LA NACION –
21oct12 – Política
Publicado en edición impresa
Fragata varada – LA NACION, en
el puerto de tema
Los
marinos cuentan que no se sienten "prisioneros", aunque empezaba a
notarse la ansiedad por salir de Ghana
TEMA, Ghana.-
"No estamos prisioneros, nada que ver. Hacemos lo mismo que en Buenos
Aires, pero acá... No estamos secuestrados, estamos a disposición, esperando la
orden de zarpar."
Once de la mañana, 30 grados, humedad al borde de lo soportable,
clima pesado, pegajoso, sol inclemente. Pero entre los 289 marinos argentinos
de la Fragata Libertad, varada aquí desde hace 19 días y cuyas negociaciones
para ser liberada aparecen estancadísimas, reina el estoicismo. La consigna
parece ser una sola: a mal tiempo buena cara. Nadie sabe o imagina que, varias
horas más tarde, ya de noche en Ghana, el canciller Héctor Timerman anunciaría
la orden de evacuación de la nave.
"Estamos bien, sabemos que
el pueblo nos apoya y esperamos que las cosas se resuelvan pronto para volver y
reencontrarnos con nuestras familias", dicen dos marinos que
prefieren no decir sus nombres. Acaban de venir de comprar cigarrillos.
En medio de una selva de containers apilados, galpones
polvorientos, nubes de humedad y aire contaminado, la Fragata Libertad, velero
insignia, enseguida salta a la vista al llegar al puerto de esta ciudad, que no
parece el mejor lugar del mundo para quedar varado.
Para llegar hasta aquí desde Accra, la capital de Ghana, hacen
falta unos 45 minutos de auto. El tránsito es infernal porque en esta ex
colonia británica hay demasiados autos (modelos viejos y destartalados provenientes
de Europa), pero casi no hay caminos y las rutas están llenas de peligrosísimos
baches. El trayecto refleja la contradictoria realidad de este país de 24
millones de habitantes en un territorio similar al de la provincia de Santa
Cruz, que fue el primero del África occidental en obtener la independencia en
1957. Más allá de la riqueza en cacao, oro y petróleo, y los altos índices de
crecimiento, la pobreza es palpable en la ruta, en cuya vera cientos de
personas venden, en medio de condiciones higiénicas deplorables, de todo: desde
ataúdes hasta muebles, heladeras, impresoras, pescado fresco y ropa. Con
mujeres que llevan sobre sus cabezas fuentes de aluminio llenas de comidas,
bolsitas de plástico de agua, o una garrafa, el paisaje es típicamente africano,
tropical. De un lado, está el océano Atlántico, y del otro, tierra roja al
mejor estilo misionero y palmeras.
Elegantísima con sus banderolas alfanuméricas de comunicación,
en el precario y sucio puerto de Tema -al que se accede luego de rigurosos
controles-, la Fragata Libertad desentona. A un lado, tiene a un desvencijado
pesquero ghanés que saca de sus redes atunes; del otro, un buque de logística
de bandera estadounidense. ¿Tendrá que ver con la ofensiva de los fondos buitre
que lograron en Ghana un fallo judicial que ha creado uno de los peores
escándalos políticos para el gobierno de Cristina Kirchner, pero del cual aquí
la gente de la calle ni se ha enterado?
Al lado de la planchada, debajo de una sombrilla blanca, un cabo
hace guardia, vestido de impecable uniforme. Enseguida sube a avisar a sus
superiores de la llegada de la periodista. "Lo
siento, pero sin una invitación del Estado General de la Armada no podemos
hacerla subir", se excusa un comandante de guardia, gentil, pero
inflexible. Ni los miles de kilómetros recorridos ni la cantidad de vacunas que
hubo que darse para entrar a Ghana -que sólo otorga visa con un certificado de
vacunación contra la fiebre amarilla- logran convencer al comandante de un
cambio de opinión. "Le agradecemos
el interés; sólo puedo decirle que estamos bien y que las actividades del buque
siguen su ritmo normal", agrega.
