Por favor, difundir entre los más jóvenes, que no
conocieron los tiempos de violencia y muerte que creíamos superados. Recientemente
fue muerto el joven Condorí en
Humahuaca y la mayor sospecha del crimen cae sobre gente
que responde a Milagro Sala, una dirigente
que recibe millonarios aportes del gobierno
nacional (¿no les llama la atención lo minimizado de la noticia?) Como
entonces, todo el que se opone a la supuesta revolución llamada modelo y encabezada
por los multimillonarios en el poder, es oligarca, reaccionario, y enemigo del
pueblo por vestir bien.
Lamentablemente algunos jóvenes sólo leen y escuchan el "relato oficial", y siguen
como ovejas sus consignas. Ojalá cuando despierten no sea demasiado tarde.
Tampoco nadie denuncia tal "apología del delito", como ejemplo podemos citar el
festejo del Día del Montonero, no somos expertos en derecho pero la “apología del delito” existe aunque el
mismo esté prescripto. Ese día no se escuchó ni una sola disculpa a la sociedad
que fue agredida por la violencia terrorista, pero sí se escucharon
públicamente varias opiniones sobre esas
prácticas y sus ejecutores, con una enconada defensa y alineación con esos comportamiento Si tienen dudas sobre si se incurrió en “apología del delito” pidan su opinión a
la diputada nacional Claudia Rucci,
a Arturo Cirilo Larrabuere, a Silvia Igarzabal, y a miles de
familiares de las Víctimas del Terrorimo
en la Argentina.
A esos jóvenes que les lavaron el cerebro, especialmente
a ellos y a sus mayores les dejamos el
artículo escrito por un joven escritor y pensador argentino, que no se tragó el
sapo e investigó por cuenta propia.
El Día del Terrorista en el país de los
Derechos Humanos
septiembre 12, 2012
By Agustín Laje
Como una manera de examinar la realidad y extraer de ella
conclusiones válidas, Aristóteles
enunció una serie de reglas lógicas entre las que se encontraba la “ley de no contradicción”, que afirma
que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo contexto.
Va de suyo, empero, que al ser humano le es cotidiana la
contradicción. De no ser así, la misma noción de lógica no tendría sentido,
pues todo sería indefectiblemente lógico. No obstante ello, también es cierto
que no todas las contradicciones son igualmente graves. Algunas son inocentes y
otras deliberadas; algunas son inofensivas y otras peligrosas… y hace algunos
días hemos conocido una que es insultante.
En efecto, el pasado viernes 7 de septiembre se celebró
el llamado “Día del Montonero”, al cumplirse 42 años de la muerte de los
jefes terroristas Fernando Abal Medina
y Gustavo Ramus que, en 1970,
cayeron en un tiroteo con la policía en William Morris, partido de Hurlingham.
La espeluznante conmemoración fue organizada por grupos
ultrakirchneristas como Kolina (de Alicia Kirchner), el Movimiento Evita, Negros de Mierda, y Tupac
Amaru, entre otros. Entre los concurrentes, como no podía ser de otra
manera, se divisaron entusiastas militantes de La Cámpora, organización que pretende erigirse en la continuidad
ideológica de la facinerosa banda homenajeada.
Dado que la llamada política de “memoria, verdad y justicia” impulsada por el kirchnerismo se ha
caracterizado por reconstruir (o mejor dicho, destruir) la trágica historia de
los `70 bajo la más absoluta parcialidad, vale la pena responder, lo más
resumidamente posible, al interrogante siguiente: ¿Quiénes fueron y qué hicieron los Montoneros?
Montoneros nace públicamente como organización armada
en 1970 con el secuestro y asesinato de Pedro
Eugenio Aramburu. Casi inmediatamente se ganaron, a raíz de este hecho, la
confianza del peronismo y del propio Perón,
que desde su exilio alentaba el accionar de esta banda con el objeto de
desgastar la “Revolución Argentina”
que lo mantenía proscripto.
Si bien los Montoneros
en sus tres primeros años de vida dijeron adscribir al peronismo, la verdad era
un poco más compleja. Años antes del inaugural asesinato de Aramburu, la mayoría de los
perpetradores del hecho de marras (Arrostito,
Abal Medina, Ramus, Maza y Capuano Martínez) ya habían pasado por Cuba para ponerse bajo el paraguas
del marxismo-leninismo, como lo afirmarán en La Biblia en 1973. Ya habían
pasado por La Tricontinental y la OLAS, conocidas reuniones convocadas por el
castrismo para delinear la estrategia revolucionaria regional.
