Jean-François Revel
Realmente,
la tradición de la Iglesia católica nos ha puesto a salvo de un peligro que
nunca hubiéramos imaginado hasta el viernes, cuando doña Cristina, desde la Patagonia, comunicó al mundo que, de no
existir tal regla, ella sería papisa.
Más
complicada aún que ese nuevo disparate no olvidemos el poco de miedito que,
dijo, debíamos tenerle, fue su encendida afirmación que atribuyó el
crecimiento, lamentablemente no confirmado por la realidad, en la producción
nacional de petróleo y gas a que las empresas reinvierten en el país las
ganancias que, antes, distribuían entre sus accionistas.
Olvidó
la señora Presidente que, para
concretar la forzada venta de un porcentaje importante de YPF a los Eskenazi,
familia que sólo sabía de petróleo lo necesario para hacer llenar el tanque de
su auto, pese a lo cual Repsol le
cedió la administración de la empresa y, además, debió prestar el dinero
necesario para pagar la compra, los españoles y los argentinos habían firmado
un contrato que imponía la distribución del 95% de las utilidades (en la
industria petrolera mundial, nadie distribuye más del 25/35% y se reinvierte el
resto) para que los nuevos dueños pudieran devolver el préstamo, y que ese
acuerdo fue aprobado por escrito por Patotín
Moreno y por don Néstor (q.e.p.d.).
Es
decir que, para repartirse esas ganancias el primer año incluyeron a las no
distribuidas en el ejercicio anterior, por lo cual llegaron al 140% -y quedar
todos contentos los Kirchner,
perdón, los Esquenazi, porque se
habían apoderado del 25% de la empresa sin poner un peso, y Repsol porque se llevaba todas las
ganancias y podía empezar a irse del país que había congelado sus precios y le
prohibía retirar sus propios dividendos- la Argentina sacrificó sus reservas de hidrocarburos, a un costo equivalente,
según Alieto Guadagni, a quinientos
millones de cabezas de ganado; para
tener una noción de qué significa eso, piense que la nefasta y estúpida
política ganadera del kirchnerismo nos hizo perder sólo doce millones.
Ahora,
nuestra frustrada papisa reescribió
la historia y Él, que resultó una
pieza esencial para la privatización original de YPF, aparece como un primigenio cruzado de la
estatización / confiscación de la maltrecha empresa que preside don Galluchio, que no ha podido obtener
un solo dólar extranjero para invertir en ella, que hoy vale en el mercado casi
la mitad de su precio de venta original.
Tal
como preveíamos la semana pasada, el tema del acuerdo con Irán sigue haciendo un mal ruido para el Gobierno, ya que ha significado nada menos
que la destrucción definitiva de los importantes nexos que había construido con
la comunidad judía y con Israel, que
tantos réditos les reportara. Claro que la revelación del negocio de Fabricaciones Militares a la cual se
atribuyó la propiedad de la tecnología de combustibles misilísticos -con una empresa venezolana puesta por Estados
Unidos en la lista negra por sus
vínculos con el régimen de los
ayatollhas- y la enorme similitud entre el reactor iraní y el argentino, no
ha hecho otra cosa que enturbiar todavía más las razones de doña Cristina para apurar el trámite
legislativo, como reveló don Multiuso
Pichetto ante un no previsto micrófono abierto.
La señora Presidente, con la no razonada
colaboración de las bancadas oficialistas en el Congreso, nos ha metido de lleno en el peor conflicto del presente,
que enfrenta a todo el mundo occidental nuestros socios naturales, con un país teocrático, que desconoce la democracia y que pisotea los derechos humanos, amén de
pretender la destrucción total de Israel.
Realmente, y mirándolo por donde se lo mire, un alto costo para la Argentina, que pagarán las futuras
generaciones y que nos hundirá aún más en la decadencia y la insignificancia.
Pero
todo está permitido en el universo particular de doña Cristina: indignarse
cuando su propia tropa es escrachada y organizar episodios idénticos contra sus
enemigos; batallar por los derechos humanos sólo cuando conviene; mentir sin
ningún prurito ni vergüenza; negar la inflación y pretender que se puede vivir
con $ 6 diarios; destruir la economía y llamarlo éxito; aislarnos del mundo;
impedir el desarrollo por falta de inversiones; liderar los rankings de falta
de transparencia y de competitividad, de inflación y de corrupción; invertir
más dinero en peor educación; poner cepos al dólar y a la publicidad; atacar
despiadadamente a la Justicia y desconocer sus fallos; inventar viviendas,
hospitales y escuelas no construidos; cambiar normas y reglamentos a voluntad,
y no escribirlo nunca; proteger, sin límites, a los funcionarios venales;
alquilar a los jueces que deben investigar al poder; robar impunemente los
fondos de Santa Cruz y las tierras
fiscales de Calafate; incrementar
inexplicablemente los patrimonios; recibir valijas chavistas y embarcar
toneladas de drogas en aeropuertos militares; hundir barcos amarrados;
pelearnos con Inglaterra por Malvinas y asociarnos con empresas
británicas que exploran petróleo allí; celebrar el embargo de la Libertad y alquilar aviones ingleses
por no poder usar el Tango 01;
llevar a empresarios truchos y falsificadores a inexplicables giras
comerciales; construir un impresionante imperio multimediático e imputar la
autoría de todos los males a la prensa libre; dejar al país sin energía; y
miles de etcéteras que, seguramente, usted mismo enumerará.
Esto,
el modo de gobernar, es lo que se deberá poner en discusión en octubre, salvo
que, como me temo y he explicado, la señora
de Kirchner se convenza de la imposibilidad de lograr su reelección y
decida, para evitar convertirse en pato rengo en el imaginario cristinista, sin
gobernabilidad autocrática incendiar el
país y suspender las elecciones, cualquiera sea el precio a pagar por ello.
ROU,
18 Feb 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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