domingo,
20 de enero de 2013
“Uno
se pregunta cómo podemos vivir en una sociedad
en la que los cargos políticos son más rentables
que las estructuras industriales productivas”.
Julio Bárbaro
en la que los cargos políticos son más rentables
que las estructuras industriales productivas”.
Julio Bárbaro
Sherezade, según cuenta
la leyenda, sería ejecutada al amanecer por orden del sultán, como les había
sucedido a todas sus antecesoras que, diariamente, eran conducidas a la alcoba
real. Para evitar tal suerte, la heroína contó a su amo una historia
apasionante que, cuando el sol apareció, no había llegado a su final; el
soberano, intrigado, le perdonó la vida ese día y ordenó que la llevaran a sus
aposentos a la noche siguiente para saber cómo terminaba el cuento. La relatora
repitió la maniobra mucho tiempo, y logró así evitar la muerte por casi tres
años; nadie sabe qué sucedió después.
La Constitución argentina impide –y mal
que le pese a la Araña Conti, lo
seguirá haciendo- que la “vida” de
nuestra primera magistrada continúe cuando amanezca el 10 de diciembre de 2015.
Con la siempre comprensible vocación de prolongarla, doña Cristina ha resuelto transformarse en una Sherezade moderna, inventando noche a noche, una ficción que, según
su criterio, debiera fascinarnos tanto como le sucedió al sultán con su
antecesora. Lamentablemente, los de ésta eran otros tiempos, en los cuales la
relación del hombre con sus deidades era más cercana y todas las fantasías
resultaban creíbles.
Hoy,
de los mil y un cuentos que contiene la obra sólo permanece como algo verdadero
y actual el de Alí Babá y los cuarenta ladrones; Guita-rrita (¡está a cargo del Ejecutivo!), los chicos de La Cámpora y muchos otros funcionarios
–incluida la propia CFK- se han
ocupado con enorme eficiencia, la misma de la que carecen a la hora de
administrar empresas públicas, salvo en su propio beneficio, de mantener la
historia viva.
Sin
embargo, y ahora desde hoteles, aviones y escenarios tan suntuosos que
recuerdan los palacios y los desiertos dorados de la narradora original, sea en
Emiratos o en Indonesia, en Vietnam o
en Cuba, doña
Cristina, envuelta en lujosos encajes y acompañada por una barbie a su
imagen y semejanza, insiste en intentar convencernos de la veracidad de sus
relatos diarios. La reiterativa enumeración de logros inexistentes, las
inauguraciones repetidas dos y tres veces, los anuncios rimbombantes, la
catarata de inversiones nunca concretadas, no consiguen convencer al ciudadano
de a pie que, en lugar de viajar en helicóptero y a una distancia tal de la
superficie como para que las lacras no se vean, debe luchar todos los días
contra hechos que, durante las veinticuatro horas, demuelen el relato
presidencial.
La
infraestructura de caminos y ferrocarriles colapsada, los cortes de luz a
viviendas e industrias, la falta de agua y cloacas, la inseguridad, el sideral
desarrollo del narcotráfico, la genocida corrupción y la inflación, que se come
a enormes mordiscones planes y subsidios, se han constituido en verdaderas
paredes contra las que choca la fantasía con la que la viuda de Kirchner intenta conquistar la inmortalidad.
En
estos días, y tal como puede verse en mi blog, he dejado de ser el único que
menciona al “rodrigazo” como futuro
de este modelo económico, comandado por los más torpes funcionarios que el país
recuerde, encabezados por la única persona a la cual el relato convence: ella
misma; voces de próceres tan autorizadas como las de Roberto Lavagna, Jorge Brito
o Ignacio de Mendiguren han sumado
sus preocupaciones al respecto. Desde el exterior, ha sido O Globo, el diario más importante de América, quien ha denunciado la verdadera situación que la fantasía
de la señora Presidente pretende
ocultar.
Sucede
que, en realidad y más allá de la prepotencia de sus modos, doña Cristina ejerce un poder débil:
usó a Mariotto para intentar
destruir a Scioli y fracasó; quiso
echar de su “lugar en el mundo” al Gobernador Peralta, y también fracasó,
envió al Multiuso Picheto y al Gobernador Weretilnek a destituir al Intendente Goye de Bariloche y debió soportar los desplantes de éste; y hasta el Intendente de Olavarría, absolutamente
harto de las presidenciales payasadas, se dio el lujo de negarse a participar
de una teleconferencia para reinaugurar una fábrica.
Es
que, después de diez años de una bonanza y de una recaudación inédita
-recomiendo una imperdible nota de Fernando
Iglesias, “Apocalipsis frío”:
El
final del sistema ferroviario ya resulta innegable. Ferrobaires ha
debido cancelar su tradicional servicio a Mar
del Plata, el soterramiento del Sarmiento
se ha detenido casi al nacer y sus formaciones descarrilan diariamente y el Roca, el San Martín, el Urquiza y
el Mitre se han convertido en
inmundicias rodantes y, por supuesto, el “tren-bala”
no pasó de ocupar una noche de cuentos. Lo malo para el relato de nuestra heroína es que ya estamos
encima del 22 de febrero, cuando la
protesta nacional recordará en calles y plazas el aniversario del crimen de
Once y, finalmente, se verá que la reina está desnuda.
La señora Carrió ha pedido el juicio
político a la señora Presidente por su coautoría intelectual
en ese horror, aún a sabiendas de que resultará imposible que prospere, al
menos hasta diciembre de este año. Pero ese gesto es sumamente importante, ya
que permitirá también relevar los valores individuales de cada uno de sus
colegas en la Cámara de Diputados;
desde esta columna y, espero, desde muchas otras, expondremos a la luz pública
cómo votará ese proyecto cada uno de los legisladores disque opositores,
quiénes exhibirán coraje cívico y quiénes continuarán especulando y chapoteando
en este chiquero en que se ha convertido nuestra política cotidiana.
Mientras
tanto, desde el Lejano Oriente, doña Cristina insiste en contarnos
historias por Twitter o Facebook, intentando que los mandatarios extranjeros
-¡piensa que no están informados de la realidad!- la acompañen en sus delirios
mesiánicos a nivel global. Pero ya nadie, salvo sus poquitos incondicionales,
por la ideología o la rapiña, tiene interés en sus cuentos, porque todos
conocemos el final.
Bs.
As., 20 Ene 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Fax +54 (11) 4801 6819
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NOTA: Las imágenes no corresponden a la nota original
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