Después de años de arrogancia y poder omnímodo, el nuevo
presidente ha pedido volver a unirnos para recobrar los valores y la
institucionalidad perdidos
VIERNES 11 DE DICIEMBRE DE 2015
El discurso de Mauricio Macri tras su jura como presidente
de la Nación ha sido una muestra contundente de la necesidad que se observa en
nuestro país por volver a resignificar determinadas palabras y acciones.
Después de 12 años de un poder político arrogante, pendenciero, avasallante,
irrespetuoso para con los críticos y, muy
especialmente, vengativo, apelar a
la reconciliación, al diálogo y a la unión para alcanzar objetivos termina
siendo necesariamente una de las principales demandas que se le hace a nuestra
maltratada democracia.
"Convoco a todos a aprender el arte del acuerdo",
sostuvo Macri, cuya llegada al poder es, precisamente, producto de una alianza
entre diversas fuerzas políticas, las que, a juicio de la mayoría de los
ciudadanos que votaron en el ballottage del mes último, mejor representan el
cambio que demanda la hora.
Macri hizo girar su discurso de ayer sobre los principales
ejes de la campaña de Cambiemos: unir a
los argentinos, derrotar al narcotráfico, combatir la corrupción, garantizar la
independencia de poderes y reducir al máximo posible la pobreza y la
indigencia. Para ello, será necesario dar varios pasos impostergables, que
fueron enunciados durante el acto ante la Asamblea Legislativa. El flamante
presidente se comprometió a trabajar para todos los argentinos, sean del signo
político que fuesen; aseguró que se sincerarán las estadísticas y que la
información pública será realmente pública, al alcance de todos; dijo que será
implacable con quienes se apropien del Estado para su beneficio personal o
partidario, y que no habrá jueces
militantes, que será la Justicia la que deba hacer su propia limpieza, porque
no existe democracia sin una justicia independiente. Al respecto, agradeció
a quienes desde ese poder han impedido que nuestro país sea irreversiblemente
tomado por un proyecto absolutista, tarea con la que -cabe destacar- también
han contribuido, y mucho, los medios de prensa independientes.
Son, en sí, grandes objetivos. Seguramente, las precisiones
de cómo se llevarán adelante vendrán con el correr de los días, cuando el nuevo
gobierno tenga mayor acceso a la enorme cantidad de información que le fue
vedada por la administración saliente. Lo que no puede objetarse es que todas
esas metas figuren en su agenda como verdaderas declaraciones de principios. No
es poco que un gobierno manifieste su
compromiso público de acatar la ley y que pida a los gobernados trabajar en
conjunto, aportando, disintiendo, marcando los errores, sumando diferentes
visiones, trabajando todos los días un poco mejor y sin esperar milagros ni
recetas mágicas. Los argentinos hemos venido padeciendo en los últimos 12 años
los nefastos efectos de transitar por el camino contrario, con autoridades que
han hecho culto de los personalismos, que han puesto su voz por encima de la de
los demás, que han usado al Estado para su exclusivo beneficio, privilegiando
el amiguismo por sobre la capacidad y la eficiencia. Han sido muchos años de enfrentamientos inútiles, con resultados
lamentables para todos.
Entre otros enunciados del nuevo mandatario merecen
destacarse la universalización de la protección social, la urbanización de
villas, la ampliación de la economía mediante la generación de nuevos empleos y
una inversión inteligente y expansiva, con infraestructura y oportunidades.
También, el combate contra la inseguridad, que tantas vidas se ha cobrado ya en
nuestro país. Un párrafo muy especial le ha dedicado Macri a la educación,
poniéndola a la par de los otros grandes objetivos. Prometió una revolución en
la calidad de la educación pública, basada en una ética del crecimiento y de la
superación, prestigiando y valorando al docente. Su discurso también incluyó
una breve referencia, pero no menor, al vetusto sistema de votación que sigue
rigiendo en nuestro país.
Realizó un llamado a consolidar y ampliar los acuerdos con
América latina, abriendo también la posibilidad de generar entendimientos con
países de otras regiones, al tiempo que hizo público su reconocimiento al resto
de los candidatos a presidente que compitieron en los últimos comicios.
La forma en que ha quedado dividido el mapa político del
país durante las últimas elecciones, advierte también sobre el esfuerzo que
deberá poner el gobierno nacional para establecer diálogos francos y abiertos
con los gobiernos de cada uno de los distritos. La circunstancia de que ahora
los gobiernos nacional, bonaerense y porteño se encuentren gestionados por
equipos del mismo sector partidario abre una nueva esperanza de trabajo
coordinado para hacer frente a las acuciantes demandas de seguridad, salud e
infraestructura, y crea un compromiso todavía mayor de parte de aquellos
administrados por Cambiemos.
Esa alianza electoral se ha impuesto en numerosos distritos,
entre ellos, los que concentran el mayor número de habitantes, pero no contará
con mayoría propia en ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Nación.
Macri deberá
construir poder: su llegada a la primera magistratura encarna los reclamos
de quienes lo eligieron por convicción, pero también de quienes lo votaron
espantados de las prácticas kirchneristas, exacerbadas hasta lo impensable y
hasta segundos antes del recambio presidencial.
Hará falta mucho esfuerzo y delicadeza para desactivar la
bomba de tiempo que deja el kirchnerismo en lo económico y social. También el
desquicio que deja en lo cultural, en los modos y en las formas. Conseguir
poner al país en la senda de la normalidad perdida es una meta razonable,
aunque ciertamente difícil. Con ella
debemos colaborar todos como sociedad, unidos en la diversidad, con respeto por
las instituciones y con la verdad como punto de partida.
NOTA: La imagen y destacados no corresponden a la nota original.
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