La
hipocresía de la clase dirigente argentina ha rebasado, desde hace muchos años,
todo límite. Ha basado su crecimiento en un esquema prostibulario que exalta el
robo al que tiene para distribuirlo -administración de ellos mediante- entre
los pobres. Hasta ahí casi lo podríamos considerar loable y darle un nombre más
suave a este despojo; y, porque no, apoyándonos en este relativismo moral que
hemos adoptado y que nos aliviana de responsabilidades y culpas podríamos decir
como los chicos: ¡todo bien!.
En
realidad, ¿Qué nos podría preocupar esta clase de rapacería si desde chico nos
enseñaron que Robin Hood era un gran
tipo?, lo grave es que a cuenta de esta leyenda fomentada por nuestra
estupidez, desde hace años los políticos argentinos descubrieron un inagotable
pozo de oro donde autofinanciar sus tramoyas, sus perrerías y sus bolsas.
Ellos
han montado un esquema tan pérfido como perfecto. Inventaron para su provecho
una figura irresistible, “Su Majestad El Pobre”. Un pobre
difuso e inasible en la calidad de su pobreza, con derecho a todo y al que todo
se le debe perdonar porque la sociedad egoísta -esa que Ud., yo y todos los que
cumplimos leyes y pagamos impuestos formamos- cargamos con la culpa, así nos lo
hicieron creer, de haberlo abandonado a su suerte.
Aprovechándose
de nuestra sensibilidad y compasión usaron los políticos a esta figura doliente
y martinfierresca que les permitió -más allá de los colores políticos que
utilizan para sus negocios- encontrar una forma de financiar la “política” y reforzar sus bolsillos.
Por
supuesto que había que darle a “Su Majestad” alguna ubicuidad,
porque hay pobres y pobres; porque, valga la redundancia, no todos los pobres -seguro
que no la mayoría- son “Su Majestad El Pobre”. Aquellos que
trabajan día a día y a destajo porque creen que es ésta la única manera de
mejorar su calidad de vida, porque tienen muy claro que no hay otro camino que
el trabajo para darles a sus hijos un ejemplo y un futuro mejor están excluidos
de la categoría de “Su Majestad El Pobre” que los apóstoles ladrones que anidan en
los partidos políticos han creado. El “pobre
con majestad” exaltado impúdicamente por esta filosofía rante y cuatrera es
el vago, el perezoso, el fugitivo diario de cualquier posibilidad de trabajo y
al que, si la conociera, la palabra dignidad heriría sus oídos.
Esta
asociación ilícita les ha enseñado a aquellos que aprendieron a considerarse “Su
Majestad El Pobre” que es perfecto y saludable quitarles los bienes a
quienes, mediante su trabajo, han adquirido estabilidad y futuro para que con
la “administración de los políticos
nacionales y populares” se le pueda proveer a ellos -“Su Majestad El Pobre”-
el choripán, el vino y ahora, ¿Por qué no?, hasta el paco suyo de cada día.
Salvo
algunas pocas cosas primarias nada les interesa a “Sus Majestades”. Quizás
porque ya están embrutecidos y sin retorno, no les duele que su futuro se
reduzca diariamente a quedar encerrado entre los pasillos de la villa que les
tocó en suerte, a producir hijos que aumenten sus “regalías”, que ya no les importe tener escuelas u hospitales, que
a sus hijos los liquide la desnutrición antes de los dos años o una bala antes
de los dieciséis y que su progreso personal quede reducido al “regalo” que, previo a las elecciones y
a cambio de su voto, recibirán del Robin
Hood de turno o si a alguien le hiere en su sensibilidad el origen inglés
de éste podemos llamarlo Mate
Cosido[1] o Bairoletto[2]
Es
para ellos, para poder seguir usándolos, que los políticos nos esquilman y ante
la mínima protesta acusan de insolidarios a aquellos que quieren proteger su
renta y su estabilidad; porque seamos reales, nunca se ha visto que con este
sistema haya habido una distribución real de la riqueza, antes bien, los
modelos basados en el robo del esfuerzo personal solo han servido para que la
brecha entre nuevos ricos y crecientes pobres deje de ser una brecha para
convertirse en un despeñadero insondable que nadie puede atravesar.
No
nos quedemos solo en la retórica de este sistema afinadamente construido para
robarnos porque hay demasiados números que confirman como, los que inventaron
esta teoría, han saqueado a la República, llevándose a su bosque de Sherwood
personal, la renta de todos aquellos que
trabajan y producen.
Desde
hace diez años a hoy, el campo le entregó al gobierno nacional solo en
retenciones -antes de impuestos y sin contar el IVA que los pobres de verdad
pagan para poder comprar sus vituallas cada día más exiguas- 96.000 millones de USD. Hoy la pobreza estructural ronda el 36,4%,
hoy son contados los hospitales públicos que puedan aspirar a la calificación
de buenos, hoy los pobres a secas no aquellos que vendieron sus dignidad
prefieren, a costa de un esfuerzo económico doloroso, mandar sus hijos a las
escuelas privadas; hoy, ni maestros ni policías son bien pagos porque la
seguridad y la educación son elementos que conspiran contra “Su
Majestad El Pobre”. Hoy con 96.000
millones de USD entregados en diez años, no hay caminos y si siete mil muertos por año en accidentes
viales. Hoy con 96.000 millones de
USD no hay trenes pero si cincuenta
y dos muertos que se hubieran evitado si en vez de utilizar a “Su Majestad El Pobre” para llenarse los
bolsillos se hubiera pensado en los que para vivir, simplemente pobres, debían
tomar un tren para llegar a tiempo a su trabajo.
Si
esto se redujera a los últimos diez años tomados como ejemplo cabría la
posibilidad de ver un resurgimiento si se corrigiera esta anomalía atroz, pero
la verdad es que nos estamos acercando a la tercera generación de “Su
Majestad El Pobre” lo que hace cada vez más difícil la recuperación
nacional.
Hace
setenta años que este modelo desangra a la República, pero nada pasa pues tiene
un corolario implícito en el que creemos a pie juntillas mientras sea otro el
damnificado por la ayuda a “Su Majestad”: “es fácil hacer caridad con el dinero ajeno”.
JOSE
LUIS MILIA
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
REFERENCIAS:
[1] David Segundo Peralta (Monteros, provincia de Tucumán, 3 de marzo de 1897 - Provincia del Chaco, 1940?), mejor conocido como Mate Cosido, fue un gaucho transformado en "bandido rural" y por eso calificado de "delincuente" argentino que pasó a ser un conocido personaje del folclore regional del Litoral argentino y del Noroeste argentino.
[2] Gaucho Bairoletto o Baioleto o Juancito Bairoletto, se le rinde culto en distintos pueblos de Argentina: en las Provincias de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan.
Juan Bautista Bairoletto nació el 11 de Noviembre de 1894, como tantos otros "gauchos" es una especie de adaptación del personaje Robin Hood, era "bueno para los pobres" y "malo para los ricos" su muerte violenta trajo aparejado el culto que se manifiesta especialmente los días 2 y 11 de Noviembre de cada año, en que sus "devotos" encienden velas en la tumba, costeada por colecta popular y le piden desde trabajo y salud hasta la solución de problemas sentimentales, taras una vida entre el heroísmo y la delincuencia, amado o combatido por distintos grupos sociales, según las circunstancias de la época. Murió en un tiroteo con una partida policial el 14 de Septiembre de 1941.
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