La persecución a los militares que lucharon y luchan (todavía) contra el terrorismo marxista está llegando a cotas insospechadas. Las tesis del Foro de Sao Paulo, en el sentido de destruir desde dentro de las instituciones las Fuerzas Armadas en América Latina, se impone y casi ninguna nación del continente, de las dominadas por la izquierda, escapa a esta perversa tónica.
POR RICARDO ANGOSO
rangoso@iniciativaradical.org
Las
antiguas fuerzas de la izquierda revolucionaria, que nunca consiguieron su objetivo
de tomar el poder por la fuerza durante las décadas de los ‘60, ‘70 y ‘80, han
conseguido a través de las urnas lo que les fue negado en el campo de batalla.
Y ahora, como quizá era de prever, se toman la revancha y confirman la tesis de
que su discurso sobre el "perdón"
y la "reconciliación" es
pura retórica para engañar a los tontos útiles, como decía aquel maestro de la
revolución al que sus correligionarios simplemente llamaban Lenin. Uno de los grandes "tontos útiles" del continente
es el presidente de Colombia, Juan
Manuel Santos, quien ganó en nombre del centro y la derecha y gobierna para
la izquierda.
Cuando han
pasado más de cuatro décadas desde que Ernesto
“Che” Guevara lanzara su famosa proclama de "crear uno, dos o tres Vietnam", la vieja izquierda
guerrillera latinoamericana que tomó el camino de las armas después de la
revolución cubana vuelve a estar de actualidad y sus herederos políticos, lejos
de arrepentirse por sus crímenes, se han alzado con el poder por la vía
democrática. Siguiendo los consejos del Foro
de Sao Paulo y, sobre todo, del ex
presidente brasileño Lula da Silva, esta izquierda ha conseguido el poder
en Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. Los
casos de El Salvador y Perú, vista su evolución política y al
no haberse adherido a la "muchachada"
bolivariana, son dos casos muy particulares y que debemos analizar aparte.
Durante
décadas, pero sobre todo entre 1959, año en que el pistolero Fidel Castro y su aprendiz
de matón argentino, Ernesto “Che” Guevara, llegan a La Habana e instalan la
dictadura comunista interminable, y el final de la Guerra Fría tras la caída
del Muro de Berlín, en 1989, las fuerzas de izquierda revolucionaria, pero
sobre todo los comunistas, utilizaron la violencia como parte de una estrategia
política orientada a la toma del poder por la fuerza siguiendo la senda de los "héroes" de la Sierra Maestra.
"Todo dentro de la revolución, fuera
nada", como sugería Castro;
a los que quedaban "fuera" le esperaba el tiro en la nuca.
Como era de
esperar, tal estrategia, condenada por las respectivas sociedades de América Latina
por la crueldad de sus acciones y por la consabida tesis del fin justifica los
medios, aunque los actos terroristas fueran indiscriminadas y dejaran inocentes
en el camino, no dio los resultados previstos y la izquierda revolucionaria
tuvo que variar su estrategia y utilizar, como hizo el nazismo en la Alemania de entreguerras, la vía
democrática para llegar al gobierno.
Luego, como
se está viendo, una vez en el poder, el orden democrático es subvertido y se
genera una democracia vacía de contenidos y nulo funcionamiento de las
instituciones políticas; los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial,
se confunden y los máximos caudillos
se acaban convirtiendo en auténticos
dictadores, tal como suceden con los notorios casos de Hugo Chávez en Venezuela,
Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua, por poner tres de los casos
más paradigmáticos… pero sin ignorar lo que hacen los presidentes Evo Morales y Cristina Fernández, Vda. de Kirchner
y el destituido Fernando Lugo, en sus respectivos países
LA VENDETTA POLÍTICA CONTRA LOS
VIEJOS SOLDADOS
Pero estas
fuerzas abandonaron pronto su retórica en pro de la concordia y el perdón,
abogando más bien por reabrir las
heridas y someter a juicios, muchas veces sin garantías procesales y jurídicas,
a los que ellos consideraron sus enemigos y que les infringieron una clara derrota
en el campo de batalla.
En Argentina, por ejemplo, desde la
llegada de esa plaga apellidada los Kirchner,
pero sobre todo desde el arribo al poder la consorte, Cristina, más de 1000 militares argentinos implicados en la lucha
contra el terrorismo peronista -los Montoneros-
y marxista, sobre todo el procedente del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP), han sido procesados y muchos de
ellos condenados, al tiempo que, tristemente, más de 160 han muerto en prisión.
