Sol, hija del Tte.
Coronel Nani, -preso por nuestra circense justicia- nos ha hecho llegar esta
carta de su padre que envió al diario La Nación. Tal vez no llegue a
publicarse, dada su extensión, es por eso que pide su divulgación.
Por Emilio G. Nani
Durante 14 años he
concurrido regularmente a las cárceles que mantienen ilegalmente privados de su
libertad a cientos de miembros de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, Policiales
y Penitenciarias y civiles por haber cometido el “pecado” de “conquistar la
libertad” de la que hasta hoy -inmerecidamente- disfruta el ingrato pueblo
argentino, al que se le evitaron los padecimientos de aquéllos que cayeron bajo
las garras del comunismo, en cualquiera de sus variantes.
En esas visitas
comprobé que muchos de mis camaradas albergaban la esperanza de la existencia
de una verdadera justicia legítima, en el sentido exacto del término y no en el
prostituido por la cuasi-asociación ilícita de jueces federales penales
organizados en la que paradójicamente llaman “Justicia Legítima”. Entonces me dediqué a asistirlos en todo lo
que pudiera serles de utilidad y brindarles apoyo, organizando, participando y
difundiendo todo lo que estuviera a mi alcance para hacer visible la
ilegalidad, ilegitimidad y la injusticia de tales privaciones de libertad, dado
que muy pocas veces profundizábamos sobre los pormenores de las causas
judiciales que afectaban a cada uno de ellos y, mucho menos, analizábamos la
historia, volviendo a lo sucedido en nuestro país durante la guerra
contraterrorista de los años ’60, ’70 y ’80.
Personalmente sabía
que mis acciones en tal apoyo y en el campo mediático y político podía llegar a
generar molestias a los autodenominados “defensores
de los derechos humanos” de cuanto delincuente, corrupto y terrorista
exista sobre la Tierra, esos grupos que hasta hoy -inexplicablemente- continúa
manejando, desde las sombras, el ex terrorista Horacio Verbitsky, tal como lo
hizo más institucionalizada y desembozadamente durante los corruptos gobiernos
del período kirchnerista.
Tales molestias, sin
lugar a dudas, fueron las que provocaron que un juez, basándose en “presunciones” y abusando del
condicional, dispusiera mi encarcelamiento, acusándome de “tener que saber” por el mero hecho de “haber estado destinado en una unidad militar de la ciudad de Mar del
Plata”; de “haberme desempeñado en
determinados cargos” y “haber obtenido
altas calificaciones” por mi desempeño en el cumplimiento de mis
responsabilidades (lo que para un oscuro y mediocre juez, debe constituir algo,
poco más que un pecado mortal), intentando dejarme pudrir en la cárcel, sin
condena, como veo que ocurre con la inmensa mayoría de mis, ahora, compañeros
de cautiverio.
No obstante, mi
espíritu combativo y de investigación, lejos de acallarse, se incrementó y
activó y, la cárcel, me permitió incursionar en aquellos temas que no tocaba si
los presos políticos no lo deseaban.
El primer detalle en
destacar es que muchos de los que visitaba, cuando recomenzaron los juicios de
venganza con el advenimiento del kirchnerato, ya no están. Algunos por haber
sido asesinados dentro del marco del plan de exterminio diseñado y ejecutado
por la corporación político judicial más ineficiente y corrupta de toda nuestra
historia; otros por haber sido “beneficiados”
con la prisión domiciliaria, sea por su avanzada edad, sea por haber visto
agravadas sus enfermedades debido al complicado sistema de salud implementado
para los presos políticos.
Los que me acompañan
ahora son, en su mayoría, los que, en los ’70, tenían las jerarquías más bajas
de los escalafones militares o civiles, que no tenían posibilidad alguna de “tener dominio sobre los hechos”, como “presumen” no pocos integrantes de los
tribunales circenses que hacen como que nos juzgan.
Ni hablar de los que
hemos sido apresados en estos últimos meses debido a la decisión de los jueces
de “raspar el fondo de la olla” para
ver a quiénes más pueden encarcelar y, de esa forma, continuar enriqueciéndose
y enriqueciendo a falaces testigos, que misteriosamente han recuperado una
memoria adormecida durante más de 40 años y, muy especialmente, durante la “década perdida” y los meses del actual
gobierno de Cambiemos, alimentando los odios y los deseos venganza que tanto
daño nos están haciendo a todos los argentinos.
La mejor demostración
de lo que intento narrar es que, los jueces no encuentran delitos concretos de
los cuales acusarnos (de ahí los abusos de las “presunciones” y del empleo del tiempo condicional en los verbos),
pero igualmente impulsan los juicios, porque, a diferencia de los cientos de
políticos, empresarios y jueces corruptos, que día a día aparecen en los medios
de comunicación, para los cuales no existen ni procesos, ni embargos, ni
prisiones preventivas debemos ser castigados con cárcel y juicios, porque el Sistema de Venganza Judicial debe
seguir ya que forma parte del que alguien denominó “el curro de los derechos humanos”. Una simple frase que resultó
ser pura propaganda electoral.
