Esta mañana al leer los diarios, nos encontramos con una interesante entrevista a Héctor Leis, un ex terrorista de la organización Montoneros, con quién en sus últimas reflexiones compartimos más coincidencias que disidencias.
Como en nuestro ideario siempre
resaltamos que “es hora que los
argentinos rescatemos las muchas cosas que nos unen y dejar de lado lo poco que
nos desune en estos 213 años de antinomias”, compartimos la mayoría de la
reflexiones de Leis –las que son fáciles
de descubrir en la simple lectura de la entrevista- y solo haremos una breve
referencia al accionar de las Fuerzas Armadas en ese período turbulento del
reciente pasado violento de la Argentina.
Finalizada la Revolución Argentina, liderada en su
último tramo por el teniente general
Alejandro Agustín Lanusse, se entrega el poder al Frente Justicialista de Liberación Nacional, alianza política que
había ganado ampliamente los comicios nacionales con la consigna de “Cámpora
al gobierno, Perón al poder”. En el efímero gobierno de Cámpora, ya se
vislumbró el futuro violento que se abatiría sobre la patria.
El mismo general Perón sufre la violencia con el asesinato confeso de Montoneros, al eliminar al hombre de
mayor confianza del veterano líder político, José Ignacio Rucci. En una reunión de su casa en Gaspar Campos, con
todo el staff del Estado Mayor del peronismo, el león herbívoro –así se
autocalificaba–decide el aniquilamiento de las organizaciones terroristas e
imparte las instrucciones pertinentes.
Al ser superadas las Fuerzas de Seguridad, por la violencia
terrorista, se ordena la participación de las Fuerzas Armadas y recaé sobre el Ejército Argentino la responsabilidad operacional de conducir la
lucha en todo el territorio.
Y como ya ha expresado el teniente general Jorge Rafael Videla: “En efecto, las Leyes de Punto Final y
Obediencia Debida promulgadas por el presidente Alfonsín, así como los decretos
de indultos dictados por el presidente Menem, crearon a su debido tiempo, en
1987 y 1989, respectivamente, una suerte de pacificación interior, frente a las
secuelas dejadas por la guerra interna librada contra el terrorismo y ganada
por las Fuerzas Armadas. Contrariamente, al asumir el gobierno, el matrimonio
Kirchner se encargó de dejar sin efecto aquellas leyes y decretos, vulnerando
elementales aspectos constitucionales (por los que algún día deberían rendir
cuenta, ellos y muchos funcionarios políticos y judiciales), dando lugar a la
reapertura de los juicios de manera totalmente inconstitucional.
Ese proceso generó una persecución judicial que aún hoy continúa y que
ha llevado a la cárcel a numerosos militares que no son más que presos políticos”.
...
“Mis camaradas más jóvenes, que en ese entonces tenían escasa jerarquía
(subtenientes, tenientes, sargentos y otros mandos inferiores), y que contaban
entre 22 y 26 años, saben perfectamente que están injustamente detenidos y que las actividades en las que
participaron fueron en el marco del cumplimiento de las leyes y reglamentos que
regían a las Fuerzas Armadas y de Seguridad.
Es inconcebible que los jóvenes de ese entonces, que no tenían poder
alguno de decisión, estén hoy presos por
haber cumplido las órdenes emanadas de los superiores.
Si hay algún responsable de lo acontecido soy yo como comandante en
jefe y los generales y coroneles que ostentaban el mando del Ejército en ese
momento, pero nunca los cuadros subalternos, repito, hoy injustamente presos”.
En resumidas cuentas los jóvenes
miembros de todas las fuerzas, que combatieron y vencieron por las armas al
enemigo terrorista de la Nación, también merecen ser llamados “Jóvenes
idealistas”, ellos tenían ideales muy distintos al del estado marxistas
que les querían imponer los otros jóvenes que aspiraban a alzarse con el poder
del estado e imponer un estilo de vida y de gobierno diferente a la
Constitución Nacional y leyes vigentes. Este es el punto que la sociedad
argentina debe reconocer y hacerse cargo.
