Aunque el territorio del virreinato del Río de
la Plata, devenido en la República Argentina era muchísimo más extenso, hoy,
nuestro país, no obstante sus castraciones comprende un espacio geográfico
bellísimo e inmenso que recorre desde el Norte al Sur la confluencia de los
ríos Grande y Mojinete hasta el cabo San Pío y desde el Este al Oeste de la
localidad de Bernardo de Irigoyen al cordón Mariano Moreno. Y dentro de este
espacio geográfico inconmensurable viven, conviven o sobreviven en su
diversidad ambiental y cultural, sociedades con particularidades muy distintas.
Y son diferentes por sus orígenes, por provenir de tal o cual corriente
migratoria precolombinas o postcolombinas…y son diferentes en su indiosincrasia,
porque algunos recibieron educación en cualquiera de sus niveles y otros
ninguna… y son diferentes porque algunos tuvieron y tienen acceso a los avances
tecnológicos y científicos, mientras otros transitan por la vida en un ambiente
rural, natural o cuasi primitivo. Quién pretenda comprender el pensamiento
argentino, sus ideologías, no puede desconocer estos parámetros, esta
pluralidad cultural, como además que cada una de sus veintitrés provincias son
Estados distintos, como veintitrés Estados confederados en una República, pero
cada uno particularísimo, con sociedades distintas que los habitan y que
tuvieron y tienen también procesos históricos, tensiones y conflictos propios,
a pesar de estar estos procesos cada vez más conectados con el devenir nacional.
Es dable aclarar que hasta hace muy poco y aún en nuestros días del siglo XXI
nos han contado la historia mentirosa, no nos contaron que América fue
descubierta varias veces, y que Cristóbal Colón no fue en primero en llegar, ni
tampoco que fue una mentira que la reina Isabel empeñó sus joyas para financiar
el viaje, ni trajo Colón en sus naves delincuentes arrancados de las prisiones,
para mencionar solo algunas de las tantas historias fabuladas con que hasta hoy
nos mienten a los argentinos y al mundo. América, especialmente desde la
llegada de los europeos, siempre fue tierra fértil donde brotaron rebeliones
desde hace casi quinientos años hasta hoy, a pesar de la juventud de este
continente, o tal vez en razón de su juventud. Y Argentina está en América.
Para comprender la complejidad del pensamiento
nacional argentino de antes y de ahora también hay que recordar que durante el
proceso de la llamada revolución de mayo de 1810 la estructura social no era
homogénea ni mucho menos y los intereses eran dispares. En una ciudad como
Buenos Aires con 50.000 habitantes, el 30% eran esclavos, había además indios,
gauchos, criollos, peninsulares (Españoles) y extranjeros; que actuaban
conforme a sus intereses pues mientras unos eran hacendados, propietarios o
medieros, otros eran contrabandistas, soldados ( y eran muchos) , agricultores,
arribeños (procedentes de provincias del norte), tenderos y otros de oficios
varios. Cuando las noticias de la independencia norteamericana y de la invasión
napoleónica llegaron a nuestras tierras se propagaban la ideología
preponderante del “iluminismo francés”, se acentuaron las divisiones, los
criollos que querían gobierno propio, los peninsulares mantener el dominio
español, los que querían comerciar con Inglaterra libremente y así la historia
nos muestra el juego de intereses muchas veces mezclados. En la revolución de
mayo de 1810 hubo desacuerdos, enfrentamientos y sublevaciones. Y en el juego
de imponer los intereses sectarios o corporativos se impone quién cuenta con más
poder, sea éste económico, coercitivo o de otra naturaleza. Por ejemplo si
Cornelio Saavedra fue una figura preponderante durante las invasiones inglesas
y la revolución de mayo en la que comenzó a estructurarse la Nación fue porque
era el jefe del regimiento más importante: Los Patricios. Luego en las guerras
por la independencia los militares adquirieron prestigio y más poder, asimismo
los militares que combatían con las montoneras al centralismo porteño como el
Gobernador de Santa Fe el Brigadier Estanislao López.
