Ella delira. Se
le mezcla su enferma soberbia de la voluptuosidad del poder, con las sombras
más temibles de bultos que se menean…
10 de Septiembre
de 2012
Ella delira. Se le mezcla su
enferma soberbia de la voluptuosidad del poder, con las sombras más temibles de
bultos que se menean…
Su selectividad moral, a quien
esto escribe lo hace estallar de repugnancia. Es claramente una perversa moral.
Pocos deben saber. En la
Argentina, con cierta exactitud, cuál es el único terror verdadero de esta
contorsionista de la farsa bajo cuyo yugo hemos caído.
Casi nadie sabe cuál es,
objetivamente, el esquema principal de causales de sus ataques de pánico
recurrentes.
Cuál es, en su íntima
convicción, casi el único factor del que no se siente segura en absoluto y del
que, inversamente, presiente una especie de proximidad inexorable cuya fórmula
real para esquivarlo… no existe a su alcance.
No es su salud… por cierto en
vías de secreto deterioro.
No es el creciente poder de
algún gremialista o de la coalición de gobernadores que ha empezado a
levantarle la voz en todo sitio sobre los temas rigurosos, que jamás se le
cuestionaban y que siempre se le respetaban: el enfoque instrumental de las
políticas públicas.
No es tampoco su entorno,
plagado de traidores, de hipócritas y de advenedizos, a quienes ella conoce con
detalle quirúrgico.
Ni siquiera es alguno de sus
famosos “grandes” enemigos políticos antiguos o actuales a ninguno de los cuales
considera suficientemente muerto en lo político como él hubiera deseado.
Tampoco es ninguno de los
fantasmas externos ni Washington, ni el FMI, ni el G-20, ni sus vecinos odiados
Dilma Rousseff y Piñera.
No, nada de
eso.
El terror íntimo y verdadero
de ella es nada más ni nada menos que “el problema social en ciernes”, sus
líneas de tensión en límite de maduración para poner a desbordar todo, sin
control por vía del chispazo más ingenuo e inocente que pueda ser concebido.
Es una temible masa crítica de
marginales, pobres e indigentes cuyo porcentual se anuncia en descenso mes a
mes, pero que ella sabe íntimamente que no es cierto.
Sueña con eso.
Pero en su ánimo personal no
se instala una preocupación genuina proyectada a resolver los problemas sociales
desde su raíz. No hay en ella un enfoque generoso y dativo para ese déficit que
resulta tan sensible a los correctivos desde el pináculo del poder.
No. Su miedo es absoluto
egoísmo y deseo de poner a salvo su pellejo.
Miedo a tener que caer, sin remedio,
en un escenario de caos generalizado que surja por vía de esos fenómenos de
contagio sucesivo de factores desencadenantes que son absolutamente
impredecibles.
Se horroriza al extremo, al
imaginarse que puede tener que vérselas con la decisión de seguir dejando que
se queme y se destruya todo con su trágica liturgia montonera de “policías
decorativas”.
O acaso, frente a un problema de escala, tener que tomar la decisión de poner
un límite verdaderamente contundente.
He dicho aquí, en forma
reiterada, que todos los grupos de choque que ha preparado y que sigue
ensanchando, están para protegerla aún en el peor de los escenarios de culpa
que quiera crucificarla algún día. Están para poner coto -a como dé lugar- a
cualquier desvío aún en los confines de la comarca… en Humahuaca o en Tierra
del Fuego.
Y todo eso entra mucho más en
la lógica de una criminalidad como práctica política. Apoyada mucho en el palio
su incapacidad estructural para ejercer la conducción pública, que en el
enfoque elogioso de alguna filantropía dogmática puesta al servicio de proteger
las vidas humanas.
Si algún grupo logra
generalizar el caos, incentivando a todos los “guetos” de marginalidad que
conocemos aquí con el nombre de bolsones de pobreza, entonces va a ser difícil
parar el problema.
Quizás, por esa simple razón,
constituye el “único terror”, por cuanto ninguna otra cosa es esperable en
materia de presiones desde la mansedumbre social argentina.
Ella subirá la apuesta hasta
que las ruinas de Pompeya y Herculano, en cenizas, puedan ser fotografiadas por
los diarios.
Y la subirá. Pagando después
los daños con la Caja del Estado, dejando que todo siga por el camino de la
divina providencia. De la casualidad.
Esa es la liturgia que nace
del terror de esta indecente.
De esta perversa moral, que
por lo que se ve, además de Once o de los demás muertos de su dinastía, es
ahora responsable plena por la muerte de un compatriota… en Humahuaca.
Una muerte, a manos de gente
que responde en forma exclusiva a la Caja y a la voluntad vesánica de Balcarce
50.
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