La mayor parte de los juicios, tal como han denunciado en repetidas veces sus
abogados, se celebran sin garantía y tienen un contenido más político que
penal.
Ancianos
como los generales Jorge Rafael Videla y
Reinaldo Bignone ya han asumido que morirán en la cárcel y que sus
procesos, pese a haber sido juzgados por segunda vez y contar con el perdón
presidencial de Carlos Menem, son fruto de una venganza
política orquestada por los antiguos peronistas, que, por cierto, nunca fueron
juzgados por sus viles y atroces crímenes.
De la misma
forma, en Brasil, aunque la
situación no es comparable con la de Argentina,
ya se ha abierto un juicio contra un militar que participó en la lucha contra
la subversión en este país y el ejército es constantemente señalado desde los
poderes públicos y determinados medios de haber sido el causante de la guerra
desatada por los marxistas en la década de los ‘60 y de las consiguientes
consecuencias.
En Chile,
tampoco se han quedado al margen de este proceso y han sido detenidos varios
militares supuestamente responsables de violaciones de Derechos Humanos y dos
miembros de la cúpula de la fuerza aérea de entonces han sido detenidos en las
últimas semanas acusados del supuesto asesinato del general Alberto Bachelet, padre de la ex presidenta Michelle Bachelet. Varios ex responsables de la DINA,
la policía secreta del régimen de Pinochet,
y varios generales que estuvieron al frente de responsabilidades de cierto
nivel durante aquel gobierno también fueron procesados.
No
olvidemos que Chile fue uno de los
países de América que más duramente
sufrió el flagelo del terrorismo marxista. Más de novecientos funcionarios, civiles, policías y militares
fueron asesinados entre 1965 y 1990, sobre todo a manos de elementos
subversivos de los grupos de ideología izquierdista Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), Movimiento de la Izquierda Revolucionario (MIR) y más tardíamente por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez,
brazo armado del Partido Comunista
Chileno.
PERSECUCIÓN A LOS EJÉRCITOS DE
URUGUAY, VENEZUELA Y COLOMBIA
Pero donde
el grado de venganza y rencor de la izquierda llegó al límite del paroxismo fue
en Uruguay. En este país del Cono
Sur se llegó a perseguir al anciano
y enfermo expresidente Juan María
Bordaberry hasta su muerte, casi le siguieron hasta la tumba. También el
parlamento de este país, controlado por ex guerrilleros y ex terroristas, ha
reabierto las heridas y pretende juzgar a los responsables del gobierno
cívico-militar que derrotó al terrorismo y evitó que un régimen de corte
castrista se hiciera con el poder en Montevideo.
En Venezuela, el sátrapa de esta nación
atrapada por el castrocomunismo, Hugo
Chávez, ha politizado a las Fuerzas Armadas de este país, les ha impuesto
el juramento de "¡Patria, socialismo
o muerte!" y ha establecido un férreo control político a los
militares, sobre todo a través de los servicios secretos chavistas organizados
por Cuba, la tristemente famosa
Dirección de Inteligencia (DI), cada vez mejor organizada y activa en este país
caribeño.
Por último,
y para añadir a este cuadro fruto del trabajo del Foro de Sao Paulo para desacreditar a las Fuerzas Armadas de todos
los países de América Latina, Colombia también se ha visto inmersa en
una campaña de descrédito de su ejército, que sufre una guerra implacable a
manos de la organización terrorista
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otras bandas criminales. A la negativa del gobierno del
actual presidente, Juan Manuel Santos, aliado de la
izquierda revolucionaria, a conceder un fuero milita que dote a los militares
de una cierta protección ante un marco jurídico dominado por ex guerrilleros,
se le vienen a unir las decenas de procesos abiertos contra miembros de los
cuerpos de seguridad. Todo ello por no hablar de un estado de cosas dominado
por una inacción en los cuerpos de seguridad, fruto de la desmoralización y una
acción de gobierno más volcado en el apaciguamiento del terrorismo que en la
derrota de los grupos terroristas; la negociación con las FARC está en ciernes y parece que Caracas actúa como intermediaria.
PD. Sobre
este asunto, ver también el libro: El
plan del Foro de Sao Paulo para destruir las Fuerzas Armdas; descargar en
la parte derecha de este blog.
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