No podemos cerrar esta
introducción sin recordar a los bravos soldados que hace 31 años, en una
impecable operación anfibia, recuperaron a nuestras Islas Malvinas. Ellos una
vez más cumplieron las órdenes emanadas del más alto poder del estado.
En recuerdo del primer héroe que
regó con su sangre la tierra malvinense, el señor capitán de fragata de I.M.
Don Pedro Edgardo Giachino, les dejamos una poesía infantil –de autor desconocido-
para que se la lean a sus niños en el día de la fecha:
Las Malvinas
Son dos hermanitas,
muy chiquititas
Gran Malvina y
Soledad,
están jugando en el
agua,
muy cerquita a su
mamá.
Su mamá es Argentina,
la que siempre
cuidará
que no haya algún
pícaro,
que las quiera
molestar.
Sinceramente,
Pacificación Nacional Definitiva
por una Nueva Década en Paz y para Siempre
Domingo 31 de marzo de 2013 | Publicado en edición impresa
Entrevista con
Héctor Leis: "Para
que el país supere las divisiones que hoy lo aquejan, es forzoso hacer la
catarsis de los 70"
Politólogo y doctor en filosofía,
este ex montonero hoy distanciado de
la militancia critica el "uso
sectario, político e ideológico de los muertos" y pide poner fin a los
"ciclos recurrentes de guerra
civil"
Por Astrid Pikielny | Para LA NACION
Hay, en el gesto de entrelazar
las nociones de testimonio y testamento, una intención de esclarecimiento y
entrega, pero también de acto final que busca restaurar la verdad, trascender
la propia finitud y transmutar en legado. Así sucede con el nuevo ensayo de Héctor Leis Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en la
Argentina (Katz Editores), un escrito político y moral que estará en la
calle esta semana y que interviene con voz propia en el debate sobre la memoria
y la responsabilidad de las organizaciones guerrilleras en el escenario de
sangre y violencia que marcó la historia de nuestro país.
Militante comunista y peronista, Leis participó de la lucha armada, fue
combatiente de Montoneros hasta el
final de 1976 y hoy desenmascara el relato que manipula, aviesamente, historia,
memoria y verdad, cuestiona el concepto de "delito
de lesa humanidad", asume la violencia y las muertes provocadas por
las organizaciones guerrilleras y reclama -atravesado por las nociones de perdón
y reconciliación- una lista única de víctimas y un único memorial en el que
figuren todos los nombres de los muertos: los
de la guerrilla, los de las Fuerzas Armadas y los que mató la Triple A. "Asumo públicamente y con pesar mi
propia historia de guerrillero. No puedo arrepentirme por lo que hice porque lo
hice queriendo y empujado por el espíritu de época. Pero sí pido perdón por el
sufrimiento causado por mis acciones. Lo nuestro fue una locura que fue al
encuentro de otra locura", escribe Leis desde Brasil, destino del exilio desde 1977. "En ese sentido entiendo la mal llamada
«teoría de los dos demonios»
expresada en el Nunca Más por Ernesto Sábato: los dos lados del conflicto de los años 70 fueron
igualmente ciegos y locos.
Desde el punto de vista criminal y moral, hubo diferencias notables,
pero no en el grado de locura, de atreverse a hacer lo impensado e
imperdonable. Confesar y pedir perdón por mi participación en esa locura es mi
contribución al futuro del país. Si existe algún legado sería el de instruir
modestamente a las nuevas generaciones para que puedan mirarles de frente la
cara a todos los actores de aquellos años sin caer en sus redes",
agrega.
Aunque la participación de Leis en el debate por la memoria fue
relativamente distante, desde hace un tiempo, afirma, lo asedia un sentido de
urgencia y angustia frente al "uso
sectario, político e ideológico de los muertos" y la construcción de
un discurso faccioso por parte del kirchnerismo.
