jueves, 14 de abril de 2011

¿Quo vadis, Universidad?

Por Pilar Rahola
La Nación - Miércoles 13 de abril de 2011

¿Qué le ocurre a nuestras Universidades? ¿Aún son el templo de la inteligencia, o se han convertido en un conspicuo reducto de la imbecilidad ilustrada? Y perdonen el supuesto oxímoron de estos dos substantivos, pero sabemos desde que el mundo es mundo que tener un título universitario y haber leído cuatro libros, no significa tener una cabeza bien amueblada. Muy al contrario, la historia está llena de grandes letrados que han construido edificios intelectuales que se caían con el movimiento de un simple naipe.
Este no es un artículo de historia, pero si hacemos un breve repaso de algunos grandes nombres, cuya categoría intelectual no les impidió tener una baja categoría ideológica (e incluso moral), la lista da miedo. Premios Nobel que han defendido a brutales dictadores de izquierdas, líderes de opinión que hace dos días daban la mano a Gadaffi, líderes sociales que se paseaban por Irán como si fuera el paraíso de la libertad, y por el camino de la confusión de conceptos, intelectuales, periodistas, escritores, políticos y el tutti quantti de la izquierda más ruidosa aplaudiendo las locuras de Chávez. Muchos de ellos, gentes de universidad, cuyas lecturas no han sido aprovechadas para la claridad del pensamiento.

¿Qué le ocurre a la izquierda? Y, por ende, ¿qué le ocurre a esa izquierda enquistada en los púlpitos universitarios, convertida en gurú de ideas caducas, cuyo romanticismo revolucionario es tan kitsch como irresponsable?

Profesores, catedráticos, líderes estudiantiles contaminan cerebros juveniles ávidos de ideas románticas. Por supuesto que la Universidad debe ser el territorio natural del pensamiento crítico. Y por supuesto que debe caminar vis a vis con las ideas de progreso. Pero no hablo de pensamiento crítico, ni de progreso. Muy al contrario, hablo de lobos dogmáticos que venden ideas reaccionarias, disfrazados de corderos progresistas. Hablo del pensamiento inverso, de la izquierda lunática, de esa izquierda que algún día tendrá que dar explicaciones a la historia por haber traicionado los valores de la libertad.

El artículo parte, por supuesto, del último ejemplo de esta inversión de valores: el premio que la Universidad de la Plata ha otorgado recientemente a Hugo Chávez. Según el veredicto, premian a Chávez por su defensa a favor de la libertad de expresión, y ante la noticia, una no sabe si se trata de una broma al estilo de las que gastaba Hitchcock con la invasión de los marcianos, si se tomaron unas copas y el veredicto fue al final de la fiesta o si les gusta tomar el pelo al personal porque se aburren en las aulas. ¡Premio libertad de expresión a este autarca que ha cerrado medios de comunicación, persigue a disidentes, a opositores y a periodistas, que ha pervertido las reglas de juego democráticas y que aspira a ser el pequeño Napoleón de

Latinoamérica! ¿Cómo se puede traicionar tan alegremente la definición básica de la palabra "libertad"?

Se puede, y ahí está la Universidad de la Plata para demostrarlo. Sugiero, para continuar la broma, que el año próximo le den el mismo premio a Mahmoud Ahmadinejad. Es un buen amigo de Chávez…

La cuestión, sin embargo, deja de ser una broma cuando la alucinante anécdota de este premio se convierte en la categoría de una forma de hacer y pensar que, en nombre de las libertades, el progresismo y la revolución, esconde un gran edificio de pensamiento totalitario. Seamos claros. La extrema izquierda es a

la libertad lo mismo que la extrema derecha: su enemigo. Y la diferencia entre militar en un grupo de skin heads con el cerebro lleno de vacuidad intolerante, y hacerlo en un grupo de extrema izquierda lleno de dogmas de fe que justifican atrocidades, abusos y dictaduras, es la misma diferencia que hay entre una manzana y una poma, que en mi lengua, el catalán, significa una manzana: es decir, ninguna.

Quizás hay que empezar a hablar claro. Ni todos los que hablan de libertad, aman la libertad, ni todos los que se erigen en líderes sociales presentan valores éticos, ni todos los políticos que aseguran defender al pueblo, son de fiar.

A diferencia de la derecha, que es estigmatizada cuando pisa los territorios perversos del extremismo y se convierte en un monstruo, la izquierda goza de mucha más impunidad y atraviesa y pisotea esa delicada frontera de valores sin que nadie la envíe al infierno. Aún hoy los grandes dictadores de izquierdas son venerados en los pósters de nuestros jóvenes gracias al buen hacer de los caducos revolucionarios de antaño. Cuyas barbaridades, por cierto, sembraron de cadáveres las tierras del mundo. ¿O solo mataron los Pinochet y los Videla? ¿O no mataron los Castro y los Stalin? ¿O eran héroes los tipos que tomaban una pistola, se paseaban por una calle de Buenos Aires y disparaban al primer pobre policía que encontraban, quizás un joven emigrante de tierras pobres, con un sueldo de nada y un miedo de todo, y lo mataban en nombre de su causa impuesta a fuego?