En ese momento, bajan de la nave una docena de marinos vestidos
de civil, de bermudas y remera, con mochila al hombro. Uno tiene camiseta de
Boca y pelota de fútbol; también hay una chica de shorts, con el pelo mojado,
recién lavado, que ante una pregunta se limita a contestar que "está todo normal", con ojos
que parecen decir otra cosa.
Mientras otro uniformado registra todo en una hoja, los
tripulantes se suben a dos combis que los esperan en el muelle. "Terminadas las actividades de rutina
del día del buque -administrativas, de mantenimiento y de limpieza-, somos
libres y hacemos distintas actividades o excursiones: algunos se van a una
pileta o a la playa, otros se van a hacer deportes a un centro polideportivo, a
trotar o a jugar al fútbol", cuenta un cabo que, como la mayoría,
pinta un cuadro muy rosado, totalmente distinto del que plantearía horas más
tarde Timerman, que advirtió que se estaban poniendo en riesgo los derechos
humanos de los 326 tripulantes que se encuentran a bordo de la nave.
"Acá en frente tenemos el
estadio Juan Domingo Perón, donde jugamos a las tardes picados de fútbol, como
se vio en unas fotos que salieron en los diarios allá",
detalla otro marino, riendo, señalando la explanada del muelle. "Tratamos de hacer deporte para pasar
el tiempo... Ésta no es una zona muy turística, en comparación con otros
puertos, es bastante particular porque nos queda todo muy alejado, pese a que
nos ponen el transporte", dice un colega menos entusiasta.
Todos coinciden en que están tranquilos, que comen bien -el
rancho es de comida argentina, hecha por cocineros argentinos-, que dentro del
buque no hace calor porque hay aire acondicionado y que se comunican a diario
con sus familias.
Hablar de fondos buitre, de la feroz interna que ha sacado a
flote esta crisis entre Cancillería y Defensa, o de la existencia de un
supuesto plan de escape, es imposible. "No
estamos al tanto, de eso ustedes nos informan a nosotros... Y si había un plan
de escape, yo ni me enteré", dice un tripulante, que cuenta que el
vicecanciller, Eduardo Zuain, y el viceministro de Defensa, Alfredo Forti, que
estuvieron aquí de misión la semana pasada, fueron a saludarlos. "Estuvimos en formación cuando
vinieron, pero no tuvimos comunicación con ellos."
El miedo a hablar con la prensa es evidente. "No nos privan de hablar, pero es
complicado decir algo, que se puede distorsionar... Siempre hay un teléfono
descompuesto", se excusa un cabo salteño. Otro jujeño -los del Norte
son mayoría en la nave- habla de la oleada de bajas que hubo en la Armada
debido al escándalo: "Nos afectó,
sí". "Se hizo navegación con ellos de Mar del Plata a Buenos Aires y
antes de empezar el viaje subieron todos ellos", cuenta, sin nombrar
ni al entonces jefe de la Armada, almirante Carlos Paz; ni al secretario general de la fuerza, Luis
María González Day, y el director
general de Organización, comodoro
Alfredo Blanco.
¿Cómo está la moral? "Bien.
Personalmente yo estoy anímica y físicamente diez puntos. Todos hablamos y
estamos en contacto con los familiares, por teléfono o por Internet, y eso
ayuda", dice un cabo, optimista.
El sol pega fuerte, la humedad mata y es necesario tomar agua
seguido. ¿Tiene esperanzas en las gestiones que se están haciendo? "Sí, en todo momento. Es verdad, acá
nos íbamos a quedar cuatro días y van 18, pero a mí no me molesta, salgo todos
los días, hago ejercicios, estoy bien, no me aburro y tampoco estoy desesperado
por irme", asegura. "Trato
de evitar las noticias e informarme a bordo", agrega.
"Nosotros tenemos que
seguir haciendo nuestro deber", apunta otro marino, que no se
imagina que horas más tarde el canciller Timerman ordenará su evacuación y la
del resto de los más de 300 tripulantes de la Fragata.
"No estamos secuestrados
-reitera-, sino que estamos a disposición, esperando la orden de zarpar."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!