Si aceptamos que bien o mal el periodismo es el cuarto
poder en todo país donde rija la tradicional y democrática división de poderes
-e incluso en las monarquías constitucionales- los hechos ocurridos en todo el
territorio nacional el último jueves 13 S nos permiten afirmar que lo que se da
en llamar las modernas redes sociales se
ha convertido en un quinto poder. Su construcción está destinada no sólo a
transformar los estilos de convivencia a los que todavía estamos acostumbrados,
sino que también han llegado para transformar los usos y costumbres políticas
tal como las hemos conocido hasta hoy.
Si bien la concentración que alteró para siempre la
confianza que el kirchnerismo había constituido en sí mismo y para sí mismo fue
espontánea, hay que reconocer que las voces que dieron dinamismo al suceso
fueron las que uno a uno conectaron a los usuarios entre sí para concurrir a
una manifestación que, aunque fue anunciada tiempo atrás, careció de dirigentes
efectivos y operaciones que facilitaran y orientaran a la gente. Lo único
cierto, concreto y mensurable, fue el deseo íntimo de vencer al miedo amenazante
que hasta ese día había regido para las distintas expresiones; salvo
excepciones -incluso periodísticas- sólo un puñado de argentinas y argentinos
realizaban y realizan actos de resistencia a la prepotencia y avasallamiento.
El ámbito legislativo también es testigo de algunos actos de rebeldía -Lilita
Carrió es uno de ellos- pero el conjunto ha sido y es lamentable hasta tal
punto que a esta altura de los acontecimientos el gran público, que no siempre
se detiene a analizar estos problemas, tuvo y tiene la percepción de lo que
fácilmente podemos definir como un desastre nacional. Sin reservas a la vista,
sin figuras dirigenciales capaces de agrupar voluntades, “la gente de todos los días” tuvo claramente la percepción de este
escenario donde algunos nombres giran como calesitas en un movimiento sin
salida. Los periodistas son más claros e importantes que la mayoría de los
protagonistas políticos y facilitan que tomen cuerpo las quejas contenidas por
la corrupción, el latrocinio y las mentiras públicas. Los enriquecimientos ilícitos y fabulosos son denunciados sin resultado
alguno y el tobogán de la decadencia nos lleva hacia un abismo interminable
cargado de presagios. La inseguridad contribuye a marcar el ritmo.
Nos quedamos cortos en la definición. En lo que parece un
caso terminal, apareció el imprevisto. Mientras avanzaba el jueves 13 S, los
servicios de inteligencia no alertaron en profundidad lo que iba a suceder al
concluir el día. Precavida, Cristina
había resuelto viajar a San Juan para no ser testigo de la manifestación de
protesta que rodearía a la quinta presidencial de Olivos y sólo cuando se
disponía a volver le llegó la información de lo que comenzaba a adquirir forma
en la Capital Federal y en las ciudades, pueblos y plazas de todo el país. Entonces
giró hacia El Calafate y allí debió soportar las noticias que le sonaron
increíbles. Las redes sociales lo hicieron posible y sólo entonces se corporizó
uno de los acontecimientos políticos más
importante de los últimos tiempos y que ya tiene prevista su sucesión para el
venidero 1° de octubre.
Las redes hicieron su trabajo pero también hubo numerosos
componentes que alimentaron la concentración, que ya produjo divisiones
internas en el seno de la cúspide gubernamental, en tanto Cristina aún no se repuso de lo que jamás sospechó. En primer
lugar, debemos mencionar el componente anárquico con que el gobierno comenzó a
vestirse cada vez con mayor nitidez. Los ministros
y secretarios ya discuten entre sí
con fuerza y empecinamiento, Cristina
hace esfuerzos por mantenerse como único y excluyente factor referencial, pero
ya son varios los gobernadores que
se conectan y hablan con voces cada vez más altas, preocupados por el
desordenado curso de los acontecimientos y los reclamos sociales cada vez más
exigentes. Paralelos a la progresiva escasez de dinero líquido, los subsidios
que hasta ahora contuvieron una explosión comienzan a escasear y ya requieren,
sino un ahorro, sí una mayor prudencia en el gasto, algo a lo que la viuda no está acostumbrada.
En tanto, por causas concurrentes, el auge del delito
agobia a la opinión pública, Cristina
se vio obligada a aceptar los servicios en el área de Seguridad al teniente coronel Sergio Berni, un
médico que militó en el sector carapintada del Ejército y mantiene firme su
estilo militar. El tema no es para menos. Hombres de notable influencia en el
kirchnerismo, como lo es Horacio
Verbitsky, de experimentada actuación en el terrorismo montonero, no
soporta esta circunstancia y utiliza a Página 12 para efectuar tiros por
elevación contra quienes son sostenedores -y gozadores- firmes del gobierno. El
revuelo que existe dentro de La Cámpora, el grupo Kolina que responde a la eterna candidata Alicia Kirchner o los
sectores fieles a los “Negros de Mierda”,
Barrios de Pie de Luis D’Elía, Tupac Amaru, de Milagro Sala,
o similares, se quejan ante el imprudente joven
Abal Medina, que al igual que Aníbal
Fernández desestimó con argumentos fútiles y superficiales el profundo
contenido que generó el jueves 13 S.
Hoy por hoy, no exageramos si decimos que el gobierno,
con Cristina a la cabeza, no sabe
realmente qué actitud adoptar frente al escenario que comenzó a tomar forma.
Después de la iniciativa adoptada por el cordobés Juan José de la Sota, las jugarretas con que quieren someterlo a Peralta en Santa Cruz y el éxito que la
movilización tuvo en provincias diversas, el panorama se modificó -todavía con
bastante gradualidad- pero todos miran con aprensión hacia el 1° de octubre, en la inteligencia de
que desde ahora las cosas serán distintas. Ya son distintas. No se trata ni de
izquierda, ni de derecha ni de centro. Tampoco de alianzas políticas o
partidarias ni de conversaciones entre los dirigentes de siempre. En el ámbito
gremial existe una percepción más aproximada a la realidad pero, pese a ese
mayor pragmatismo, tampoco allí las tienen todas consigo.
La comidilla de lo que sucede en la Argentina llena las
conversaciones en el mundo diplomático local, donde cada día se sigue con menos
atención lo que se juzga como un disparate substancial lo que ocurre en la
Argentina, excepto la reacción que comenzó a dibujarse el jueves. La atención
está puesta en algún nombre nuevo que
prometa el futuro, en el fracaso, hasta ahora, con que se puso en el
énfasis de las palabras huecas al intento de lograr una lucha de clases que
marca el ritmo de las acciones de algunos en el poder y finalmente, se saben
dos cosas realmente ciertas: en diciembre, la denominada ley de medios
requerirá de un año más para implementarse legalmente, en tanto otras malas
noticias llegan a la Casa Rosada a través de los testimonios externos negativos
para nuestra economía por la falsificación de los datos con que es informada.
Lapsos demasiado extensos y extremadamente cortos para una administración
incapaz y decadente como es la que vivimos.
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