"Qué sola
irá la grela, tan última y tan rara,
sus grandes
ojos tristes trampeados por la suerte,
serán sobre el
tapete raído de su cara,
los dos
fúnebres ases cargados de la muerte".
Horacio Ferrer
Una vez más, la
Argentina, cuya economía se está recuperando a ojos vista, parece verse inmersa
en una espiral de violencia que, sin duda alguna, tiene su origen en la más
bastarda política; tal como sucedió en los 70's, un grupo absolutamente
minoritario se siente con el mesiánico derecho a conducir a la sociedad hacia
un proyecto político que, según cree, sólo la generalizada estupidez evita que
sea deseado por todos.
Entonces, aquellos
jóvenes extraviados pretendieron llevarnos -con miles de asesinatos, bombas y
robos- hacia Cuba y su marxismo que, con el paso de más de seis décadas, ha
demostrado su estrepitoso fracaso. Hoy, en cambio, a lo único que aspiran sus
descendientes subversivos es a desestabilizar al Gobierno, evitar la
disgregación demostrada en las urnas primarias y sembrar pánico entre los
jueces, con el único propósito de torcer el destino y conseguir que los máximos
líderes de este populismo infamemente corrupto terminen donde deben estar: en
la cárcel.
No es casual, ni fue
magia, que confluyeran en esta posición -el "club del helicóptero"-
la delincuente Hebe Bonafini ("la madre de las madres" como la
llamaba don Néstor, según Ceferino Reato) y los exonerados policías de la
Provincia de Buenos Aires, y personajes tales como Estela Carlotto, Manuel
Quieto (el desafinado ¿cantante? de La Mancha de Rolando), el ¿pacífico? Adolfo
Pérez Esquivel, el ¿cómico? Diego Capusotto, los ¿maestros? Roberto Baradel,
Luis D'Elía y Hugo Yatsky, los ¿periodistas? Horacio Verbitsky y Víctor Hugo Morales,
y tantos otros ciegos seguidores de la noble viuda.
Cristina Elisabet
Fernández ya siente en la nuca el aliento de los magistrados de Comodoro Py
que, con su más que fino olfato, han despertado y comenzado, finalmente, a
investigar, juzgar y condenar la sideral corrupción de la extendida década en
la que su marido y ella fueron inquilinos de la Casa Rosada; la reciente
citación a juicio oral de las causas "Ciccone" y "Once II",
en plena campaña electoral, en las cuales deberán comparecer Amado Boudou y
Julio de Vido, respectivamente, es una clara prueba de ello.
Con seguridad, la ex
Presidente está muy preocupada por el futuro (obviamente, no económico) de sus
hijos, también firmes candidatos a ir presos. Por eso, se sube a cualquier
colectivo que pueda alejarlos de ese inexorable destino sudamericano, como
diría Jorge Luis Borges, aunque en el trayecto la conductora ebria atropelle a
toda una desprotegida, cómplice y anómica sociedad.
Con sólo observar
que, en el reclamo por la aparición de Santiago Maldonado y la improbada
imputación a la Gendarmería Nacional y en la defensa de ese invento
antropológico denominado RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), matizado por los
destrozos de encapuchados que asolaron el centro porteños, aparecen lo que
queda de Montoneros, ERP y Quebracho en franca gimnasia revolucionaria, con
toda su parafernalia de fusiles y lanzas cruzados, y que los integrantes de la
CTERA adoctrinan en las aulas a los más chicos, resulta fácil colegir qué
pretende y a qué está dispuesta a recurrir. Más de setenta atentados
incendiarios, incluido dos en la propia ciudad de Buenos Aires y uno en El
Bolsón, resultan al menos inquietantes.
Ahora falta saber qué
hará el Gobierno para impedir que la escalada de violencia, todavía
relativamente incipiente, escale y se expanda. Como dije la semana pasada, no
tengo duda alguna que Mauricio Macri se ha puesto las botas y avanza a paso
redoblado sobre la realidad política nacional e internacional (caso Venezuela),
pero aún resta conocer su posición frente a estos hechos, cuyo inmediato futuro
puede ya verse en el sur de Chile, la otra víctima de sus provocados incendios,
devastación y muerte, impunes por decisión del gobierno socialista de Michelle
Bachelet.
El Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires está lo suficientemente preocupado
por los trascendidos que hablan de una intensificación de estas acciones en las
semanas que median hasta las elecciones legislativas del 22 de octubre, y ha
dado directivas "defensivas" a sus efectivos. Pero, al menos por
ahora, nada parece haber hecho para conjurar el peligro.
En esta rara
Argentina que hemos sabido conseguir, con los terroristas premiados con
indemnizaciones gigantescas y opacas, sentados en gobernaciones, ministerios y
sillones parlamentarios, las Fuerzas Armadas tienen vedado, por ley, realizar
acciones militares dentro del territorio. Para modificar ese marco legal, aún
si quisiera que actuaran contra el narcotráfico y el terrorismo, Cambiemos
carece de fuerza en las cámaras del Congreso y dudo que fuera acompañado por
las distintas formas del peronismo.
Por lo demás, ¿quién
asegura que los oficiales y suboficiales cumplirían las órdenes aún cuando
contaran con el respaldo legislativo? Todos hemos visto a este ¿honorable?
poder del Estado -un verdadero aguantadero de criminales, que se nutrirá pronto
con la presencia de Cristina Kirchner- declarar la nulidad de las leyes de
"obediencia debida" y "punto final", que había sancionado
veinte años antes. ¿Quién puede asegurarles que no lo haría nuevamente en el
futuro?
Y también vemos a los
fiscales "legítimos" y jueces prevaricadores, verdaderos asesinos
togados, violar todas las normas constitucionales (legalidad, principio de
inocencia, irretroactividad de la ley, defensa en juicio, juez natural, etc.)
para perseguir y encarcelar de por vida a más de dos mil militares de los que lograron que pudiéramos
conservar la integridad nacional y la democracia, cumpliendo órdenes legítimas
de una Presidente democrática, integrante de la fórmula que obtuvo el mayor
porcentaje de votos de la historia, durante el Operativo Independencia, en
Tucumán; más de cuatrocientos ya murieron en cautiverio. El beneficio de la
prisión domiciliaria concedida, por intercesión de la Comisión de Derechos
Humanos de la OEA, clama al cielo; los presos políticos de esta democracia
reconquistada en 2015, son mucho más viejos y no tienen posibilidad alguna de
entorpecer la investigación de hechos ocurridos hace cuarenta años y, sin
embargo, ese beneficio, de todo punto de vista legal, no le es reconocido.
Y recordemos que el
Presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, dijo hace tiempo y sin
ponerse colorado, que los juicios por los supuestos crímenes de lesa humanidad
son una política de Estado, consensuada con los otros dos poderes; ¿no debían
los jueces impartir justicia? Pensemos que, después del fallo "Muiña"
del alto Tribunal, que aplicó correctamente el principio de la ley más benigna,
el Congreso, casi por unanimidad -Cambiemos la inspiró- sancionó una ley que
establece que ese beneficio no resulta aplicable a los amañados procesos por
supuestos crímenes de lesa humanidad. ¿Qué dirá al respecto la Corte cuando
deba expedirse en casos similares?
Espero, ya con pocas
esperanzas, que el ignominioso tema de los presos políticos se solucione a
partir de octubre, porque constituye hoy la mancha más penosa que pesa sobre la
política de derechos humanos del actual gobierno al que, como queda claro,
votaré en las legislativas.
Bs.As., 2 Sep 17
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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