En ninguna zona de la
Capital y el conurbano se está a salvo de la imparable ola delictiva, como lo
prueban los graves hechos recientes
Ya no hay zonas
peligrosas en materia de seguridad en la Capital y el conurbano. Ni horarios
más favorables al delito violento, ni sectores sociales más desguarnecidos o
protegidos que otros. La verdad, la
triste y dolorosa verdad, es que, hoy, a cualquier hora del día y de la noche,
cualquier ciudadano, sin importar su edad y condición ni en qué zona de la
ciudad de Buenos Aires o del conurbano se encuentre, es una víctima potencial
de un delito, generalmente violento, y en el que es posible que pierda la vida
o resulte herido.
Veamos unos pocos
casos, como el secuestro del padre del
futbolista Carlos Tevez, anteayer, a las 8.28, a escasos metros de la
Autopista del Oeste, en Haedo Norte, partido de Morón. Comenzó como un simple
robo de la camioneta. Simple porque en la actualidad un robo sin violencia es,
prácticamente, un golpe de suerte dentro de la escala delictiva en la que todos
somos víctimas de hecho o potenciales. Pero cuando los asaltantes advirtieron
la identidad del hombre, regresaron sobre sus pasos y secuestraron a su
víctima.
Hubo cerca de diez
llamadas extorsivas, desde la primera comunicación en la que los delincuentes
exigieron hasta cuatro millones de pesos, hasta que finalmente se conformaron
con los 400.000 que permitieron la liberación del secuestrado, cinco horas
después. La liberación fue obra del pago del dinero y no del cholulismo
mostrado por el secretario de Seguridad,
Sergio Berni, y otras autoridades,
quienes, por tratarse del familiar de alguien famoso, multiplicaron sus declaraciones
a la prensa prometiendo remover cielo y tierra o, como dijo Berni, buscar "hasta debajo de la cama".
El escenario del
secuestro debería ser objeto de una constante vigilancia policial porque en los
últimos dos meses recrudeció allí la cantidad de secuestros, denunciándose uno
por día. Es notorio el incremento
respecto del año pasado, cuando se registraron 51 secuestros, mientras que en
los siete meses transcurridos del presente año la policía intervino en 70
casos.
A ello hay que sumar la denominada cifra negra, conformada
por los secuestros que, ante el temor de los familiares, no se denuncian a las
autoridades. Todos los integrantes de
todas las bandas actuaron a cara descubierta y, en la mayoría de los casos,
ejercieron violencia física sobre sus víctimas, como la aplicación de la
picana eléctrica, por lo cual algunos secuestrados, tras su liberación,
debieron permanecer internados durante varios días para recuperarse.
Pocas horas después
del hecho protagonizado por el padre de Tevez, un ciclista de 25 años fue asesinado a balazos en la mañana de ayer
en un sitio hasta ahora inusitado como escenario de la violencia delictiva: la
esquina de la Avenida del Libertador y Federico Lacroze, en el barrio porteño
de Palermo. La hipótesis más firme que barajaban los investigadores para el
móvil del crimen es la del intento de robo de su bicicleta por parte del
asesino, quien le habría dirigido tres disparos en la cabeza ante la
resistencia que opuso el joven. El asesino se dio a la fuga.
La violencia irracional
ejercida por los delincuentes no cesa de aumentar. ¿Desde cuándo una bicicleta vale una vida humana? Igual de
preocupante es la enorme cuota de sadismo que ejercen los delincuentes. Desde
ya, no nos encontramos ante un fenómeno nuevo. La novedad, en todo caso, radica
en el incesante aumento de la cantidad y gravedad de los delitos.
El fenómeno no deja
de crecer y esto obedece al desinterés de las autoridades nacionales,
provinciales y comunales, desinterés que a veces se confunde con el afán de
negar el fenómeno. En su segundo informe ante el Senado en su calidad de jefe de Gabinete, Jorge Capitanich se
molestó ante la pregunta del jefe del
bloque radical, Gerardo Morales, sobre la
tasa de inseguridad. "Eso no
existe, existen los delitos", afirmó, y se refirió al "volumen radial y televisivo",
al tiempo que negó variaciones de carácter sustancial en los homicidios dolosos
y subrayó "el impacto de los medios
en la constitución de la agenda de la sociedad".
Hace ya mucho tiempo
que en esta columna sostenemos que es indispensable enfrentar la delincuencia
diseñando y consensuando entre LA NACION, las provincias y las comunas una
estrategia pragmática, no ideológica, madura y cimentada en los más modernos
avances de la criminalística. Debe cesar de una vez por todas la política de la
improvisación constante y de la ceguera voluntaria que nos ha conducido al
actual drama, cuyo fin no está a la vista. Prueba de ello es que, como ha
señalado el especialista Alejandro Föhrig,
en los últimos 21 años hubo 21 ministros
de Seguridad bonaerense. La creciente cantidad de hechos delictivos
protagonizados por efectivos de las fuerzas de seguridad y policiales señala la
urgencia de proceder a una depuración en las filas de esos organismos
indispensables, pues el Estado debe
monopolizar el uso de coacción violenta a fin de reprimir los delitos.
La inseguridad que
hoy nos abruma a toda hora y en todo lugar pone en peligro la vida de cada uno
de los integrantes de nuestra sociedad. Como
ante la realidad del narcotráfico, si las autoridades no reaccionan, deberá ser
la sociedad la que se lo exija.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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