Por Mauricio
Ortín[1] 23.04.2020
Como bien prueba
hasta el hartazgo Juan Tata Yofre en Fue Cuba, el régimen comunista de la
isla-cárcel fue el principal responsable extranjero de la guerra civil que
vivió la Argentina en los '70. Ya en los años 60 Fidel Castro envió a Orán un
grupo de militares cubanos a formar una insurgencia contra el gobierno del Dr.
Humberto Illia. Uno de ellos, el capitán Hermes
Peña ultimó al gendarme argentino Juan Adolfo Romero en las afueras del
pueblo de Yuto (Jujuy). Otro militar caribeño, Abelardo Colomé Ibarra (Furry) luego de su paso por la selva
oranense siguió su carrera en el ejército cubano hasta alcanzar el grado de
general y ocupar el cargo de Ministro del Interior de Cuba. Otro de esos cubanos invasores, Juan
Castellanos fue capturado y purgó cárcel en el penal de Villa las Rosas de la
capital salteña.
Ya en los 70 el
régimen genocida cubano apañó a los terroristas que huían de la Argentina.
Además de aguantadero también fue cómplice en atentados criminales. Es el caso
del secuestro extorsivo por parte de los montoneros de los hermanos Juan y
Jorge Born. El rol que le cupo a los cubanos fue el de sacar el dinero por
valija diplomática. Que yo sepa nadie,
hasta hoy, ha denunciado a estos maleantes por los actos de guerra perpetrados
contra la Argentina y sus ciudadanos. Tampoco el régimen liberticida caribeño
jamás pidió disculpas por sus crímenes.
Cuando la
limosna es grande hasta el santo desconfía. Habría que agregar que si el que la da es el enemigo, la desconfianza
debiera ser absoluta. Este es el marco en el que hay que analizar el
ofrecimiento del régimen genocida cubano de enviar médicos a la Argentina para
luchar contra el covid-19.
Para empezar, a
nadie debiera escaparle que ningún ciudadano puede salir de Cuba sin
autorización del gobierno. El hijo de Hilda Molina, el Dr. Roberto Quiñones
(ambos cubanos), debió pedir asilo como única manera de salir de la
isla-cárcel; su madre estuvo presa del régimen durante años hasta que la
presión internacional hizo que pudiera establecerse en la Argentina. De Cuba
los médicos salen para trabajar ya como esclavos del régimen (éste cobra los
servicios y luego les reparte migajas) o, ya como espías de la inteligencia
cubana. En Venezuela así se infiltraron
hasta constituir la guardia pretoriana de Chávez, primero, y de Maduro,
después. En el Chile de Salvador Allende cumplieron idéntica función. Hasta
llegaron a encargar a un agente para que enamorara a la hija de Allende con el
objeto de penetrar al círculo más íntimo. Derrocado
Allende por Pinochet, Beatriz Allende se suicidó al enterarse de que su marido
tenía señora e hijos en Cuba y que no estaba dispuesto a abandonarlos.
Así las cosas,
no veo por qué se deba creer de buenas a primeras que los médicos-espías
cubanos son más fieles al juramento hipocrático que al régimen al que sirven o
al que tiene de rehenes a sus familiares. Por su parte, flaco favor hace el
gobierno argentino a la tan declamada justicia social fomentando el trabajo
esclavo.
Pero hay algo
todavía infinitamente más grave que no se tiene en cuenta. El coronavirus
además de una enfermedad es también un arma de guerra. Es más, se sospecha que
había sido desarrollada como tal y que su difusión se debió a un error. Qué es
esto de entregarle, aunque sea parcialmente, el manejo de semejante virus a
agentes de un gobierno enemigo de la Argentina. El gobernador jujeño Gerardo
Morales que se ha enfrentado a Milagro Sala y Evo Morales (ambos simpatizantes
confesos de la dictadura cubana) es, objetivamente, un enemigo para Cuba. Una forma efectiva de desestabilizarlo
sería infectarle la provincia con el coronavirus. Es tan fácil. Rociando con un aerosol en algunos lugares claves y
listo. Si yo fuera Morales no dejaría entrar a ningún médico cubano en Jujuy.
Mauricio Ortín