"Siempre me pareció difícil este
debate, pero nunca hubo un discurso tan hegemónico y perverso sobre aquellos
años como ahora. La memoria es fundamentalista cuando el Estado no busca el
consenso y asume una versión de los hechos como única, condenando a la sociedad
a dividirse en torno de memorias opuestas. La peor violencia, la que más
destruye el tejido social, es la impuesta por un Estado fundamentalista. De
igual forma, la peor memoria, la que más destruye la comunidad política, es la
impuesta por un Estado fundamentalista. Estados que en ambos casos pueden ser
autoritarios o democráticos, no importa", sostiene.
A 37 años del 24 de marzo de 1976, Leis equipara en
responsabilidades a militares y militantes, cuestiona la falta de autocrítica
de la dirigencia de Montoneros y
considera que La Cámpora es una copia
mala y oportunista de la militancia de los 70. Profesor universitario con una
maestría en Ciencia Política y doctorado en Filosofía, desde hace algunos años
su militancia se asocia al Club Político Argentino.
-¿Por qué equipara en responsabilidades a quienes detentaron el poder
del Estado y quienes ejercieron la violencia armada por fuera de él y desde la
sociedad civil?
-Mi mirada no es la del jurista,
que ingenuamente cree posible entender y operar la realidad a partir de las
normas, sino la del filósofo político. En este sentido me preocupa más la trama
de la historia y su sentido que los hechos aislados. El concepto de terrorismo
de Estado, tal como es usado, es engañoso y sin valor teórico, y no ayuda a
entender la dinámica de aquellos años. Si fuéramos a usar este concepto en
sentido estricto podemos verificar que en la Argentina existió terrorismo de
Estado desde el golpe de Onganía
hasta la llegada de Alfonsín. Todos
los gobiernos de ese período aplicaron una dosis mayor o menor de terrorismo de
Estado, que siempre contó con la complicidad de las máximas autoridades. ¿O
acaso se puede dudar de que los gobiernos de Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón no fomentaron y ampararon algún tipo de terrorismo
desde el Estado, se llame formaciones
especiales, Triple A, Operativo Independencia o cualquier otra cosa? En la Argentina hubo
violaciones de los derechos humanos a lo largo de 17 años, de 1966 hasta 1983,
en un crescendo que tendrá su apogeo con Videla.
Esas violaciones fueron fruto de una dialéctica terrorista infernal entre
actores con base en el Estado y la sociedad civil, que se alimentaban
mutuamente y que perjudicaba a la nación como un todo.
-Pero, ¿por qué afirma que esos crímenes no constituyeron delitos de
lesa humanidad?
-Es que esos crímenes hubieran
sido contra la humanidad si el Estado argentino hubiera desparecido, pero el
Estado no desapareció. En 1983 retornó el Estado de Derecho, que estaba en
condiciones plenas de juzgar los crímenes habidos. El Estado existe o no
existe. Si existe, los crímenes en su territorio y contra sus habitantes
deberán ser juzgados, más tarde o más temprano, por ese Estado. Los crímenes
contra poblaciones indefensas e inocentes, como sería el caso de un grupo
nacional, étnico, racial o religioso que se encuentre fuera del amparo del
Estado pueden ser considerados, sí, crímenes contra la humanidad. Por lo tanto,
pretender que en la Argentina hubo crímenes contra la humanidad es, en mi
opinión, un artificio jurídico que atenta contra nuestra soberanía y esconde
que en los 70 hubo una lucha armada donde los militares defendieron, aunque de
forma ilegal y demoníaca, la existencia del Estado como tal, contra la amenaza
de su disolución por causa de esa guerra civil en curso y la casi total
ausencia del gobierno. Por otro lado, las organizaciones guerrilleras, como ya
lo habían probado, no luchaban en defensa de la Constitución Nacional, ya que
en ese caso se hubieran autodisuelto en 1973 cuando llegó Cámpora al poder. Ellas
luchaban por otro Estado y otra Constitución.
