Cualquiera que
con dos dedos de frente pueda analizar la situación internacional y en este
contexto el futuro de la Antártida y
sus reservas de agua, y el destino de la pesca y el petróleo del Atlántico sur sabe -luego de escuchar
las declaraciones de la presidente y
su canciller- que estos dos
personajes son aprendices de brujo cuya ignorancia se acerca peligrosamente a
lo que se puede esperar de dos necios “exitosos”
o, a contrario sensu, son tan
infames que utilizan Nuestras Islas como cortina de humo para tapar una
realidad que es tan angustiante como aciaga para lo que queda de la República.
Podría
entenderse que en el ajedrez ramplón pero siniestro que los políticos
argentinos, oficialistas u opositores, juegan a diario se utilicen chicanas
espurias, depravadas artimañas o pedantes afirmaciones cuyo único fin es tratar
de ganar un tranco de pollo en las ventajas arteras que tratan de sacarse día a
día; basta con leer sus declaraciones en cualquier periódico para saber a que
nivel de bajeza se ha llegado.
Todo lo
anterior es entendible y hasta podríamos decir aceptable dada la pedestre
escala de valores que los argentinos usamos, en nuestra pusilánime pereza, para
medir la estatura moral de nuestros “representantes”.
Lo que no puede entenderse es el vil juego que desde hace tiempo se hace
utilizando a Malvinas y a sus caídos.
Ha llegado el
momento de decir las cosas como en verdad son. Ni las Malvinas serán nuestras en veinte años, frase grotesca que solo
podía salir de la boca de un tipo que no ha hesitado en traicionar a su Patria y a su raza dándole el beso de
la paz al representante de un País que carga en su haber con la vida de ochenta
y cinco argentinos, ni hay ninguna posibilidad que estas, al menos sean objeto
de una negociación diplomática ordenada.
Digámoslo con
todas las letras, las Islas Malvinas
son el mejor palo y zanahoria para hacerle creer a aquellos pocos avisados -que
todavía son muchos- que el gobierno “Nac And Pop” ha puesto todo su
empeño en recuperarlas cuando la realidad es que cada declaración pomposa del
ejecutivo es un martillazo más sobre los clavos que crucifican a nuestra tierra
irredenta.
En su descaro,
la presidente y su cohorte se han animado a jugar con
aquello que aún une a los argentinos en un emocionado respeto. Al utilizar a Malvinas para sus enjuagues y
trapisondas han decidido cagarse en lo mejor que dio La Argentina en el siglo XX. En el albañal en que, por acción u
omisión, los argentinos convertimos a nuestra República en los últimos setenta años es tan poco lo que hicimos
que lo único destacable son aquellos que dieron
sus vidas por la Patria y de estos, por historia y tradición, aquellos que
tienen sus tumbas en el helado mar austral y en la turba malvinera.
En su descaro
nos han mostrado que mientras para todos los argentinos esas tumbas son altares donde
aún vive lo mejor de la Patria, para estos personajes de bolsillos
inquietos y moral endeble no son otra cosa que el “ara corrupta de un mercado” (*) donde día a día se vende lo que queda
de Argentina.
(*) Carta a un soldado argentino. Enrique Vidal Molina. 1982
JOSE LUIS MILIA
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