Perdonen la insolencia pero entre un dictador y un terrorista no encuentro otra diferencia que la que propia de las dos caras de la moneda. Eso lo aprendimos hace tiempo en España, con ETA. Pero decirlo en Argentina es extraño, porque ustedes aún no han hecho los deberes con la memoria trágica del terrorismo. Solo lloran a un lado de las víctimas. Las otras, desgraciadamente, son ninguneadas, despreciadas y olvidadas. Como si aquellos que tomaron pistolas, mataron personas y querían imponer una dictadura comunista, fueran libertadores… Como si las víctimas fueran culpables de su asesinato. ¡¡Qué inversión de valores, asesinar impunemente en nombre de la libertad de los pueblos!

De eso hablamos, de eso, de una civilización basada en la Carta de Derechos Humanos y que si ha sido violentada y pisoteada en nombre del fascismo, tambien lo ha sido en nombre de la izquierda reaccionaria. De ahí que el premio de la Universidad de la Plata sea más trágico que cómico. Y no porque no provoque una hilaridad cósmica, sino porque es la punta del iceberg del pensamiento inverso. Ese que dice defender el progreso, y avala a los peores reaccionarios de izquierdas. Ese que dice defender la opinión libre, y premia a los que imponen dogmas, consignas y pensamiento único. Ese que dice amar la libertad, y la traiciona con diurnidad y alevosía. ¿Quo vadis, Universidad? Hacia dónde va no lo sé, pero desde luego a menudo no circula ni por los caminos del compromiso moral, ni por los senderos de la inteligencia.

Pilar Rahola, la autora recibió el premio Derechos Humanos, 2011 de UN Watch

martes, 12 de abril de 2011

Carta Abierta a los dirigentes políticos firmantes del documento “en defensa de la democracia”


Señores:

Hemos visto el público compromiso -ejemplo de civilidad- que han suscripto ustedes la semana pasada. Sin embargo, creemos necesario hacerles presente que allí ha sido omitido un tema fundamental para la salud de la República, cual es el estricto respeto a la Constitución y a las leyes.

Con profundo estupor nuestra Asociación contempla la diaria degradación del papel que, constitucionalmente, debiera desempeñar la Corte Suprema de Justicia de la Nación como custodio de los derechos de los ciudadanos. No hay República sin una recta justicia.

Tal deterioro en la administración de la justicia se muestra como una lamentable actitud de complicidad del Poder Judicial con el Poder Ejecutivo, que hoy comete los delitos más aberrantes de manera impune y sin cortapisas.

La democracia no es sólo el voto. Implica también el respeto hacia las reglas que permiten que una sociedad funcione; y no es la menor de ellas el reparto de poderes, que hace a la esencia de la convivencia republicana.

Cuando este principio es transgredido, cuando el supremo Tribunal del país, seguido por muchos tribunales inferiores, se hace parte en un proceso de tergiversación y parcialización de la historia impulsado por ideólogos de un proyecto que pretende modificar a la Argentina desde sus raíces y desatar una persecución de odio y de venganza, acontece lo que hoy presenciamos: la desaparición de nuestro sistema jurídico de principios sin los cuales ninguna sociedad civilizada puede subsistir; son ellos el principio de legalidad, irretroactividad de la ley penal, aplicación de la ley penal mas benigna, cosa juzgada, derechos adquiridos, cumplimiento irrestricto del debido proceso.

Como consecuencia de ello hay mil presos políticos y su número crece en forma inquietante. Como agravante se cuentan más de ciento veinte muertos en cautiverio. Son presos políticos por cuanto su encarcelamiento obedeció a una decisión política. Ya no solamente son perseguidos los militares, sino también, como se ha visto, cualquier ciudadano, a designio de la tiranía. Ante la ausencia del principio de legalidad todos los argentinos estamos en libertad condicional.

Así, con la certeza de la complicidad de la Corte Suprema en este modo de impartir ¿Justicia?, nuestros tribunales aplican hoy viles procedimientos a imputados y testigos, despreciando aquellos principios que permitieron que llegaran a nuestras tierras inmigrantes de todos los orígenes, confiados en la imagen de civilización y justicia que la Argentina mostraba al mundo.

Todos compartimos, la terrible sensación de decadencia de nuestra Patria, que ha desaparecido de todos los mapas, producto de la falta de seguridad jurídica imperante. Los argentinos hemos dejado de respetar la ley y, por sobre todo, la palabra empeñada. Nos transformamos en habitantes de una selva en la cual impera la voluntad del más fuerte. Hoy se ha logrado sustituir la vigencia del Código Penal y de  los derechos y garantías contenidos en la Constitución Nacional, por una falsa, difusa y ambigua política de derechos humanos.

Pedimos que piensen en los inmediatos beneficios del regreso de ese esencial instrumento republicano en cuanto a la corrupción, a los contratos, a la verdadera educación pública, a la salud y a la vivienda; en suma, la Argentina volvería a ser la que nunca debió dejar de ser.

Los abogados que integramos nuestra Asociación, personas con diferentes visiones políticas, reclamamos unánimemente a quienes ejercen la máxima magistratura judicial el respeto a la ley y a esos principios básicos que hemos enumerado.

A ustedes les consta que lo dicho es cierto, y como dirigentes, algunos potenciales candidatos a la presidencia de la República, tienen la obligación de bregar por la restitución de un orden justo, como premisa necesaria para alcanzar la concordia entre los argentinos. Deben abordar con coraje y verdadero patriotismo, la reconstrucción de la República. Dios y la Patria lo demandan.

Mariano Gradín           Alberto Solanet
Secretario                    Presidente