchner hace del circo, del engaño, del apriete, la
dádiva y la demagogia, una extensión de la política. Irresponsabilidad y torpeza. Una
tras otra.
Asi, día a día. La gestión gubernamental casi
totalmente ausente. La conflictividad social cada vez mayor.
Analizando
el gobierno de Cristina en perspectiva y comparándolo
con el lamentable período de su esposo, hasta ese pareciera un buen gobierno.
¡A
qué nivel hemos llegado! ¡Comparar el muerto con el degollado!
NOTAS:
(1)
Teoría de la Constitución - Karl
Lowenstein
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