Todo esto se vio con mayor claridad al retornar la
democracia al país y levantarse la proscripción al peronismo. En efecto, en
estas nuevas circunstancias, los Montoneros
continuaban poniendo de manifiesto que se encontraban en guerra, aunque ahora
contra gobiernos constitucionales y peronistas: “Nuestra estrategia sigue siendo la guerra integral” (Revista
Militancia, 1973). Mario Firmenich
lo dijo con claridad meridiana en septiembre de 1973 cuando, ante la pregunta
de un periodista de si Montoneros
abandonaría la lucha armada, respondió: “De
ninguna manera. El poder político brota de la boca del fusil”.
El desarrollo de esta “guerra
integral” incluía una variedad innumerable de acciones terroristas de toda
naturaleza: tiroteos tanto con víctimas discriminadas como indiscriminadas en
la vía pública (como el asesinato de Rucci
en 1973); ataques frontales contra guarniciones militares (como el intento de
copamiento del Regimiento de Infantería de Monte en Formosa en 1975);
colocación de bombas en edificios públicos (como la que voló la
Superintendencia en 1978); colocación de bombas bajo aeropuertos (como la que
explotó bajo la pista de aterrizaje del aeropuerto tucumano en 1975); uso de
coches-bomba (como el que acabó con la vida de 11 personas en 1976 en Rosario);
atentados bajo el agua con buzos tácticos (como la voladura del yate en el que
viajaba Alberto Villar en 1974);
atentados con bazookas (como las RPG-7 utilizadas en 1978 contra la Casa
Rosada); secuestros de empresarios nacionales (como el del Ingeniero Mascardi en
1974) y extranjeros (como el del Ejecutivo del frigorífico SWIFT A. Valochia también en 1974);
ocupaciones de aeropuertos (como el de Formosa en 1975); tomas de ciudades
enteras (como La Calera en 1970), entre otras muchas formas de terrorismo
preferentemente urbano.
Bajo las balas y bombas montoneras murieron cientos de
personas de todas las edades, profesiones y clases sociales. Fueron asesinados
ancianos como Margarita Obarrio de Vila
(82 años), y jóvenes como Paula Lambruschini (15 años), ambos víctimas
de una bomba que voló un edificio porteño en agosto de 1978. Fueron asesinados
humildes soldados como los conscriptos que defendieron el cuartel de Formosa en
1975, y políticos que eran considerados enemigos, como el radical Arturo Mor Roig en 1974. Fueron
asesinados sindicalistas como José
Ignacio Rucci en 1973, y empresarios como José María Paz en 1974.
La regla del terrorismo es, como se desprende de lo
analizado, clara y precisa: sistematizar y generalizar la muerte en todos los
sectores y niveles sociales, pues es la forma más efectiva de infundir y
diseminar el terror. Lograr que toda la gente, por igual, sin distinciones de
ningún tipo, tenga la sensación de que su vida está en constante peligro es la
meta por excelencia del terrorista. Montoneros
tenía esto bien en claro; lo aprendieron tanto en los cursos recibidos en Cuba,
como en sus manuales para la “guerra
revolucionaria” (“el terrorismo es un
arma a la que jamás el guerrillero debe renunciar” enseñaba el manual de Carlos Maringhella), como en la
experiencia que recibieron de la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP) que los entrenó en 1977 en El Líbano
y Beirut.
El pasado 7 de septiembre el kirchnerismo convocó a
homenajear a la organización terrorista que estamos analizando. Consideran que
su accionar es digno de reconocimiento. No debiera sorprendernos: es parte del “relato” transformar a los terroristas
en “jóvenes idealistas”, borrando de
la memoria a sus cientos de víctimas. O, si se quiere, haciéndolas desaparecer
de la historia.
Así es como en la Argentina de los supuestos “Derechos Humanos” (tal la bandera
monopolizada por el kirchnerismo) con júbilo se festeja el Día del Montonero; es decir, el Día del Terrorista.
Algo no cierra. Una cosa no puede ser y no ser al mismo
tiempo. O somos el país de los derechos humanos como insiste el gobierno de Cristina Kirchner, o somos el país que venera terroristas que violaron
derechos humanos sistemáticamente.
El evento organizado por el kirchnerismo en William
Morris el pasado 7 de septiembre responde con claridad esta disyuntiva.
Agustín Laje*
La Prensa Popular
http://www.agustinlaje.com.ar/
@agustinlaje
agustin_laje@hotmail.com
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* Es autor del libro “Los mitos setentistas”.
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