-¿El robo de bebes tampoco es un delito de lesa humanidad?
-El robo de bebes es uno de los
pocos casos que, por la extrema indefensión e inocencia de las víctimas,
encuentro buenos argumentos para tipificarlo así.
-¿Por qué nunca hubo una autocrítica pública de la conducción de
Montoneros?
-El hecho más extraño de la
Argentina contemporánea es el limbo en el cual permanecen los dirigentes de la
conducción de Montoneros. Nadie les
cobra nada, ni crímenes ni cuentas bancarias. Y cuando alguien se anima a
hacerlo, ellos no responden. Se puede pensar dos cosas sobre ese silencio. La
primera es que no saben qué decir porque todavía están tratando de entender lo
que pasó. La segunda, que es la más probable, es que por el momento creen
conveniente no decir nada. La conducción interna de Montoneros siempre tuvo un
estilo centralista y militarista, a un grado tan o más alto que las FFAA.
Después de todo, las FFAA no ejecutaban a sus miembros por motivos banales,
como ocurrió algunas veces con Montoneros. Esa dirigencia debe pensar que la
historia habrá de reconocerle sus méritos algún día y hasta entonces mejor no
abrir la boca, porque tampoco saben para dónde va la historia. Todo esto
tampoco explica por qué los ex
montoneros no les piden una explicación a sus ex comandantes. En cuanto a
la conducción, continúa sin rendir cuentas del dinero que estaba en su poder,
que no era poco.
-¿Qué similitudes y diferencias advierte entre aquella militancia y la
actual, en algunos casos rentada y que ocupa puestos de poder? ¿Cuál es su
opinión sobre La Cámpora?
-La militancia de los 60 y 70 fue
tan heroica y altruista como voluntarista e ignorante de la realidad de las
cosas. Primero fue víctima de la ideología, después de la metodología
militarista-leninista-terrorista de sus organizaciones, y, por último, de Perón y los militares. Usamos ideas y
métodos errados para combatir a todos al mismo tiempo. Pero fuimos originales,
no reivindicamos la herencia de nadie, inventamos nuestros valores y nos
sacrificamos por ellos. Las generaciones que nos siguieron son copias mal
hechas de la nuestra. Adoptaron nuestra tradición de forma oportunista, desde
el poder. No lucharon sino que fueron
cooptados por los Kirchner. No existían antes de que ellos llegaran y
fueron un invento del poder. No son ciegos, como fuimos nosotros, sino algo
peor, son lacayos del poder del Estado.
La Cámpora sería más coherente si se
llamase "La Cayos". Su lealtad con el amo dura mientras esté
en el poder.
-¿Cree que hay un uso mutuo de los derechos humanos tanto por parte del
kirchnerismo como de las organizaciones de los derechos humanos?
-En algún momento los argentinos
tendrán que preguntarse por qué toleran la instrumentación política de la
actual memoria histórica de los años 70 hecha por algunas organizaciones de
derechos humanos, como las Madres de
Plaza de Mayo de Hebe Bonafini, y los gobiernos
de Néstor y Cristina Kirchner. Existe, por supuesto, un uso mutuo por parte
de actores de la sociedad civil y del Gobierno para glorificar y victimizar a
la guerrilla de los 70 y culpabilizar absolutamente a los militares. Pretenden
con eso legitimar su populismo de izquierda y sus aspiraciones de poder. Pero
hay un uso de esa memoria que es peor todavía.
-¿En qué sentido peor?