Si a esta maraña de intereses e ideas en juego
le sumamos las migraciones de los siglos XIX y XX, la diversificación de las
actividades de las sociedades y las nuevas ideologías que aparecieron, más la revolución industrial y las guerras mundiales,
notaremos que sin describir los procesos internos argentinos (por ejemplo los
42 años de guerras intestinas que precedieron a la firma de la Constitución
Nacional, nunca respetada) y todo lo sucedido con los distintos gobiernos desde
1853 hasta 2012; notaremos (reitero) la
dificultad para hacer comprensible el polifacético e intrincado pensamiento
nacional argentino. Las inmigraciones masivas en Argentina hicieron que en 1914
el 30% de la población argentina era europea y entre 1947 y 1954 llegaron los
últimos europeos, y a partir de la segunda mitad del siglo XX los inmigrantes
llegaron y llegan desde los países limítrofes. El ADN de esa bella mujer
llamada Argentina no se desentraña de una mera suma de antecedentes históricos,
en él se encuentra el factor rebelde, indómito de sus ancestros, de las
culturas precolombinas, de los siete jefes (que no fueron siete sino doce), de
los héroes que rechazaron las invasiones inglesas, de los granaderos de San
Martín, de los caudillos federales, del indio, de los anarquistas, de la
revolución del parque, de los trabajadores de Perón, de los cabecitas negras de
Evita, de los que combatieron en ambos bandos en los años 60 y 70 leales e
insurgentes, equivocados o no, de los
mártires que quedaron en Malvinas y de los excombatientes que volvieron. Y
llegó la democracia en 1983 y sobrevino el acontecimiento descabellado y
televisado en directo desde el regimiento de La Tablada y los levantamientos
carapintadas y el fatídico 2001. Y la segunda década infame… desde 2003 hasta
2012. Pero Argentina, la argentinidad, su modo de ser, el pensamiento nacional
de la mujer bella, sus ideales de libertad personal y nacional, tiene en su
médula, no las huestes heterogéneas que poblaban las ciudades, que vinieron a
complementarla a complicarla con enfrentamientos de facciones “copistas”, sino
la sangre y la lucha del gaucho. Y no
fue el gaucho la mentira que hasta hoy nos enseñan. Era el gaucho un ser humano
superior al pueblero, era el gaucho cortés, educado, modesto, de pocas palabras,
sobrio y además bravo. Si la Argentina tiene un estrato último ideológico
subyacente libertario y bravo es heredado del gaucho o del pensamiento de
aquella parte del pueblo argentino que por entonces habitaba en el campo: el
campesino, también llamado gaucho.
Pero a la luz de los últimos acontecimientos,
quienes creíamos que la siempre bella Argentina ahora moderna y globalizada,
imbuida de un pragmatismo individualista,
egoísta, cuya razón opera por la conveniencia, eficaz evasora de las
dificultades, adoradora del poder adquisitivo, materialista y desinteresada
social en su ideología del siglo XXI, había extraviado en el túnel del tiempo
su dignidad y su capacidad de rebelarse, nos equivocamos. No olvidamos que el
comportamiento humano es impredecible y que entre los humanos, los más humanos
son las mujeres. Aquí hubo un pueblo engañado por maestros que le dijeron
quienes eran los inocentes y quienes los malvados, que ocultaron de que desde
las entrañas de la podredumbre crece la flor. Y hubo un aprendizaje social con
el solo liderazgo unificado del hartazgo de
la historia mentirosa de los intelectuales alquilados e ignorantes y los
innumerables atropellos de una facción gobernante de un pueblo cansado y
decepcionado. Pretendieron impostar una cultura estatal desde las
universidades, colegios y escuelas. Desde la administración pública, la
judicatura, las fuerzas armadas, la iglesia, los medios de comunicación social
y desde los partidos políticos o lo que queda de ellos, quisieron domesticar
con un embrutecimiento sistemático, en lugar de proponer “libros para todos”
propusieron “fútbol para todos” y lo peor de todo confundieron justicia social
con mafias. Es fácil advertir que ese ciclo de vergüenza que bien puede
denominarse la segunda “década infame”, que no consulta ni respeta las reglas, este
absolutismo… ahora agoniza. Los
legítimos reclamos populares no cesarán por lo menos en los próximos tres meses
que faltan para que termine el año. En la saga de las divisiones que a lo largo
de la historia se han producido entre los argentinos, ésta nueva, entre adictos
al régimen y opositores que ya cuentan con la mayoría ciudadana, es de esperar
que los conflictos desatados por el autoritarismo diletante, se resuelvan de
manera pacífica, aunque esta expresión de deseos camine con muletas. La bella
Nación Argentina evidentemente “no compró” como se estila decir ahora, la historia
y la democracia falseada que le quiso “vender” una asociación corrupta de
advenedizos con guerrilleros de escritorio, que en un trueque repugnante
negociaron la sangre derramada por sus mártires. Ha emergido una nueva
interpretación de los hechos. La respuestas habrán de encontrarse, cuando las
condiciones están dadas aparecen emergentes y luego dirigentes, para
reconstruir el Estado democrático, excepto quienes se aferran al poder y a sus
intereses económicos mezquinos, el pensamiento nacional argentino ya sabe lo
que no quiere más. La reivindicación cívica ha llegado; luego se definirán las
formas y las rectificaciones necesarias para que la bella mujer rebelde
recupere su mejor atributo: su condición de República, hasta hoy secuestrada.
Eduardo Ramos Campagnolo
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