Lo curioso del caso
es que lo que veo desde “adentro”, me
indica claramente que la intención de los que dicen defender los derechos
humanos (sean K, de Cambiemos, o de lo que sea que representen) no ha sido, ni
es, bajo ningún punto de vista, lograr esclarecer absolutamente nada de lo que
cacarean con su eslogan de “Memoria,
Verdad y Justicia”, como por ejemplo, los casos puntuales de los
desaparecidos.
Comprendo ahora la
frustración de Graciela Fernández Meijide que creía ingenuamente que se iba a
poder conseguir que los que “sabían”,
hablaran, y así ella pudiera dar con los restos de su hijo para darle
sepultura.
Nada de ello pasó por
la cabeza de la jauría rabiosa del “Perro”
Verbitsky, dado que se dedicó a mezclar, con absoluta premeditación, la
paja con el trigo, de modo tal que nunca se profundizara sobre el tema.
Desvirtuaron con
fines puramente propagandísticos, hechos que ellos consideraban “mediáticamente usables” y descartaron
aquellos donde sí pudo haberse investigado en la búsqueda de la Verdad.
Se empeñaron solamente -y lo consiguieron- en buscar que se determinara con fuerza de ley que los desaparecidos fueran “treinta mil”; que la dictadura fuera “cívico-militar”; que los presos políticos seamos cada vez más; que los procesos iniciados o por iniciarse, fueran muchos y, sobre todo, “eternos” y que jamás se investigaran los hechos sanguinarios perpetrados por las organizaciones terroristas, ni las complicidades de los “otros demonios”, (políticos, jueces, sindicalistas, docentes, periodistas y medios de comunicación, intelectuales, empresarios, religiosos de todos los credos y el resto de una sociedad anestesiada, adormecida e indiferente, que apoyaron, tanto a terroristas, como a quienes los combatimos) que son tanto o más responsables en la tragedia argentina, que quienes nos enfrentamos con las armas y la violencia.
Ahora, “desde adentro” puedo comprobar que
aquella búsqueda de la Verdad que Fernández Meijide y tantos otros pretendían
(o decían pretender), pudo tal vez, hace años, perfectamente llevarse a cabo.
Pero todo se obstaculizó desde el Poder, con premeditada alevosía, agitando el
fantasma del “pacto de silencio” que,
decían, obraba entre los encarcelados y que, ahora, verifico que no pudo, ni
puede haber existido, porque ni a Raúl Alfonsín con su CONADEP y Nunca Más; ni
a Carlos Menem con sus indultos; ni a Fernando de la Rúa con sus Juicios de la
Verdad , ni a los Kirchner con sus juicios de venganza, jamás parece haberles
importado ni la Verdad, ni la Memoria, ni -mucho menos- la Justicia.
Hoy ya es muy tarde.
Los que “podrían saber” ya murieron o
agonizan, y quienes hoy llenamos las cárceles calificados como “represores”, “genocidas” o perpetradores de “delitos
de lesa humanidad”, en su gran mayoría no sólo no tuvimos ni arte ni parte
en los delitos que jueces prevaricadores pretenden enrostrarnos, sino que,
además, por nuestras jerarquías no podíamos haber accedido a información
alguna.
Alfonsín tuvo una
oportunidad histórica en la búsqueda y obtención de la Verdad, actuando como lo
hizo Nelson Mandela. Pero a mi entender eligió ser también uno de los generadores
de la “grieta” de la que hoy tanto se
habla (y de la destrucción del Estado de Derecho, del que hoy tanto nos
lamentamos todos los argentinos), a través de acciones que la historia juzgará,
como el llamado “Pacto de Olivos”.
Pero el “curro” tiene que seguir, porque de él “viven” muchos. Por eso se encarcela a
cualquiera que “haya estado” en
cualquier lugar donde “algo” haya
sucedido, o se reabren ahora causas de la época peronista, pasando por encima
de la cosa juzgada, pues necesitan no parar con el flujo de dinero que reciben,
tanto desde el exterior (como la Fundación Ford que financia al CELS del ex-
terrorista Verbitsky), como del propio
gobierno de Cambiemos, que sin pudor alguno, continúa siendo querellante en los
denominados juicios de lesa humanidad pagando los jugosos honorarios de decenas
de abogados que fueron instalados ya en la época “k” para ejercer estas querellas.
Resulta ya
reiterativo señalar las groseras violaciones del Estatuto de Roma cometidas por
nuestros “Jueces Legítimos”. No está
lejos la fecha en que deban ser ellos los que, sentados en el banquillo de los
acusados, deban responder por tantas tropelías, reparando además, solidariamente
con el Estado Nacional, los daños y perjuicios y el daño moral que “el encarcelamiento contra las normas
fundamentales del Derecho Internacional” ha provocado en quienes han
padecido el encierro ilegal, y en sus familiares víctimas de los daños
colaterales causados.
Como ya una pequeña
parte de nuestra sociedad lo ha señalado -y se pudo percibir en la Convocatoria
del 3 de agosto pasado en Tribunales- ,si no se reacciona a tiempo, será mucho
lo que deberá lamentarse nuestra anómica[1]
población.
Emilio
Guillermo Nani
Teniente Coronel (R)
Veterano de Guerra
PRESO POLÍTICO
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
[1] persona
que presenta una conducta que no se ajusta a las normas sociales establecidas.
(V. anomía.)
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