-En el sentido de que esa memoria
mentirosa y cínica es tolerada por la gran mayoría de la sociedad argentina
porque le permite olvidar la verdad de aquellos años y, sobre todo, ocultar sus
responsabilidades. La violencia y el terror practicado por los principales
actores en conflicto de aquellos años fueron deseados de forma abierta o
silenciosa por la mayoría. De todas las memorias posibles, la actual es la
mejor para ocultar la verdad, ya que la culpa es únicamente de los militares.
La sociedad argentina tiene miedo de abrir la caja de Pandora de su pasado: el
rechazo que eventualmente les produce la mentira e instrumentación de la
memoria histórica es infinitamente menor que el horror que les produciría
confrontarse con su participación en ese pasado. Para que la Argentina supere
las divisiones y enfrentamientos que hoy la aquejan es forzoso hacer la
catarsis de los 70. La memoria actual es mentirosa porque es anticatártica. Es
el alter ego de la sociedad argentina que prefiere la mentira a descubrir sus
responsabilidades, tanto con la violencia de la guerrilla como de la dictadura,
y de las consecuencias de ambas. Y digo sociedad argentina porque aún muchos de
aquellos que padecieron la locura de la época permaneciendo neutrales, hoy
también callan, esperando que la verdad sea producida por otros. ¿Por quiénes?
-¿Cuán necesarios son los muertos para alimentar una épica en el
kirchnerismo?
-En esto debemos aliviar la culpa
del kirchnerismo. El culto a los muertos es parte del ser nacional y Gardel es un ejemplo. Pero el uso
político de ese culto es obra del peronismo y comenzó con la muerte de Eva Perón, a quien Perón declaró santa y le decretó un feriado. Es evidente que el
actual gobierno pretendió legitimarse también sobre la figura de los muertos y
desaparecidos víctimas de la dictadura militar, a los cuales agregó más
recientemente a Néstor Kirchner. La
cosa salió bien al comienzo, pero recientemente los familiares y amigos de los muertos en Once le mostraron a la Presidenta que el uso que podía hacer
de la muerte de su marido era limitado. Puede ser una buena señal, indicando
que los argentinos se están cansando del uso sectario, político e ideológico de
los muertos. Es la señal que la sociedad argentina precisa para comenzar la
tarea de actualización de la memoria histórica de los 70, aproximándola lo más
posible a la verdad. Respetemos por igual a todas las víctimas de aquellos años
y dejemos que los muertos entierren a sus muertos porque nadie sabe lo que
pensarían hoy si estuvieran vivos.
-En ese sentido usted reclama una lista única de víctimas en la que
figuren todos los nombres de los muertos y desaparecidos: los que mató la
guerrilla, las FF.AA. y la Triple A. ¿Cree que algún día será posible?
-Creo que sí. De no serlo, esos
nombres se perderán en la neblina de la historia. Mi propuesta apunta a
salvarlos para que contribuyan a salvar el futuro de los argentinos. Si
continúa la exclusión de unos u otros, los resentimientos del pasado
continuarán alimentando el presente, generando nuevas listas de muertos en el
futuro. La Argentina tiene que poner un fin a sus ciclos recurrentes de guerra
civil. Tal como están hoy las cosas la guerra civil no es manifiesta, pero los
instintos y odios que la alimentan continúan latentes.
-¿Qué les diría a los compañeros de militancia que sostienen que estas
posiciones suyas, en lugar de avanzar en un proceso de sinceramiento y
reconciliación podrían "hacerle el
juego a la derecha"?
-Presumo que te referís como
compañeros de militancia a los miembros de mi generación del 60, junto con los
cuales quise hacer la revolución por la vía de las armas. Si fuesen ellos, les
diría que están equivocados y que quien hace esa crítica decidió ser leal al
peor de sus pasados, no al mejor. Decidió apegarse a los errores del pasado
para defender su participación en la historia, en vez de mirar de frente a la
verdad, pensando en el futuro de la nación. Diciendo la verdad sobre los años
70 no se le hace el juego a nadie, especialmente cuando en ese pasado no hubo
héroes, ni vencedores, sino que fuimos todos víctimas y victimarios recíprocos.
En los 60 y 70 nosotros creíamos que la verdad era revolucionaria y luchábamos
contra las mentiras del poder. Cómo podría entonces hacerle el juego a la
derecha si la memoria oficial, tal como aparece consagrada en los "museos" impulsados por
algunas organizaciones de derechos humanos y la secretaria de Derechos Humanos
del Gobierno, es mentirosa porque oculta una parte importante de los hechos.
Todos lo sabemos. Yo les preguntaría a mis compañeros por qué se callan, por
qué le hacen el juego a la mentira. Por otra parte, en la Argentina es
imposible hacerle el juego a la derecha -o a la izquierda- si no aclaramos de quién
estamos hablando. Desgraciadamente, en nuestro país existen derechas e
izquierdas tan autoritarias unas como las otras, y no me une ninguna lealtad
con ellas. Les preguntaría a los ex compañeros que me critican si ellos
defienden todavía las muertes y el terror que provocamos durante un régimen
democrático con gobiernos peronistas. Les preguntaría si ellos repetirían lo
mismo otra vez.
-¿Y si le responden que sí?
-Si ellos me responden que sí,
mucho me honran con sus acusaciones. Ellos están del lado de las dictaduras y
las mentiras, y hoy mi única lealtad es con la democracia y el Estado de
Derecho.
MANO A MANO
Calidez en un largo intercambio
epistolar
Nunca nos cruzamos en el Club de Cultura Socialista, ámbito de
intensos debates intelectuales durante la primavera alfonsinista y que yo
frecuenté en mis épocas de estudiante de Ciencia Política. Leis había dejado su exilio brasileño y volvía a la Argentina en
1984 para reencontrar afectos y discutir críticamente el pasado. "Tenía que volver al lugar del crimen.
En el exilio yo me había distanciado tanto de mi pasado que no me reconocía. A
veces me parecía que era otro el que había vivido mis experiencias. Volví para
discutir críticamente mi pasado, pero no encontré recepción. Los cinco años que
estuve en la Argentina fueron intensos, fui profesor en las universidades de
Buenos Aires y de Rosario y conviví con el maravilloso grupo humano del Club de
Cultura Socialista. Pero lo que sería un retorno definitivo a la Argentina en
1984, se transformó cinco años más tarde en un retorno definitivo a Brasil.
Nunca dejé de ser argentino, pero a la distancia", escribe Leis a través del correo electrónico,
en un intercambio epistolar que tuvo varias etapas, todas ellas marcadas por su
enorme calidez y la confianza prodigada hacia alguien a que nunca conoció
personalmente.
UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN LEIS
-
¿Cuál
cree que será el impacto del papa Francisco en la vida de los argentinos?
-
Es difícil hablar del papa Francisco para los argentinos, un pueblo mental y emocionalmente
saturado por políticas e ideologías del pasado. En ningún país del mundo ocurre
que cuando se recibe la noticia de la elección de un papa connacional no surja
inmediatamente una alegría y emoción unánime. Las críticas mezquinas hechas a la elección de Bergoglio muestran, una
vez más, que la Argentina es un país dividido por resentimientos originados en
el pasado. Si Francisco
continuase la obra de Bergoglio,
ciertamente el Vaticano comenzará una nueva etapa. Su acción será espiritual y
pastoral sin distinción de identidades políticas o ideológicas. Su compromiso
será con los pobres y los necesitados. Su mensaje será de amor, reconciliación
y fraternidad. Mi impresión es que un papado con esas características tendrá
una gran contribución en América latina y en el mundo. Pero tengo mis dudas de
que eso valga para la Argentina. Mi esperanza es que Francisco nos ayude a abrir nuestros corazones y mentes al amor, la
verdad y la reconciliación con nuestro pasado que tanto precisamos. Pero sin un
acto de contrición de nuestra parte, eso no será posible.